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“Estaba cubierta de insectos y no podía caminar”: médicos comienzan a descubrir los problemas de los poblados más remotos en Puerto Rico

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Dos semanas después de que el huracán María azotara Puerto Rico, los hospitales aún dependen de generadores y se están quedando sin medicamentos clave.

Después de que los derrumbes y las inundaciones provocadas por el huracán María aislaran aún más a este pueblo de montaña, un médico voluntario se apresuró a tratar a Brunilda Sovilaro, una paciente diabética, a quien encontró en el piso de su casa, cubierta de insectos, incapaz de caminar, desorientada y negándose a abandonar su hogar.

“Usted está enferma. Tiene mucha temperatura”, le dijo el doctor Jorge López, de Orlando, Florida, a la mujer, de 50 años de edad. “Sus niveles de azúcar deben ser controlados. Tiene dolor en el pecho; podría ser un problema del corazón. Debe ir al hospital”.

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Eventualmente, el médico, un nativo de Puerto Rico que regresó a la isla desde Florida como voluntario, persuadió a Sovilaro para abordar una ambulancia y dirigirse hasta un hospital cercano. “Esa mujer iba a morir si se la dejaba allí”, explicó López, quien también trabajó voluntariamente después del huracán Katrina en Gulfport, Mississippi, donde el paisaje era mucho menos desafiante que éste, según comentó.

Dos semanas después del paso de María por Puerto Rico, los hospitales están todavía en crisis y muchos de ellos, como el de Jayuya, no tienen electricidad ni forma de comunicación alguna, dependen de generadores y les faltan medicamentos clave. Hasta el viernes, 8,349 personas seguían viviendo en refugios, luego de haber sido desplazadas de sus hogares. A los funcionarios les preocupan los riesgos sanitarios debido a la desgastada red médica de la isla, de 3.5 millones de habitantes, e intentan abordar los problemas de los hospitales antes de que estos aumenten.

Varios demócratas en el Congreso se manifestaron esta semana en Washington y solicitaron a la Agencia Federal de Manejo de Emergencias que provea transportes para llevar a los enfermos, los ancianos y las personas frágiles hacia el continente.

“La realidad de Puerto Rico no permite que estas personas vulnerables, enfermas, se queden en la isla y reciban el tratamiento que necesitan”, señaló la representante de los Estados Unidos Nydia M. Velázquez (D-N.Y.), quien calificó la situación como una “crisis humanitaria”.

Por su parte, Luis V. Gutierrez (D-Ill.), que viajó al lugar la semana pasada, expresó que cuando el presidente Trump recorrió la zona el martes, nunca llegó a las montañas. “La lluvia desarmó las montañas a través de los ríos y esto hizo desaparecer pueblos enteros. No hay puentes, no hay carreteras. Simplemente deberíamos pedirles: ‘Tráigannos a sus más enfermos’”, dijo.

El vicepresidente Mike Pence viajó a Puerto Rico y las Islas Vírgenes de los EE.UU. el viernes último, e incluyó en su recorrido la iglesia Santa Bernardita, en la capital puertorriqueña, San Juan, donde se brinda alimento a entre 60 y 100 personas al día desde la tormenta. “Estaremos con ustedes a cada paso”, afirmó ante la multitud. “Hemos logrado progresos constantes”.

El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rossello, remarcó esta semana que reforzar los hospitales en ciudades y pueblos de montaña como Jayuya es una prioridad, porque “presentan potenciales retos futuros, emergencias de salud pública”.

Rosselló señaló que el número de muertos por el huracán había aumentado a 34, incluyendo 15 fallecimientos causados indirectamente después de la tormenta. Funcionarios locales expusieron que la gente pereció después del temporal debido a la falta de tanques de oxígeno, de electricidad para alimentar el soporte vital y otros problemas de salud.

Además, advirtió que sus funcionarios también están preocupados por los brotes de enfermedades que siguieron a la tormenta, y que algunos ya fueron “localizados”, incluyendo varios casos de conjuntivitis en un refugio en la ciudad sureña de Ponce. Los equipos federales de gestión de desastres médicos se habían movilizado en Ponce para “poder controlarlo”, precisó el gobernador, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) enviaron personal a examinar la posible propagación de enfermedades transmitidas por mosquitos.

Rossello aseguró que su objetivo de apuntalar los hospitales fue “para que podamos anticipar y no sólo reaccionar” a cualquier posible brote. Según el funcionario, 25 de 68 hospitales tenían energía el viernes pasado, y se esperaba que otros la recuperaran prontamente. El gobierno había suministrado combustible a 11 centros de atención médica y y ese día estaba reforzando el apoyo, dijo.

Dos semanas después de que el huracán María azotara Puerto Rico, los hospitales siguen en crisis y muchos, como el del remoto pueblo de Jayuya, siguen sin electricidad ni formas de comunicación, dependen de generadores y cuentan con escasos medicamentos importantes.

Rossello enlistó a Jayuya entre los 15 municipios más aislados de Puerto Rico a partir del viernes, y asignó un camión de combustible para entregar de 4,000 a 6,000 galones a cada una de las comunidades, de forma gratuita. El gobierno está creando 250 refugios médicos para aliviar la presión de los hospitales. Tres ya se han abierto en San Juan, al oeste en Manati y Bayamón; y otros están planeados para la costa oeste, en Mayagüez; al sur, en Ponce y al este, en Humacao.

En las últimas dos semanas, médicos voluntarios y otros funcionarios visitaron comunidades incomunicadas en Añasco, Ciales, Comerío, Juana Díaz, Las Marías, Maricao, San Lorenzo y Yauco, informaron el viernes los funcionarios. Algunos sitios resultaban tan inaccesibles que un helicóptero debió aterrizar en el tejado de una casa de dos pisos, según el jefe de gabinete del gobernador, William Villafañe, quien visitó los lugares. “Les proporcionamos los medicamentos necesarios; estamos salvando vidas”, aseguró.

Ocho equipos de asistencia en manejo de desastres médicos de la parte continental estaban ayudando a hospitales en San Juan, Arecibo, Caguas, Fajardo, Humacao y Ponce, precisó. El buque hospital Comfort, de 250 camas, llegó a Puerto Rico esta semana y aún estaba en San Juan el viernes. La nave puede tratar hasta 1,000 pacientes y se espera que se traslade a Ceiba, Ponce y Aguadilla próximamente.

Pero eso no ayudaría a quienes quedaron varados en Jayuya. Mientras conducía de regreso al hospital de esa zona en un vehículo todo terreno, el miércoles pasado, el Dr. López examinó la ciudad. Le preocupa cómo el pequeño hospital podría hacer frente a posibles brotes en las próximas semanas, especialmente de enfermedades tropicales transmitidas por mosquitos. “No se trata de ‘si llegara a ocurrir’, sino de ‘cuándo ocurrirá’. Cuando hay agua por todas partes surgen el dengue, la chikungunya, el Zika”, comentó.

El especialista y otros cuatro médicos del Florida Hospital, en Orlando, todos con raíces puertorriqueñas, volaron a la isla el viernes pasado para ayudar inicialmente a centros de salud al sur, en Ponce, y al noroeste, en Aguadilla. “En dos días vimos morir a cinco personas”, afirmó el residente William Kotler, voluntario del equipo. Todavía intentan conseguir un generador para el centro médico en Aguadilla, para que el personal pueda encender los acondicionadores de aire. “La temperatura está en los 90 grados en el interior del hospital. La gente se deshidrata”, contó.

El miércoles, los galenos llevaron dos helicópteros del Ejército de los Estados Unidos a Jayuya y aterrizaron en el centro de la pista de la ciudad -donde después de la tormenta vagaban caballos errantes- para evaluar las necesidades del hospital y entregar medicamentos escasos allí, como insulina, ibuprofeno y acetaminofeno.

Una multitud de un centenar de familias salió corriendo a reunirse con ellos desde un complejo de apartamentos cercano, que alberga a unas mil personas. Después de la tormenta, el agua corriente se volvió blanca y con sabor químico, lo cual les provocó dolores de cabeza, de estómago y náuseas. Marta Viafanía, de 51 años, conserje de la escuela secundaria local, tomó dos botellas de agua para sus tres nietos, preocupada de que pudieran enfermarse con el agua local.

Esta fue la primera vez que los médicos pudieron volar a las montañas desde el temporal. “Muchas de estas ciudades están tan bloqueadas, se necesita un helicóptero para llegar a ellas”, dijo la Dra. Katia Lugo antes de consultar con el personal del hospital público Mario Canales Torresola, de 15 camas. Allí tuvieron otra emergencia: un paciente con una grave herida en la cabeza. Hilberto Torres Hernández, de 62 años, un mecánico jubilado, quien ayudaba a un vecino a reparar su coche después de la tormenta, tal como había ayudado al alcalde, cuando el vehículo cayó y lo golpeó.

Los médicos no pudieron llegar al Centro Médico de Puerto Rico, en la capital, para asegurarse de que reciba a Torres porque los teléfonos en Jayuya no funcionan. En algunos casos, el personal transfirió pacientes severamente heridos a ciudades más grandes, sin saber siquiera si allí podrán aceptarlos. Hasta ahora, ninguno ha sido rechazado.

Los médicos voluntarios pudieron tomar prestado un teléfono satelital, llamar al hospital de San Juan y asegurarse de que el hombre pudiera ser tratado en él.

“Si no hubieran venido, podría haber sido diferente. Quizás no se hubiese estabilizado”, consideró Jessica Torres, una pariente del enfermo, de 41 años. “Se necesitan más servicios médicos en las montañas”.

Otros voluntarios que llegaron a Jayuya esta semana coincidieron. “Ha habido siempre un buen sistema de salud aquí, pero está básicamente colapsado. La gente se ha quedado sin recetas; los consultorios médicos y los hospitales cerraron”, dijo Natasha Tobias, una enfermera registrada de Portland, Oregon, quien se ofreció como voluntaria a través de Heart to Heart, una organización sin fines de lucro con sede en Kansas City.

Si bien el hospital de Jayuya y otros a los cuales su grupo ha asistido en la ciudad montañosa de Barranquitas y al sur de San Juan, en Caguas, todavía estaban en funcionamiento, la demanda constante de cuidados después de la tormenta es evidente y no cesa. “A medida que los caminos se abren, la gente baja y vemos más heridos” de las áreas de montaña más remotas, advirtió. “Estamos muy preocupados de que esto se convierta en una crisis más grande con el paso del tiempo”.

Del otro lado de la ciudad, Esha García, de 33 años, madre de dos niños y paciente diabética, estaba a punto de quedarse sin insulina. Su medicación está cubierta por Medicare, señaló, pero las computadoras de las farmacias locales no funcionaban desde el fenómeno climatológico y no pudo renovar su receta. La mujer emplea cuatro viales de insulina por mes, que cuestan $400 dólares cada uno, y una jeringa de $600, que utiliza cada noche. El miércoles, sólo le quedaban un vial y una jeringa. “Si no recibo la medicación que necesito, tendré que ir al hospital”, afirmó.

El viernes, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos activó su programa de asistencia de emergencia para medicamentos en Puerto Rico, que cubre el costo de recetas, suministros médicos, equipos y vacunas después de un desastre. No estaba claro cuán pronto esto podría ayudar a gente como García, ubicada en el interior de la isla.

El hospital de Jayuya, con su personal de cinco médicos y nueve enfermeras, recibió 78 pacientes más la semana después de la tormenta; 310 en total, de acuerdo con la administradora de la sala de emergencias, Joanna Morales. Hasta ahora, sólo ha muerto un paciente desde el huracán, un hombre que resultó golpeado en un derrumbe. Las posibilidades de tratamiento del centro son limitadas, precisó Morales; se está agotando el diesel para su generador, y sin uno adicional no pueden usar respiradores ni máquinas portátiles para radiografías de tórax. Además, necesitan reabastecer medicamentos básicos y equipos, incluyendo tanques de oxígeno e insulina.

“Todos los días atendemos pacientes que entran sin oxígeno y tenemos que admitirlos”, explicó la doctora Lourdes Rodríguez, quien viajó al norte de Ponce para ser voluntaria en el hospital después de la tormenta. La Guardia Nacional de Puerto Rico había prometido instalar un hospital temporal con un equipo de 10 médicos, pero aún no ha llegado, informó la médica.

Los médicos voluntarios debieron marcharse después de una hora, con destino a varias otras ciudades de montaña, como Lares, Morovis y Orocovis. El Servicio de Rangers de los EE.UU. volvería al día siguiente con un generador y otros suministros.

“El foco de atención hoy fueron las áreas más aisladas”, informó la excirujana general de los Estados Unidos Antonia Novello, quien viajó con el grupo llevando una camiseta que decía “Puertorriqueña de pie”. La experta trabaja en una campaña de vacunación puesta en marcha el viernes en toda la isla para proteger a los habitantes de las enfermedades transmitidas por mosquitos. También espera distribuir kits de tratamiento donados para combatir esas afecciones.

Después de aproximadamente una hora, el equipo volvió a los helicópteros, descargó varias cajas de las medicinas tan necesarias para el hospital, distribuyó comida y agua a una multitud de familias que aguardaban y se preparó para despegar. “Aquí no perdemos el tiempo”, aseguró Novello. “No podemos permitírnoslo”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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