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Divisiones en el hogar: un marido que simpatiza con Trump y una esposa que quiere a Clinton

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La dicotomía política entre la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump en estas elecciones se ha trasladado a los dormitorios y cenas de matrimonios estadounidenses, especialmente en hogares de bajos y medianos ingresos que encuentran en el discurso de ambos una razón para la esperanza.

Las instrucciones son claras: “si apoyan a Trump, se les dice adiós y buenos días”. Así comienza una mañana de “canvassing”, el proceso en el que voluntarios llaman a las puertas en vecindarios reñidos electoralmente para convencerlos de que salgan a votar el día de las elecciones.

Pero nunca es tan fácil. Especialmente en un modesto barrio de clase media de un estado como Virginia, uno de los conocidos como bisagra, aquellos que pueden inclinarse de uno u otro lado en elecciones.

Allí, los mensajes de ambos candidatos a favor del resurgir de las familias trabajadoras calan por diversos motivos y suelen siempre seguir estas líneas: un marido que simpatiza con Trump y una esposa que quiere a Clinton en la Casa Blanca.

Los voluntarios de SEIU, el mayor sindicato del sector servicios del país, que han tocado a la puerta de uno de estos hogares en Woodbridge (Virginia), han sido rechazados educadamente por un hombre de unos 40 años que ha apuntado sin rodeos que votará por Trump el 8 de noviembre.

“Tenemos registrados en esta casa a alguien que vota demócrata”, insiste un voluntario al hombre, que sin mediar palabra y con desgana se adentra en su casita de un solo piso para que acto seguido aparezca su mujer.

Matilda se aleja del porche hasta pisar el descuidado césped en el que está aparcada una camioneta del servicio de reparaciones de su marido para iniciar la conversación a cierta distancia.

“Votaré por Hillary Clinton, claro. A mi marido no le gusta y no solemos hablar de ello. Pero yo estoy con ella”, confiesa como una niña traviesa Matilda, que, ahora en la acera, se encuentra rodeada por los carteles de apoyo a Trump de dos casas vecinas al otro lado de la calle.

En un solo día, las dos decenas de voluntarios del sindicato, apasionados defensores de la opción progresista que representa Clinton, han tocado a la puerta de alrededor de un centenar de hogares y la mayoría de los casos destacables que comentan son de mujeres que, al contrario que sus maridos, votarán para que Clinton sea la primera mujer presidenta de la historia de EE.UU.

La sucesión se repite casi siempre de igual manera: el marido abre la puerta y revela que votará por Trump; aparece la esposa manteniendo a raya a gatos o perros, y comienza la conversación con los voluntarios, que preguntan si votará por las opciones Demócratas en las papeletas y recuerdan dónde está el colegio electoral y resuelven dudas de procedimiento.

Esta zona del este de Woodbridge, donde el ingreso medio por hogar ronda los 80.000 dólares, es un punto caliente electoral la Virginia de clase media-trabajadora, ya que puede inclinarse tanto del lado de Trump como de Clinton, a la que las encuestas le dan ventaja en ese estado.

La mayoría de sondeos dan a la demócrata una ventaja de alrededor de 10 puntos entre las mujeres sobre Trump, quien desde comienzo de campaña hizo polémicos comentarios sobre mujeres y cuya imagen quedó aún más devaluada entre las votantes con la publicación a principios de mes de un video en el que presumía de su inmunidad ante el magreo.

A comienzos de mes, Celinda Lake, una analista de opinión demócrata, aseguraba en una conferencia que normalmente el matrimonio moderaba las diferencias políticas de género (la esposa votaba como su marido), especialmente en los suburbios, algo que con la aparición de Trump y de una candidata a presidenta ha desaparecido en muchos casos.

“Algo que no habíamos visto antes es este gran abismo entre mujeres y hombres en matrimonios. Nunca habíamos visto maridos y mujeres tan en desacuerdo político”, explicaba Lake.

“Gracias por venir. Me encantó hablar de política. Está muy bien que hagan esto”, se despide Matilda, que en la mano esconde un panfletín de campaña que reza “Estoy con ella”.

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