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Cuando una escuela se convierte en todo un refugio para estudiantes

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ATLANTA.- El profesor de matemáticas Christian Zsilavetz quiere trabajar en una escuela donde pueda ser él mismo, en un lugar donde pueda mencionar que jugaba en el equipo de basquetbol de las niñas o que estaba casado con un hombre.

El año pasado, cuando le preguntó a la directora de la escuela privada donde trabajaba si podía decirles a sus alumnos de primaria y secundaria que era una persona transgénero, ella dijo que creía que eso cruzaría la línea entre lo profesional y lo personal.

Pero aún así, la directora lo animó: ¿Por qué no dejas de tratar de arreglar las escuelas de los demás y abres tu propia escuela?

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Zsilavetz espera abrir este verano Pride School Atlanta, la primera escuela del sudeste que se enfocará en los estudiantes gays, lesbianas, bisexuales, transgénero, con dudas e intersexuales (personas que nacieron con características de ambos sexos).

Si la escuela abre en agosto, será una de las primeras escuelas LGBT del país en ofrecer clases para estudiantes desde nivel preescolar. Zsilavetz, quien tiene una hija de 6 años y un hijo de 3 años de edad, dice que la escuela no sólo será segura para los niños, sino para los adultos también.

Los padres LGBT ya no tendrán que preocuparse porque los otros alumnos se burlen de sus hijos por venir de un hogar no convencional; y los maestros podrán revelar su verdadera identidad.

Todos los estudiantes podrán usar vestidos o dejarse el cabello largo, caminar tomados de las manos o utilizar el baño que quieran sin temor a ser acosados.

Muchos padres de familias le dan la bienvenida a la idea de tener una escuela LGBT privada en Atlanta. La pregunta es si suficientes padres van a inscribir a sus hijos para que la escuela pueda alcanzar su objetivo modesto de 10 a 15 estudiantes.

Aunque Georgia es uno de 13 estados con una enmienda constitucional en contra del matrimonio homosexual, muchas escuelas de Atlanta y hasta en algunas áreas rurales y suburbanas han tenido progreso significativo en las cuestiones de la comunidad LGBT.

Las actitudes sociales están cambiando a través del estado mientras los estudiantes establecen alianzas entre homosexuales y heterosexuales, llevan a miembros del mismo sexo al baile de graduación y piden baños de género neutro.

A diferencia de muchos otros estados, como California y Nueva York, Georgia no tiene ninguna ley estatal en contra de la intimidación o la discriminación que protegen a los estudiantes LGBT. Sin embargo, en los últimos años, 20 condados, que consisten en el 58% de los estudiantes de las escuelas públicas del estado, han introducido políticas que prohíben el acoso escolar sobre la base de la orientación sexual e identidad de género, de acuerdo al grupo Georgia Equality, el grupo de defensa de los derechos de los homosexuales más grande del estado.

De acuerdo a un estudio realizado en el 2013 por la Red Educativa de Gays, Lesbianas y Heterosexuales, que encuestó a casi 8,000 alumnos de escuelas secundarias de los Estados Unidos, más de una tercera parte de los estudiantes de Georgia informaron haber sido acosados físicamente, y cerca de una quinta parte informó haber sido agredido físicamente en el último año debido a su orientación sexual.

Casi todos los estudiantes habían escuchado cómo la palabra “gay” era utilizada de manera negativa, y 9 de cada 10 escucharon frases homofóbicas.

En los Estados Unidos, más de la mitad de los estudiantes LGBT dijeron que habían experimentado prácticas discriminatorias en su contra, tales como el ser disciplinados por realizar demostraciones públicas de afecto o el impedirles utilizar un nombre o pronombre preferido.

Faith Yewdall, de 33 años de edad, una educadora en el hogar de Atlanta, no puede pagar la inscripción anual de la escuela Pride de 12 mil dólares, pero espera poder registrar a su hijo Ziya, de 6 años de edad, para algunas clases.

El año pasado, cuando inscribió a Ziya en una escuela preescolar charter, fue acosado verbalmente y físicamente por sus compañeros de clase por tener cabello largo y por llevar una mochila de My Little Pony.

Los administradores y los profesores lo apoyaron, el director incluso usó lentes morados similares a los de Ziya para inspirar la tolerancia entre los estudiantes, pero el acoso continuó. Después de dos semanas, Ziya sugirió que se debería cortar el cabello y comprar una mochila nueva.

Yewdall lo sacó de la escuela. “No debería de cambiar para poder encajar con los demás”, dijo.

Si la escuela Pride abre este año, se unirá a un puñado de escuelas LGBT de a través del país. Muchas de estas escuelas, al igual que sus alumnos, se enfrentan a varios desafíos.

La primera escuela secundaria privada homosexual del país, la Escuela Comunitaria Walt Whitman en Dallas, cerró en el 2004 después de luchar con el financiamiento y la acreditación. La escuela secundaria Harvey Milk de Nueva York abrió hace una década como la primera escuela pública LGBT, pero las inscripciones han disminuido drásticamente durante los últimos años.

El año pasado, la escuela Alliance en Milwaukee, una escuela pública que estableció la primera escuela secundaria LGBT en el 2008, descontinuó sus programas de sexto a octavo grado después de los recortes realizados al presupuesto estatal.

Algunos expertos están intranquilos con la idea de las escuelas LGBT separadas.

“En general, no estoy a favor del aspecto separados pero iguales”, dijo Ritch Savin-Williams, maestro de sicología evolutiva y director del laboratorio de sexo y género de la U. de Cornell.

En un mundo ideal, los estudiantes estarían integrados, negociando sus amistades y aprenderían a resolver sus diferencias, argumentó Savin-Williams. “No quiero sacrificar a los niños para marcar un punto de vista político”, dijo. “Sólo tengo que sacar a las escuelas públicas del apuro. Ese es el dilema”.

En Atlanta, muchos padres se han negado a la idea de tener una escuela primaria y secundaria LGBT. Para algunas personas, la cuestión es el costo o la falta de acreditación de la escuela. Otros dicen que no han experimentado retrocesos significativos o prefieren esforzarse para lograr una mayor aceptación en el sistema de educación pública.

“El enviarlos a una escuela LGBT no es prepararlos para el mundo real”, dijo Kevin Payne-Owens, de 38 años de edad, un estilista homosexual de Atlanta, cuya hija de 12 años de edad, Marissa, asiste a una escuela charter. “Quiero que esté expuesta a todas las cosas”.

Hasta ahora, Payne-Owens solamente se había encontrado con un problema: en preescolar, un compañero de clase le dijo a Marissa que su familia no era una familia en el sentido bíblico. Aparte de eso, todas las demás personas han sido muy tolerantes.

Las escuelas separadas plantean algunas preguntas sobre cómo los estudiantes van a resolver las diferencias y cómo van desarrollar resistencia, dijo Emily Brown, un agente de campo para el grupo Georgia Equality. Ella le da la bienvenida a la escuela Pride como una opción temporal a diferencia de una solución permanente para el prejuicio y la discriminación de las escuelas públicas.

Aunque el sur tiene mala reputación, los problemas rara vez son causados por el odio o la mala actitud, dijo Brown. Algunos temas, como los baños de género neutro, son tan nuevos que los administradores no están seguros sobre cómo responder.

Aun así, hay desacuerdo en cuanto a que tan lejos pueden llegar las escuelas para imponer la tolerancia. La mayoría de los expertos coinciden en que los estudiantes que agreden o acosan físicamente a otros deben ser castigados, pero algunos expertos se preguntan hasta qué punto los maestros y los administradores deben cuidar las palabras utilizadas en los patios de recreo, los vestidores y los pasillos.

“Nunca vamos a deshacernos de la palabra ‘gordito’”, dijo Savin-Williams. “La frase ‘Eso es tan gay’ todavía está ahí en el léxico de los niños. Las palabras crueles son pronunciadas, pero no es lo mismo que el ser agredido o amenazado físicamente”.

Aunque las escuelas deben trabajar para crear un entorno más abierto y tolerante, ninguna escuela está 100% segura, y los niños pueden aprender a distinguir entre el malestar y el peligro, argumentó Savin-Williams. Incluso en los entornos con mayor apoyo siempre habrá conflictos.

Zsilavetz, sin embargo, está cansado de sentir que ha permitido el seguimiento de un sistema roto. Quiere asegurarse de que sus propios hijos nunca se sientan incómodos porque proceden de una familia atípica. Al ofrecer un espacio de aceptación para una población mal atendida y acosada, él espera que los estudiantes se puedan sentir cómodos entre aquellas personas con experiencias similares.

“La escuela no debe ser un campo de batalla o una representación plena del mundo real”, dijo Zsilavetz. “Hay una razón por la que las escuelas cierran sus puertas y mantienen afuera a los extraños”.

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