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Montañas de algas amenazan la vida marina y el turismo en el Caribe; para los expertos, es obra del hombre

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Cada mañana, a lo largo de la emblemática costa caribeña de México, los trabajadores con horquillas se preparan para otro día de guerra contra las algas marinas.

Las sacan de la playa con bolsas de plástico, camiones cisterna y pequeños tractores que retumban frente a los turistas al sol. A la mañana siguiente, nuevos montones de algas han llegado a la costa y comenzado a descomponerse -con un hedor similar al de los huevos en mal estado-, y la lucha comienza de nuevo.

Esto no fue lo que Aymara Flores le había prometido a sus dos hijos cuando reservó para sus vacaciones en un resort de lujo en Cancún.

“Siempre les digo que Cancún es hermoso, pero ahora no es lo mismo... Honestamente, es horrible”, aseguró Flores, de 37 años, ejecutiva del estado de Chihuahua, en el norte de México, que descubrió que era imposible nadar sin ser arañado por las espinosas algas.

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Desde las costas de Barbados hasta Miami Beach, masas de algas hediondas llegan a la costa, amenazando frágiles ecosistemas costeros y generando pánico en naciones que dependen de los millones de turistas que acuden a la región cada año para disfrutar de la arena blanca y los baños en aguas turquesa.

Los científicos advierten que las algas conocidas como sargazo, son una nueva y grave amenaza para el Caribe, que puede alterar la vida allí tanto como el aumento del nivel del mar o los destructivos huracanes.

Las algas ayudan a las aves y la vida marina en el océano abierto, pero causan estragos ambientales cuando se acercan a la costa. A medida que comienzan a descomponerse, emiten humos de sulfuro de hidrógeno que pueden matar a peces, macroalgas (seaweed) y corales, así como causar dolores de cabeza y náuseas en los humanos. Cuando se amontonan, los bloques de algas impiden que las tortugas marinas desoven en la playa y que sus retoños migren al océano.

Barbados declaró una emergencia nacional en junio pasado y desplegó soldados para tratar de limpiar las playas de esta maleza. En Antigua, el lujoso complejo St. James’s Club se vio obligado a cerrar temporalmente cuando su bahía fue invadida por una capa de algas rojizas del tamaño de varios campos de fútbol.

En Trinidad y Tobago, los funcionarios piden que se desarrolle un sistema de alerta temprana, que usaría imágenes satelitales para predecir la gravedad de la “temporada de sargazo”, a fines de la primavera y el verano.

Las algas en sí son bien conocidas por los investigadores. Enormes cantidades de ellas viven en lo que se conoce como el Mar de los Sargazos, una región del Atlántico Norte, frente a la costa de Estados Unidos. Pequeños montones de éstas siempre se han fracturado y desplazado a las playas del Caribe, pero ahora el cambio climático y la contaminación de los océanos parecen alimentar nuevos brotes de sargazo.

Muchos científicos creen que una combinación de aguas más cálidas y una mezcla fértil de aguas residuales, fertilizantes agrícolas y otras escorrentías de ríos, pueden haber creado las condiciones perfectas para el crecimiento de las algas, y llevado a la formación de un segundo mar lleno de sargazos en la costa de Brasil.

Gran parte de las algas marinas que invaden el Caribe pueden provenir de este segundo parche, consideran los especialistas. “Existe la sensación de que este es otro desastre natural provocado por el hombre”, afirmó Hazel Oxenford, bióloga de la Universidad de West Indies, con sede en Barbados.

El primer año con estas malas condiciones fue 2011, y una afluencia aún mayor siguió en 2015. La proliferación de este 2018 es casi el doble del tamaño de esa, según imágenes de satélite.

Los científicos consideran que las invasiones de las playas del Caribe probablemente aumentarán en escala y frecuencia. Oxenford predice que “serán como los huracanes, que algunos años son devastadores y en otros años no ocurre nada”.

En toda la región, las playas orientadas al este han sido las más afectadas, debido a las corrientes oceánicas. Yucatán, hogar de los populares centros turísticos de Cancún, Cozumel, Playa del Carmen y Tulum, se vieron invadidos de algas.

Casi la mitad de las 250 millas de extensión de playas conocidas como la Riviera Maya, están actualmente cubiertas de sargazo, detalló Alfredo Arellano Guillermo, secretario de Ecología y Medio Ambiente del estado de Quintana Roo.

La situación motivó algunos de los esfuerzos más avanzados para combatir las algas marinas.

El plan más ambicioso consiste en lanzar boyas al mar, que transportan millas de redes y alcanzan cerca de un pie debajo de la superficie del océano. Con un perímetro flotante alrededor de las playas más populares de la región, la esperanza es atrapar las algas marinas antes de que lleguen a la costa y transportarlas en botes.

Un proyecto piloto en la playa pública de Playa del Carmen, una hora al sur de Cancún, arrojó resultados mixtos.

En una tarde soleada reciente, dos barreras amarillas semejantes a serpientes flotaban sobre las olas, pero no parecían tener muchas algas en sus redes. La playa, sin embargo, estaba cubierta con montañas de éstas. Mientras los camareros intentaban atraer a los turistas que pasaban hacia los restaurantes frente al mar, en su mayoría vacíos, un equipo de trabajadores comenzaba a chupar montones de malezas con una bomba de vacío conectada a un camión de aguas residuales.

Arellano solicitó al gobierno federal alrededor de $34 millones para crear un plan de acción contra el sargazo, que incorporaría las barreras y otras tecnologías ahora en desarrollo. También está tratando de organizar una conferencia regional sobre el tema, para que los países del Caribe puedan aprender unos de otros. “Este es un problema global”, remarcó.

Un posible punto optimista, consideró, es la investigación que sugiere que el sargazo podría reciclarse y usarse como combustible, material de construcción o incluso como alimento para cerdos. En algunas islas del Caribe, los gobiernos han instado a los residentes a transportar algas fuera de la playa y hacia sus jardines, donde pueden actuar como fertilizantes.

Perder la guerra contra las algas marinas no es una opción, remarcó Arellano. Los costos para México serían demasiado altos.

Hay pocos tramos inmobiliarios más preciados que la costa de Yucatán, que se atiborra cada invierno con turistas de EE.UU., Canadá y otras partes del mundo. El gobierno ha invertido mucho en la región, recientemente inauguró una reluciente terminal aeroportuaria nueva en Cancún, y comenzó la construcción de otra.

Cerca de 17 millones de turistas visitaron las playas de Yucatán en 2017, según las estadísticas del gobierno, alimentando la tasa más alta de crecimiento del empleo en el país.

Trabajadores de toda la nación acuden a la región para encontrar trabajo, como Pancho Vergada, un guitarrista de 72 años, oriundo del estado de Veracruz, que toca canciones para los turistas en Playa del Carmen.

Las algas marinas, reconoció, lo están arruinando. En años pasados, su banda de tres integrantes solía tocar 20 o 30 temas al día para los vacacionistas que bebían cerveza y comían pescado frito en mesas de plástico colocadas en la arena. Ahora, con suerte interpretan cuatro. “Hay menos personas”, indicó. “Y eso significa menos trabajo”.

Pero las personas no son las únicas afectadas. En una reciente tarde cálida, mientras una gran luna se elevaba sobre el océano oscuro, un guardavidas en Cancún quitaba las algas marinas de un camino con su pie bronceado. Llevaba consigo un balde de plástico, lleno de pequeñas tortugas que planeaba lanzar al mar.

Después de que las tortugas marinas llegan a tierra para desovar, los conservacionistas las recogen y las guardan en corrales para protegerlas de los depredadores, mientras dura la gestación. Una vez que los huevos eclosionan, son llevadas a la orilla y liberadas en las olas.

Esta vez, sin embargo, enormes pilas de algas bloqueaban el camino. “Es triste”, aseguró el guardavidas, Julio Vinalay. “Los humanos crearon esto”.

Cuando pensó que había despejado un camino seguro, soltó una pequeña tortuga en la arena. Ésta comenzó a tambalearse instintivamente hacia el agua. Una gran ola la empujó hacia la tierra, y luego hacia un parche espinoso de algas marinas. Vinalay observó con alivio cómo el agua retrocedía y sacaba a la tortuga hacia lo que, esperaba, fuera la seguridad del mar.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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