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Para las familias y amigos de las víctimas, los incendios forestales eclipsaron el tiroteo en Thousand Oaks

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Revisando su cuenta de Twitter a mediados de noviembre, David Clayton-Ready descubrió un evento de recaudación de fondos para las personas que perdieron casas o pertenencias en los incendios que arrasaron California. El hombre sintió un escalofrío.

Menos de una semana antes, su amigo había sido asesinado a balazos en un tiroteo de masas en Thousand Oaks, su ciudad natal. Pero fuera de la ciudad, e incluso también dentro de ella, la masacre parece haberse desvanecido.

Clayton-Ready, de 39 años, respondió: “Por favor, no se olviden de las familias de #BorderLineShooting (tiroteo en Border Line)… Estos incendios son trágicos, pero las cosas pueden ser reemplazadas. A las personas que perdieron la vida no podemos reemplazarlas”.

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Han pasado apenas 10 días desde el tiroteo, el tercero más mortífero en la historia de California. Un letrero en la autopista 101 recuerda a los conductores que se acercan al suburbio de Los Ángeles: 1000 Oaks Strong (Fuerza Thousand Oaks). Borderline 12.

Pero los incendios que se desencadenaron menos de 24 horas después parecen haber eclipsado la tragedia, casi haciéndola desaparecer del foco nacional. El tiroteo no generó un debate sobre el control de armas. La mayoría de los periodistas ya abandonaron la ciudad y pasaron a cubrir el devastador incendio forestal en el norte de California.

Aún lidiando con lo peor que pudo ocurrirle a la comunidad, muchos en Thousand Oaks se preguntan: ¿Cómo el país ya lo ha superado?

Para ellos, la llegada de los incendios apenas después del tiroteo probablemente hizo que sea aún más difícil dejar de pensar en la primer tragedia, sugieren los expertos.

Cuando dos eventos traumáticos ocurren tan cerca, dijo el especialista en salud mental y profesor de USC, Lawrence Palinkas, es posible que “el efecto no sea simplemente acumulativo, sino potencialmente exponencial”.

En su tuit, Clayton-Ready incluyó una foto de su amigo, Sean Adler, sonriendo, junto con sus dos hijos rubios y risueños. Adler, portero en Borderline Bar and Grill, el sitio del tiroteo, era “el hombre más dulce de todos”, afirmó.

“Cuando supe que era una de las víctimas” —la voz de Clayton-Ready comienza a quebrarse, aún procesando la nueva realidad—. “Esto es increíble”.

Los disparos del 7 de noviembre sacudieron a Thousand Oaks, una ciudad tranquila de 120,000 habitantes, con la reputación de ser una de las más seguras del país. Muchas personas que crecen aquí vuelven años más tarde para criar a sus hijos.

La mañana después del hecho, las búsquedas en Google de “tiroteo de Thousand Oaks” escalaron a nivel nacional, a medida que la gente se despertaba y escuchaba las terribles noticias, según Google Trends.

Imágenes de Thousand Oaks, con sus calles anchas y su fondo montañoso, se emitieron en televisores de todo el país. Pero a la tarde siguiente, la gente comenzó a buscar información sobre el “incendio de Thousand Oaks”. A medida que los residentes abandonaban sus hogares en plena noche, esas búsquedas de Google se hicieron más populares, y así siguieron. El cambio ocurrió solo 27 horas después del tiroteo.

La hija de Kim Paolini, Kayla, debía ir a Borderline la noche del tiroteo, pero cambió de opinión a último momento. Su amiga que estaba allí, Noel Sparks, de 21 años, fue asesinada. “Aquí ocurre este tiroteo en masa, y algo de lo cual se hubiese hablado por dos, tres, cuatro días, desapareció de la faz del planeta”, afirmó Paolini, de 47 años. “Nunca se publicó nada sobre esa gente y lo que sucedió”.

El presidente Trump viajó a California el sábado para visitar a los afectados por los incendios. Pero antes de regresar a casa en el Air Force One, se reunió con las familias que perdieron hijos en el tiroteo. “Eso fue algo horrible”, afirmó Trump, según un reportero de la Casa Blanca. “Es uno de los lugares más seguros de EE.UU., y sucedió allí”.

El tiroteo no se convirtió en una pelea política en el marco de un feroz debate sobre el control de armas, como sucedió en otros casos. En un comunicado emitido después de la masacre, Janet Eckhouse, jefa de la sede del condado de Ventura de la Campaña Brady para Poner Fin a la Violencia Armada, afirmó: “No espere que esto le suceda a usted y a su comunidad; exija acción por parte de sus funcionarios electos”.

No fue posible contactar a Eckhouse para una entrevista, en parte porque debió evacuar su casa debido a los incendios, indicó un portavoz de la Campaña Brady.

Incluso sin el fuego, algunos dicen que la nación está anestesiada ante estos tiroteos. El de Thousand Oaks comparte —junto con el de Aurora, Colorado, en 2012 y el de 2013 en el Washington Navy Yard— el puesto 14 de los más mortíferos en la historia moderna de Estados Unidos.

A Samantha Heller, una alumna de 17 años en la cercana preparatoria de Oak Park, la perturbaron los asesinatos, pero no necesariamente se sorprendió. La joven puede recordar una serie de tiroteos de masas en su vida, desde el que ocurrió en la primaria Sandy Hook, cuando ella tenía 11 años.

“Para mí, esto nunca iba a suceder aquí”, dijo Samantha, reconociendo que su perspectiva es sombría. “Deberíamos estar sacudidos hasta la médula, no sólo casualmente horrorizados”.

Pero en 2017 hubo un tiroteo de masas mucho más letal, el peor en la historia moderna del país, en un festival de música country de Las Vegas, donde perecieron 58 personas. La masacre que dejó 11 muertos en octubre en una sinagoga de Pittsburgh, ocurrió 11 días antes del tiroteo de Thousand Oaks, pero ya era una noticia vieja.

La nación ya no experimenta el proceso completo del duelo —las cinco etapas— por estos eventos horribles, consideró Clayton-Ready. A menudo no hay suficiente tiempo entre una y otra tragedia para hacerlo. “La población solo pasa por una o dos etapas en la actualidad, y luego vuelve a la vida como de costumbre”, dijo.

En el exterior de Borderline, en lo que una vez fue una intersección vacía entre unos cuantos consultorios médicos, 12 cruces se alinean en la acera, una para cada una de las víctimas asesinadas a tiros. Frente a ellas se amontonan ramos de flores, y las pilas crecen a diario.

A lo largo del día, la gente viene y se arrodilla ante el memorial improvisado. Algunos se sientan por horas, mirando fotos de sus seres queridos perdidos. En una cruz, para Jake Dunham, de 21 años, aparece una nota: “Mamá te ama para siempre”.

La semana pasada se realizaron servicios conmemorativos para las víctimas en todo el condado de Ventura. El viernes 16 de noviembre hubo al menos tres. El día anterior, miles de personas se dieron cita en una iglesia, atascando el tráfico cercano, para rendir homenaje al sargento del sheriff Ron Helus, quien fue asesinado mientras intentaba salvar vidas en Borderline.

Sin embargo, incluso aquí, los incendios han interrumpido el dolor.

Ian Bradley, reportero de un periódico local, The Acorn, descubrió mientras cubría una vigilia que un amigo de su familia había estado entre los muertos. Telemachus Orfanos, de 27 años, sobrevivió al tiroteo en Las Vegas, pero fue baleado en Borderline.

Pero poco después de que Bradley se enterara acerca de su amigo, sus padres tuvieron que evacuar sus hogares, y desde entonces ha cubierto las llamas. Bradley, de 28 años, sabe que los días posteriores a la vigilia deberían haber sido el momento para que la ciudad procese y sane. “Eso fue completamente interrumpido por las evacuaciones”, aseguró. “Simplemente no ha habido tiempo”.

Muchos en Thousand Oaks dicen que las evacuaciones generalizadas por los incendios crearon un sentido de comunidad que probablemente no se habría cultivado solo después del tiroteo. Las personas fueron expulsadas de sus hogares (en un momento dado, el 75% de la ciudad estaba evacuada) y ello las obligó a unirse y compadecerse entre sí.

Algunos incluso especularon, con esperanza, que los incendios permitieron a la ciudad saltarse el horror del tiroteo.

Pero Palinkas, el profesor de la USC que estudia los efectos psicológicos de los desastres, dijo que aunque los incendios pueden haber provocado una distracción inmediata, la gente no podrá dejar de lado sus sentimientos sobre el tiroteo para siempre. “Eventualmente, la combinación de los dos llegará a ellos”, afirmó.

En su primera reunión desde las tragedias gemelas, el Ayuntamiento de la ciudad de Thousand Oaks efectuó la semana pasada un encuentro especial para declarar el estado de emergencia debido al fuego. En ese momento, el incendio de Woolsey había destruido 100 estructuras en el condado de Ventura, y seguía ardiendo.

Pero una vez terminados los asuntos apremiantes, el alcalde Andrew Fox levantó la sesión en honor a las víctimas del tiroteo en Borderline, una de las “dos tragedias muy significativas” en la ciudad. La televisión en las salas del ayuntamiento mostraba un collage de sus 12 rostros, todos sonrientes, mientras el funcionario comenzó a leer:

“Ron Helus. Cody Coffman. Alaina Housley. Justin Meek. Sean Adler. Blake Dingman”, dijo Fox, marcando cada sílaba de cada nombre. “Noel Sparks. Daniel Manrique. Tel Orfanos. Kristina Morisette. Jake Dunham, y Mark Meza”.

“Que todos descansen en paz”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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