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Cómo es la vida al filo de la peligrosa y temida falla de San Andrés

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Para ser una población de apenas 250 habitantes y aspecto desolador bajo un sol inclemente, Bombay Beach recibe bastante atención de reporteros y equipos de producción de películas y documentales.

El interés se hizo más fuerte luego de que hace dos semanas la localidad de casas desvencijadas y caminos polvorientos, situada a orillas del Salton Sea, sintiera la tierra vibrar durante dos días sin descanso: en total, fueron 200 temblores, algunos de ellos de magnitud superior a 4.

Y es que Bombay Beach no sólo tiene cerca el lago más grande de California, sino que se encuentra en el extremo sur de la imponente falla de San Andrés.

¿Significan los recientes movimientos sísmicos que la llegada del “Big One”, el poderoso terremoto que puede arrasar California, es inminente?

“Sólo Dios lo sabe”, le dice a BBC Mundo Sharonda, una de las habitantes de Bombay Beach, que regenta la única tienda del pueblo.

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Algo habitual para algunos...

Los anuncios en radio y televisión para que los ciudadanos de California se preparen ante un posible desastre y contraten seguros integrales pueden llegar a pasar inadvertidos de lo frecuentes que son los temblores.

Si esto ocurre en las grandes ciudades, es fácil imaginar que para los habitantes de las pequeñas poblaciones que viven con la falla de San Andrés bajo sus pies, los movimientos sísmicos son aún más cotidianos.

“No es que estemos acostumbrados”, nos cuenta Steve desde detrás de la barra del Ski Inn, uno de los dos bares que alegran la vida de Bombay Beach.

“Lo que estamos es resignados”.

Steve habla en tono irónico y con una media sonrisa enumera los peligros que acechan a este lugar:

  • la degradación del lago Salton Sea,
  • los tres volcanes que, según él, no están dormidos sino haciendo la siesta,
  • el cercano campo de pruebas militares del ejército estadounidense
  • los terremotos

Con este panorama, los 200 temblores de hace dos semanas no son, para él, nada alarmante.

... y preocupante para otros

“Yo sí me asusté”, reconoce Scheherazade, una mujer de Colorado que vive en Bombay Beach desde hace tres años y que atiende el Ski Inn cuando Steve tiene que hacer recados fuera del pueblo.

Scheherazade explica que el enjambre se sintió como una vibración constante del suelo y no como un movimiento ondular de la tierra.

Le preocupó la duración del fenómeno y la violencia de tres o cuatro de los temblores, cuyo impacto fue especialmente fuerte en la noche.

A pocos metros del Ski Inn, está The Chow Markt, la única tienda de Bombay Beach.

Allí me recibe Sharonda quien, como Scheherazade, admite que sintió miedo con los temblores de principios de mes.

Natural de Michigan, en la zona de los Grandes Lagos en el norte de EE.UU., Sharonda llegó a Bombay Beach hace apenas unos meses para cuidar de su madre, enferma de cáncer de seno.

El abuelo de Sharonda murió hace poco y su madre se quedó a cargo de la tienda.

“Mi abuelo era un hombre muy conocido en el pueblo, muy querido”, relata Sharonda.

La vida en esta zona de California es muy diferente a lo que dejó atrás en el norteño Michigan, sobre todo por el sofocante calor que azota esta zona.

Es una mujer acogedora y sonriente y, si bien es consciente del riesgo de terremotos, se refugia en su fe para mantenerse serena.

“Dios es el que nos hace y sólo él puede decidir. Además, es el único que sabe, los científicos se pueden equivocar”, sostiene.

Prevención y sentido común

Ben Sutherland, de la Agencia Geológica de Estados Unidos (USGS por sus siglas en inglés), tiene más confianza en la ciencia, pero sabe que no puede poner fecha para la llegada del gran terremoto.

La frase más repetida por los expertos suele ser “no se trata de si habrá un gran terremoto sino de cuándo ocurrirá”.

Pero Sutherland pide prudencia tras los movimientos sísmicos que se produjeron en el sur de la falla de San Andrés.

“Surgieron muchos rumores”, le explica a BBC Mundo, “pero digamos que si antes la posibilidad del ‘Big One’ era de una entre 6.000 ahora es de una entre 100; es decir, hay un 1% de posibilidades de que vaya a ocurrir”.

“El último gran terremoto que hubo en esa zona data del año 1700 y por supuesto no se tienen detalles, quizá los nativos tengan más información pero no hay registros, no sabemos cómo ocurrió”.

Sutherland destaca que desde los departamentos especializados sólo se puede insistir en que la gente se prepare y por eso se organizan simulacros en los que se educa en prevención y reacción ante los sismos.

Poco riesgo de destrozos

Los habitantes de Bombay Beach no necesitan simulacros para estar preparados para lo que llegue.

En el otro bar del pueblo, el American Legion, me encuentro con varios clientes disfrutando del menú: “hoy es martes de tacos”.

Uno de los vecinos, Wacko, explica con mucha lógica que, si la falla de San Andrés hace rugir la tierra, no serán ellos quienes sufran las peores consecuencias.

El pueblo no tiene edificios altos ni instalaciones que puedan causar grandes destrozos.

“Será peor en las ciudades, en Los Ángeles y otros lugares con rascacielos”.

La jefa del local, Carol, también vive aquí desde hace tres años.

“Vine porque aquí hay trabajo, tengo facturas que pagar”, dice mientras se mueve de un sitio a otro para atender a los clientes, que se conocen entre sí.

Una comunidad solidaria

Pese a haber perdido la popularidad de la que gozó en las décadas de los 50 y los 60, Bombay Beach mantiene un espíritu hospitalario, que se hace patente al entrar en los diferentes locales.

Vuelvo a encontrarme con Scheherazade, quien subraya que todos los habitantes de Bombay Beach se cuidan unos a otros.

Me cuenta que Wacko conduce por todo el pueblo y se asegura de que todos están bien.

“Todos cuidamos de los demás. Yo por ejemplo si veo algo extraño, aviso. Somos muy protectores los unos de los otros”.

Nota publicada en BBC Mundo

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