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‘Yo quería ser una niña’ (2da parte)

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Segunda parte de la historia ‘Un menor transgénero de nueve años nos cuenta su historia’

La nota que encontró entre sus cosas es solo uno de los pocos incidentes que han hecho sentir a la menor sola. En la escuela y fuera de ella, T es muy segura de sí misma.

Ella se mueve tan rápido en la cancha de voleibol que uno de los padres de sus compañeros la apodó “Kite”, refiriéndose a un papalote. T cuando no está jugando, ella es muy platicadora y afectiva.

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Pero en ocasiones, es difícil saber qué es lo que está pensando, dijeron sus padres porque siempre ella está ansiosa de convencerlos de que es una niña segura.

Cuando T dice que “todo está muy bien”, su madre sabe como acercarse para continuar platicando. En una ocasión, su mamá encontró a su hija pensando acerca de cuánto no le gusta su pene y sus testículos porque le recuerda que es por lo que la gente la considera un niño.

Cuando ella nació, la cajita de ‘masculino’ en su registro fue marcada porque salió del vientre de su madre con las partes de un hombrecito. La pequeña no podrá decidir hasta que sea más grande si se opera su cuerpo o no; Sin embargo, ella afirma su feminidad en otra manera.

Cuando era pequeñita y estaba buscando un disfraz, T quería disfrazarse de hada, una porrista o una bruja; en los días de juego siempre se juntaba con niñas para jugar a la ‘cocinita’. La mamá de la menor recuerda cuando se dio cuenta que la conducta de su hija no era simplemente una etapa de su vida.

T tenía cuatro años de edad cuando estaba sentada en las piernas de su madre, quien siempre ha disfrutado la presencia de sus sobrinos alrededor. En ese momento, ella le explicó a su hija lo emocionada que se sentía de saber que estaba embarazada y que iba a tener un bebé barón.

“Yo quería ser una niña, mamá”, le dijo T a su madre con los labios temblorosos.

La pregunta más frecuente que los padres de T reciben es ¿por qué dejan que la transición se realice a tan temprana edad – por qué no esperar hasta que ella sea más grande?

En respuesta, la mamá de T cita estadísticas mostrando que los menores que son gay, lesbianas, bisexuales y transgénero, sin el apoyo de sus familias, enfrenta altos riesgos e índices de intentos de suicidio.

Con eso en mente, los padres de T empezaron a decir “Si”.

Si a las playeras brillantes de la sección de niñas de Target. Si a la casa de ensueño de Barbie.

Aún así, esa nueva actitud era una línea muy fina de seguir. Inicialmente, las playeras de niña eran solo para la casa. Sus padres le permitieron usar camisetas brillantes en el kínder, pero solo si iban acompañadas de pantalones – una oportunidad que utilizaron para hablar de los niños burlones o ‘bullies’.

Después de que la pequeña se iba a dormir, sus padres se pasaban horas y horas en la internet, buscando lo que significaba ser un transgénero. Ellos tenían miedo de que su hija se sintiera aislada porque no veía a nadie como ella.

Cuando T tenía seis años, su papá le mostró un video de la periodista Barbara Walters entrevistando, en el 2007, a Jazz Jennings, una persona transgénero y estrella de YouTube.

“Tengo un cerebro de una mujer y un cuerpo de un niño”, dijo Jennings a Walters cuando era todavía un niño.

Jennings le mostró a Walters un dibujo que había hecho de ella misma llorando porque no podía utilizar un vestido cuando iba a la escuela.

Sus padres vieron claramente, como T se identificaba con Jazz.

En su diario (en el que T instruyó estrictamente no leer), la mamá de T encontró un dibujo que su hija había hecho de ella misma portando un vestido morado, con cabello largo.

En ese momento sus padres supieron que necesitaban hacer algo – lo cual no se puede decir que fue fácil de hacer.

“Definitivamente, primero pasas por una etapa de dolor por el niño que tu pensabas que tenías”, dijo la mamá. “Pero al mismo tiempo que estas dolido, estas emocionado porque tu hijo está muy feliz de ser él mismo”.

‘Quiero ser una niña…, una hermana’

En la medida que el número de personas identificadas como transgénero aumenta, de igual forma el número de lugares donde los cambios suceden.

Los adultos pueden empezar a vestir diferente, actuar diferente y presentar una versión diferente de ellos en el trabajo. Para los niños, en las escuelas es donde muestran quienes verdaderamente son a sus compañeros de su misma edad –quién por definición, es cuando empiezan a luchar con sus ideas de lo que la sociedad acepta y lo que es normal.

La transición de T en la escuela fue en forma gradual.

En el segundo año de la primaria, ella regreso a la escuela una noche antes de la fiesta que sería de música disco y dijo que quería llevar un vestido a la celebración.

Muy a menudo, la pequeña se vestía con faldas cuando llegaba a la casa, a partir de esas ocasiones, sus padres solo esperaban el momento en que ella les pidiera el poder llevar una falda a la escuela.

Antes de la fiesta, la menor se puso el vestido largo que quería llevar: un vestido azul con negro largo hasta el suelo, y con tirantes rosas brillantes. Su padre tomó una foto y dijo que se veía maravillosa.

Esa noche, ella tomo a su padre de la mano y lo apretó, mientras caminaban el pasillo hacia el auditorio. Cuando finalmente se unió a sus amigos, su padre se fue desapareciendo poco a poco y se juntó con los otros padres de familia, orgulloso, pero nervioso, lo recuerda ahora.

La pequeña y sus amigos bailaron bajo el escenario de la música disco, movían su cuerpo y sus piernas alegremente en medio de un mundo de globos multicolores. Enseguida se juntaron en pequeños grupos para reír y disfrutar como lo hacen las menores de ocho años de edad.

“Ella solo vistió lo que quería vestir y todos parecieron aceptarla”, dijo la mamá. “Fue como el momento de la aceptación”.

A partir de aquel día, T empezó a llevar faldas y vestidos a la escuela y a utilizar el baño de las enfermeras.

Pero todavía era considerado como un niño en la escuela.

En ese mes de mayo, T tomo una decisión. “Mi mamá me preguntó: ¿Te sientes cómo una niña o un niño?”, la pequeña recuerda. “Y yo le respondí, como una niña”.

Su mamá recuerda que el niño que había nacido con un certificado de nacimiento masculino, ahora le decía. “El próximo año en la escuela quiero ser una niña…, una hermana”.

“Búscalo en Google’

Estos días, los maestros y los estudiantes se refieren a T como una ‘niña’.

Cuando los padres de algunos estudiantes señalaron como un problema el hecho que T utilizara el baño de las niñas, la directora les mostró la póliza del Distrito Escolar y la ley de California donde dice que los alumnos tienen el derecho de utilizar el baño con el que ellos se identifiquen sexualmente.

Dejando el tema de género a un lado, T es una maestra de modas, quien modela su chaleco brillante de leopardo un día y una playera brillante cubierta de un tigre gruñendo al siguiente.

Algunos niños transgénero eligen cambiarse de escuela cuando hacen la transición y de esa forma evitar comparaciones de su pasado y de su presente, especialmente los menores de ocho y nueve años de edad. Pero T permaneció en la misma escuela, salón de clase y la misma maestra, sin perder el apoyo de sus amigos.

No obstante, ella también tenía que enfrentar la confusión inevitable.

Un amigo le preguntó a T que si era niño o niña.

T dijo que era niña.

“Pero eras un niño el año pasado”, su amigo contestó.

“Soy una niña transgénero”, la pequeña agregó.

Su amigo le preguntó qué significaba ser transgénero.

La pequeña le respondió: “búscalo en Google”.

Al siguiente día, su amigo regresó a la escuela y dijo que ella y su abuelita habían buscado el término en la internet y que ahora ya sabían lo que ser un transgénero significaba.

Una niña de tercer grado en transición

Son como las 6:10 de la tarde y T se sienta en la mesa del comedor para hacer su tarea. Su cabello güero está amarrado en una ‘colita’ para presumir sus aretes que recientemente compró. Ella agarra un lápiz con una mano y mueve sus dedos – con uñas pintadas de azul oscuro- de la otra mano.

El entrenamiento de voleibol empieza a las 7 p.m. y T parecer estar en apuros.

Hay un poster arriba de la cama de T, del colegio donde a ella le gustaría jugar cuando sea grande. Ella se sabe de memoria todos los puestos de voleibol sin pensarlo. Su mamá lo jugó en el colegio y sus hermanas lo juegan en forma competitiva en la preparatoria. Ahora también es parte de la identidad de T.

El color favorito de la pequeña solía ser rosa, el color con el que se asocia como niña y la forma más fácil de afirmar su feminidad.

Tan pronto como el mundo se detuvo desafiando el hecho de que ya era una ‘niña’, T inmediatamente retomó las complejidades de lo que significa la infancia de una pequeña.

El color favorito de T ahora es azul. Constantemente cambia las medias por pantaloncillos ajustados o cortos para jugar básquetbol; de esa forma, ella puede correr a todas partes en la escuela más fácilmente, o inclusive, jugar ‘luchitas’ con su hermano.

Su mamá le llama a ella un ‘tomboy’

Su papá le dice su princesa guerrera

Ella se dice a ella misma una niña normal.

Si quiere leer la historia en inglés haga clic aquí.

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