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Después del asesinato de su amigo en el ataque en Niza, estudiantes de Berkeley crean clase para combatir el terrorismo

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Después de que un hombre condujera un camión de carga a través de una multitud en un paseo en la ciudad francesa de Niza, en julio pasado, los estudiantes de UC Berkeley Tyler Heintz y Anjali Banerjee comenzaron a buscar desesperadamente a un amigo.

Banerjee corrió a través de las multitudes que estaban en la zona celebrando el Día de la Bastilla, y en los días que siguieron visitó un hospital tras otro en busca de su compañero de Berkeley, Nicolas Leslie. Por su parte, Heintz fue detenido por la policía cuando intentaba colgar carteles mostrando una foto de Leslie y pidiéndoles a las personas que llamaran si tenían alguna información.

Pronto descubrirían que Leslie, de 20 años de edad, había sido una de las 86 víctimas que murieron en el ataque terrorista del 14 de julio.

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Dos semanas antes, Tarishi Jain, estudiante de segundo año de UC Berkeley, había sido asesinada cuando hombres armados del estado islámico atacaron un restaurante en Bangladesh.

El dolor de las dos tragedias inspiró a Heintz, de 20 años; Banerjee, de 19, y a su compañera Alice Ma, de 21, para hacer algo al respecto.

Su solución fue crear una clase para tratar de encontrar medios tecnológicos para abordar el terrorismo internacional. Los jóvenes esperaban encontrar ideas que podrían ayudar a los investigadores y agentes del orden público; los estudiantes construían bases de datos y algoritmos para hacer frente al problema.

“Tenemos un montón de gente talentosa aquí en Berkeley, y habíamos vivido uno de los problemas más graves del mundo”, afirmó Heintz. “Estábamos frustrados por no poder aplicar estas habilidades a lo que está sucediendo a nivel global. La muerte de Nick fue parte de la motivación, pero en general tuvo mucho que ver con la atrocidad y el problema como un todo”.

El esfuerzo académico se materializó en el curso Innovation Collider, un proyecto especial que se dicta a través del centro Pantas and Ting Sutardja Center for Entrepreneurship & Technology del campus. Con la ayuda de expertos que trabajan en el sector, los estudiantes buscan formas de rastrear el flujo ilícito de bitcoin, facilitar el seguimiento de datos de vuelo y desentrañar las complicadas redes de las organizaciones benéficas que podrían tener vínculos con el terrorismo.

En el pasado, estas clases tendían a centrarse no en el terrorismo sino en temas más cercanos al corazón de Silicon Valley, como el diseño de ciudades para vehículos autónomos.

Ma, quien no estuvo en Niza durante el ataque, tenía algo de experiencia que podía ser útil. El verano pasado fue pasante en el Centro de Sanciones y Finanzas Ilícitas y trabajó para Yaya Fanusie, exanalista de la CIA.

El pasado septiembre, Fanusie se reunió con los tres estudiantes -a quienes llamó el “trío dinámico”- y comenzó a ofrecerles orientación sobre cómo una clase podría ser útil para las personas que estudian el terrorismo. El exalumno de Berkeley también les encontró un patrocinador, la organización sin fines de lucro Centro Superior de Estudios de la Defensa, que, según su página web, “se dedica a proporcionar análisis basados en datos e informes apoyados en evidencia sobre cuestiones de conflicto global y de seguridad transnacional”.

La clase, cuya concreción les tomó todo el otoño, comenzó en enero y duró ocho semanas. La primera tarea de los equipos de estudiantes fue identificar un problema práctico que pudiera solucionarse. “Tenían todo el conocimiento tecnológico. Les ayudé un poco a entender cómo eran las cosas en el campo”, explicó Fanusie, quien asesoró al grupo.

El experto familiarizó a los estudiantes con la Oficina de Control de Activos Extranjeros en el Departamento del Tesoro, y su lista de todas las personas sancionadas por la agencia. Recorrer la base de datos podría ser frustrante incluso para los analistas de terrorismo experimentados. Una manera más fácil de examinar a estas personas sancionadas e integrar la información con otras bases sería una gran ayuda para los investigadores, explicó.

“En realidad existen muchas personas que quieren trabajar en cosas como ésta si se les diera la oportunidad”, expresó Ma.

Los 22 estudiantes de la clase, la mayoría de ellos con especialización en ingeniería, se dividieron en grupos de cuatro o cinco personas y se reunieron los lunes, durante dos horas, para proponer ideas y escuchar a los expertos. “Los ponentes nos dieron muchos conocimientos sobre la industria y ciertos problemas que deben ser abordados”, narró Banerjee, quien se especializa en historia.

Un reciente lunes de abril, la clase se reunió para las presentaciones finales en la oficina -inspirada en el Silicon Valley- del Sutardja Center, construida en el lateral del California Memorial Stadium, donde juega el equipo de fútbol. Todos habían trabajando horas extras para perfeccionarlas.

Heintz, quien se había roto la pierna jugando al fútbol, saltó desde un lado de la sala al otro para asegurarse de que su grupo estuviera listo.

Fanusie y varios de sus colegas del grupo de expertos participaron vía Skype.

Cada grupo recibió algunas críticas sobre el planteo de sus propuestas ante un panel de jueces en la sala.

Menos de un año después de que la tragedia sacudiera a su comunidad, los estudiantes sintieron que habían encontrado una manera de colaborar.Este mayo viajarán a Washington y presentarán sus resultados a los funcionarios del Departamento del Tesoro, representantes de la industria de la defensa y la comunidad de grupos de expertos.

Traducción: Diana Cervantes

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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