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Estudio señala que la práctica religiosa reduce el riesgo de suicidio, especialmente en mujeres católicas

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En un sombrío contexto de aumento de las tasas de suicidio entre las mujeres estadounidenses, una nueva investigación reveló un halo de luz: un grupo de mujeres -las católicas practicantes- parecen haber resistido la tendencia nacional de desesperación y violencia autoinfligida.

En comparación con las mujeres que nunca han participado de encuentros religiosos, aquellas que acudieron a cualquier servicio una vez por semana -o más- resultaron cinco veces menos propensas a cometer suicidio entre 1996 y 2010, según un estudio publicado este miércoles por JAMA Psychiatry.

No queda claro qué tan ampliamente pueden aplicarse estos hallazgos a una población diversa de mujeres estadounidenses. En un estudio de población formado por enfermeras y dominado por mujeres que se identificaron como católicas o protestantes, la tasa de suicidio observada fue de aproximadamente la mitad de la apreciada en las mujeres estadounidenses en su conjunto. De un total de 89,708 participantes entre 30 y 55 años de edad, 55,36 de ellas se suicidaron durante los 15 años del estudio.

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La concurrencia a la iglesia no fue el único factor; a qué sitio asistieron también fue importante. Las protestantes que profesaron su fe semanalmente en la iglesia fueron mucho menos propensas a quitarse la vida que aquellas que rara vez o nunca asistieron. Pero esas mismas mujeres protestantes probaron ser siete veces más propensas a morir por mano propia que las devotas católicas.

Entre las católicas especialmente devotas -quienes asisten a la iglesia más de una vez por semana- los suicidios son un fenómeno en fuga. Entre las 6,999 de ellas que afirmaron asistir a misa más de una vez por semana no se registró un solo acto de esa naturaleza.

El efecto que la religión tiene en la prevención del suicidio no es una simple cuestión de identidad de grupo: las católicas que nunca asisten a misa cometieron suicidios casi con la misma frecuencia que las mujeres de cualquier otra religión que no son practicantes activas.

En cambio, los autores sugieren que la asistencia a servicios religiosos es “una forma de participación social significativa”, que amortigua la soledad y el aislamiento, dos factores fuertemente implicados en la depresión y el suicidio. “La religión y la espiritualidad pueden ser un recurso poco apreciado, que los psiquiatras y médicos podrían explorar con sus pacientes según el caso”, escribió un equipo de investigadores liderado por Tyler J. VanderWeele, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan, de Harvard.

El nuevo estudio se conoce apenas dos meses después de que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) documentaran un fuerte aumento en los suicidios en los EE.UU. entre 1994 y 2014. Las tasas se incrementaron tanto entre hombres como mujeres, y en todos los grupos etarios entre los 10 y los 74 años. Aunque las mujeres siguen siendo mucho menos propensas que los hombres a quitarse la vida, los CDC descubrieron que la brecha está disminuyendo. Entre las mujeres de 45 a 64 años -la etapa donde los suicidios son más frecuentes- la tasa de 2014 fue un 80% más alta que la registrada en 1999.

La Iglesia Católica siempre ha enseñado que el suicidio es un pecado mortal; advirtió desde tiempos inmemoriales que aquellos que se quitaban la vida iban al infierno y les negó a muchos un entierro católico por ese motivo. Sin embargo, en décadas más recientes la posición de la religión se ha suavizado. Los católicos ahora señalan que la responsabilidad del suicida puede disminuir “por trastornos psicológicos graves, angustia o temor ante grandes dificultades, sufrimiento o tortura”, y advierten que las familias “no deben temer por la eterna salvación” de un ser amado que se ha quitado la vida.

Aunque las severas condenas al suicidio podrían haber causado que muchos familiares o allegados de un suicida opten por no reportar el hecho a la iglesia, los autores del estudio señalan que tal distorsión debería ser a escala realmente masiva como para borrar la gran diferencia hallada entre las mujeres devotas -particularmente las católicas- y sus pares no religiosas.

Sigmund Freud, el padre de la psiquiatría, denunció las creencias religiosas como “la neurosis obsesiva y universal de la humanidad”. Mucha investigación actual, sin embargo, se ha enfocado no sólo en las bases biológicas profundas de la religiosidad sino también en sus beneficios potenciales.

El Dr. Aaron Kheriaty, profesor asociado de Psiquiatría en UC Irvine, señaló que el nuevo diseño del estudio y sus hallazgos refuerzan un vínculo entre la práctica religiosa y la salud mental, que fue explorado por primera vez por el sociólogo Emile Durkheim, en 1897.

La larga duración del estudio -a las mujeres se les consultó cada dos años sobre su asistencia a misa, entre 1996 y 2010- “sugiere una relación causal entre la práctica religiosa y un riesgo significativamente menor de suicidio, especialmente para las católicas”, afirmó Kheriaty, quien no estuvo involucrado en el nuevo análisis. El especialista, quien es coautor de “The Catholic Guide to Depression” (La guía católica de la depresión) reconoció el poder de las fuertes condenas hacia el suicidio, pero agregó que la religión también puede proteger contra la desesperación. “Las convicciones y prácticas religiosas pueden ayudar a la gente a fomentar un sentido de esperanza, aun en medio de grandes crisis o adversidades”, aseguró. “La fe religiosa puede ayudar a las personas a encontrar un sentido de significado y propósito, incluso en el sufrimiento”.

“No es nuestro papel ‘prescribir’ la práctica religiosa… o hacer proselitismo con nuestros pacientes”, advirtió Kheriaty. “Es seguro asumir que la convicción religiosa y la fe deben ser genuinas y sinceras para que puedan proporcionar los beneficios a la salud mental y física que varios estudios han sugerido”.

Pero si los pacientes tienen inclinación a explorar la religión o la espiritualidad, señaló el psiquiatra, “los médicos pueden animarlos a explorar tales actividades con confianza, puesto que las prácticas religiosas probablemente no dañarán a una persona y pueden, de hecho, ayudarla en su salud mental”.

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