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Donald Trump, un presidente obsesionado con su imagen

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En su primera semana en el poder, Donald Trump ha dado señales de ser un presidente obsesionado con su propia imagen, preocupado por la magnitud de las multitudes que le aclaman y convencido de que los medios de comunicación conspiran para minimizar los logros que tanto se ha esforzado en conseguir.

Desde su insistencia en que su investidura fue la más vista “de la historia” a sus elogios a su propio discurso ante la CIA, pasando por su promesa de una investigación sobre el supuesto fraude en las elecciones que ganó, Trump ha dedicado muchos esfuerzos desde que llegó al poder a corregir cualquier percepción negativa sobre él.

“Trump se obsesiona con su popularidad incluso cuando su poder no está en juego, porque desea ser visto como el mejor en todos los aspectos”, dijo a Efe un experto en política e historia presidencial en la Universidad de Albany (Nueva York) Bruce Miroff.

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Según Miroff, todos los presidentes estadounidenses de la historia moderna “han empleado estrategias mediáticas y encuestadores para potenciar su índice de aprobación, porque creen que un presidente popular es un presidente poderoso”.

“Pero con un puñado de excepciones, como la de Lyndon Johnson, los presidentes han valorado la popularidad como un instrumento, en lugar de obsesionarse con ella como algo relacionado con su ego y su vanidad”, subrayó el experto.

Un día después de asumir el poder el pasado día 20, Trump envió a su portavoz, Sean Spicer, a acusar a la prensa de mentir sobre la cantidad de gente que asistió a la investidura, a pesar de lo que mostraban las fotos y estimaciones de los expertos, lo que llevó a la nueva Casa Blanca a asegurar que defendían “hechos alternativos”.

Ese mismo día, Trump llamó al director en funciones del Servicio Nacional de Parques, Michael T. Reynolds, y le pidió divulgar más fotografías de la multitud del día anterior en la explanada central de Washington, según los diarios Washington Post y New York Times.

La esperanza de Trump era que unas fotografías tomadas desde otro ángulo acabaran con las comparaciones que se habían difundido en las redes sociales de la foto aérea del centro de Washington en su investidura y la de la toma de posesión de Barack Obama en 2009.

“La multitud era masiva”, insistió Trump este miércoles en declaraciones a la cadena ABC News.

En esa misma entrevista televisiva, promocionó su discurso del fin de semana pasado en la sede de la CIA, y aseguró que recibió “la mayor ovación desde que (el jugador de fútbol americano) Peyton Manning ganó la Superbowl”.

Muchos analistas atribuyen también las denuncias de Trump sobre un supuesto fraude electoral con entre tres y cinco millones de votos “ilegales” a sus dificultades para aceptar que su rival, la demócrata Hillary Clinton, le ganara en el voto popular, aunque no en el sistema que da las llaves de la Casa Blanca.

Trump, que llegó al poder con el índice de aprobación más bajo para un nuevo presidente en al menos 60 años -un 45 % según una encuesta de la consultora Gallup-, ha demostrado que está nervioso por la cobertura mediática de sus acciones.

Según su entorno, Trump tiene la sensación de que los medios no están retratando adecuadamente la magnitud de sus logros y que eso está afectando a la percepción del público al respecto.

“La forma de contar las cosas (de los medios) siempre es negativa. Y eso es algo que desmoraliza”, dijo Spicer, el portavoz de Trump, en una conferencia de prensa esta semana.

Para Julian Zelizer, un historiador y profesor de políticas en la Universidad de Princeton, la tendencia de Trump a “decir falsedades para respaldar su popularidad” puede ser problemática, porque “genera confusión entre el electorado sobre lo que es o no es real”.

“También puede empujarle a dar pasos que no son buenos para el país, con la esperanza de que aumente su popularidad”, afirmó Zelizer a Efe.

Miroff, por su parte, opinó que la voluntad de Trump de “creer lo que sea que le haga quedar bien, incluso si todas las pruebas apuntan a lo contrario, sugiere una tendencia preocupante a delirar cuando alguien cuestiona la imagen que tiene de sí mismo”.

“Esa tendencia puede ser peligrosa cuando se enfrente a asuntos más significativos que el tamaño de una multitud o un fraude electoral no existente”, indicó Miroff.

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