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Ya sea que voten o no, los latinos están destinados a desempeñar un papel fundamental en estas elecciones

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A lo largo de Bright Avenue en Whittier, en medio de un salón de belleza y un negocio de tutoría, se encuentran la casa y negocio de Amanda Alvarado, propietaria de una compañía de diseño de interiores, que le costó muchísimo esfuerzo en construir.

La mujer, de 32 años de edad, creció en Boyle Heights, un barrio de clase trabajadora donde los lujos son pocos y muy distantes entre sí. Pero incluso antes de que Alvarado llegara a la adolescencia, su madre, una inmigrante mexicana, le enseñó una lección que el dinero no podía comprar.

Belia Lagunas se convirtió en ciudadana estadounidense. Políticamente activa, viajó a Sacramento para presionar por barreras de sonido a lo largo de la Interestatal 5 que se encontraba paralela al vecindario Eastside. La lección política más perdurable que Lagunas transmitió a sus hijos podría haber sido la más simple.

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“Tan pronto como se convirtió en ciudadana, salió y votó”, recordó.

Lagunas, quien murió a los 63 años en 2012, estudiaba cuidadosamente las guías de votación y no se perdía las elecciones. Cuando iba a las urnas, se llevaba a sus dos hijas. Cuando Alvarado cumplió 18 años, emitió su primera papeleta, recibió su calcomanía de “Voté” y nunca miró hacia atrás.

“Después de todo por lo que ella pasó para llegar hasta donde estaba”, dijo de su madre, “no podía dejar que todo se fuera a la basura”.

Los votantes como Alvarado son un bien político valioso. Constituyen un porcentaje relativamente pequeño de votantes latinos que salen a votar. Esos números son aún más bajos durante las elecciones no presidenciales, como las del 6 de noviembre.

Pero es difícil pensar en otras elecciones de medio término en la historia reciente de Estados Unidos, en la que el presidente, los republicanos y los demócratas, están hablando como si Estados Unidos estuviera encarando una elección de vida o muerte. En ese escenario, latinos como Alvarado están destinados a jugar un papel muy importante en numerosas competencias electorales por todo el país, ya sea votando o no haciéndolo.

En la mayoría de los casos, al parecer los latinos quisieran infringirle una derrota a los republicanos y por extensión a Trump, por lo cual están muy motivados. El presidente se ha enfocado en los latinos, calificándolos de criminales, delincuentes y explotando el temor hacia los inmigrantes, especialmente ahora que viene una caravana procedente de Centroamérica.

Veintinueve millones de latinos son elegibles para votar en estas elecciones, lo que representa el 13% de todos los posibles votantes en Estados Unidos. Casi el 44 por ciento de los latinos que pueden votar tienen entre 18 y 35 años de edad.

Pero la juventud relativa del electorado latino es también un factor que los hace votar en tasas más bajas que el resto de la población, según los expertos.

“Por un lado hay más latinos que nunca que pueden votar”, dijo Mark Hugo López, director de investigación hispana en el Pew Research Center. “Pero los números de los que salen realmente a votar, crece a un ritmo mucho más lento de los que podrían hacerlo”.

Para Alvarado, la costumbre de votar comenzó en el hogar. Su esposo y sus padres también votan.

“Creo que debemos asegurarnos de que los ‘millennials’ estén conscientes de que deben votar, para que puedan educar a sus hijos de este deber”, dijo.

Marilu Guevara, directora ejecutiva de la Liga de Mujeres Votantes, dijo que involucrar a los jóvenes latinos es de suma importancia.

“Hacemos esto, especialmente con los jóvenes, porque sentimos que sus padres pudieron haber tenido la práctica de votar y no la inculcaron”, dijo. “Puede que no haya sido una práctica cotidiana en su hogar, por lo que alguien debe decirles lo importante que es hacerlo porque de lo contrario, la apatía continuará durante generaciones”.

Después de las elecciones de 2010, los legisladores en algunos estados comenzaron a someter propuestas de ley, incluyendo estrictas normas de identificación para votar, que redujeron las oportunidades de votar.

Es más probable que los negros y los latinos reporten que tuvieron problemas para encontrar las urnas y la falta de una identificación apropiada, de acuerdo a un estudio del Public Religion Research Institute, una organización sin fines de lucro.

Recientemente, en Dodge City, Kansas, el único sitio de votación fue trasladado fuera de la ciudad y a más de una milla de la parada de autobús más cercana. La ciudad tiene una amplia población latina, y la acción provocó acusaciones de supresión del voto.

Sonja Díaz, directora fundadora de la Iniciativa de Políticas Latinas de UCLA, un grupo de expertos que se enfoca en los latinos, dijo que mientras la tarea de aumentar la participación del voto latino recae en los grupos cívicos y los familiares, los candidatos y los partidos políticos también tienen que invertir para promover el interés de esos votantes.

En el sureste del condado de Los Ángeles, una región plagada por la corrupción y la baja participación electoral, el instituto descubrió que el compromiso electoral antes de la votación es mayor que la participación en esos precintos.

En los últimos dos años, grupos políticos, organizaciones sin fines de lucro, escuelas secundarias y campus universitarios también se han comprometido con los latinos en un esfuerzo por impulsar la participación electoral.

A fines de octubre, Elizabeth Valdivia, de 27 años, estaba en la Universidad de Mount Saint Mary’s para obtener una descripción general de las propuestas de la boleta electoral de California por parte de la Liga de Mujeres Votantes. Alrededor de 50 estudiantes, la mayoría mujeres, escuchaban en el auditorio de Rose Hills.

Cuando ella estaba en la escuela secundaria, Valdivia participó en las manifestaciones en favor de una reforma migratoria. A ella le preocupaban las guerras en Irak y Afganistán. Cuando Barack Obama se postuló para la presidencia, fue una señal de que se estaban produciendo cambios profundos en la política estadounidense.

Mientras crecía, el tema de la política nunca se discutía en casa. La madre de Valdivia, quien había tenido una tarjeta verde desde fines de los años 80, solicito su ciudadanía y votó para ayudar a elegir a Obama.

Valdivia dijo que nunca le había preguntado por qué no se había convertido en ciudadana antes.

“Creo que fue importante para ella porque era importante para mí”, dijo Valdivia.

Sólo tenía 17 años en ese momento, pero Valdivia se ofreció como trabajadora electoral. Dos años después, en 2010, votó por primera vez. Este 2018, Valdivia comenzó a trabajar con organizaciones como la Liga de Mujeres Votantes para reforzar la participación latina.

En una noche de jueves, recientemente, Valdivia juntó una pila de formularios de votación en la cafetería de la escuela secundaria de Hollywood High School, donde se impartían clases de inglés para adultos.

De pie, en el centro del salón de clases, rodeada de murales de celebridades y estatuillas de los premios Oscar, usó un megáfono para hablar de la importancia de votar. La mayoría de los estudiantes eran inmigrantes que no podían votar. Valdivia les pidió que les pasaran las formas a amigos, hijos, vecinos que fueran ciudadanos que pudieran votar.

Confundidos, los estudiantes devolvieron los formularios, a excepción de Martha Restrepo, de 61 años, una inmigrante colombiana que se convirtió en ciudadana de EE.UU. en 2016.

Levantando la mano dijo: “Voy a votar por aquellos que no tienen derecho a hacerlo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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