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Una estafa de empleo descarada expone una crisis laboral en la India

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Un reclutador de empleo les había dicho a dos jóvenes graduados de ingeniería que se habían lucido en sus entrevistas, pero en el tren nocturno de regreso a su ciudad natal en el sur de la India, comenzaron a preguntarse si era demasiado bueno para ser verdad.

Después de luchar por encontrar un trabajo decente, los jóvenes de 26 años parecían estar cerca de conseguir buenos empleos en la Oil and Natural Gas Corp. propiedad del estado, una de las compañías más grandes de la India. Sacando un teléfono celular en el ruidoso vagón del tren, hicieron una búsqueda en la web de “ONGC” y “trabajos falsos”.

Habían escuchado sobre graduados engañados que habían pagado a los reclutadores por trabajos que no existían. Y el reclutador que los convocó estaba pidiendo miles de dólares.

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Pero su búsqueda no reveló nada nefasto, por lo que se relajaron y vaciaron las cuentas bancarias de sus padres antes de presentarse a trabajar en marzo, con las cartas de oferta en la mano.

Sus sospechas iniciales resultaron fundadas: las cartas eran falsas. Ambos habían sido engañados por una estafa de trabajo, del tipo que ha barrido a la India mientras los estafadores se aprovechan de la ansiedad de una generación joven que lucha en las sombras de la economía de más rápido crecimiento del mundo.

Las brillantes estadísticas de crecimiento de la India enmascaran una sombría paradoja: las encuestas muestran que el desempleo está aumentando, los salarios siguen siendo bajos y los más educados son los que tienen menos probabilidades de encontrar trabajo.

Más de cuatro años después de que el primer ministro Narendra Modi asumiera el cargo prometiendo cumplir con las demandas de los millones de recién graduados que ingresan al mercado laboral cada año, sus esfuerzos por impulsar la fabricación y la economía digital no han generado una cantidad significativa de nuevos empleos. Y la proporción de indios que tienen un empleo remunerado parece estar disminuyendo.

Cerca de 426 millones de indios trabajaban o buscaban trabajo este 2018, frente a los 440 millones en 2016-17, según las encuestas. En 2015, el año más reciente para el que se disponía de datos, más del 16% de los indios con títulos de posgrado estaban sin trabajo, tres veces más que el promedio nacional, según un informe del Centro para el Empleo Sostenible de la Universidad Azim Premji en Bangalore.

El único punto brillante es un vasto sector gubernamental que paga mejor y ofrece más estabilidad que casi cualquier industria privada, lo que resulta en una intensa competencia por los puestos. En 2018, cuando la policía estatal en el norte de la India publicó una vacante para un peón, un humilde trabajo de mensajería que requería una educación de quinto grado y pagaba menos de $300 al mes, se informó que más de 93,000 personas presentaron su solicitud, incluidos 3,700 egresados de doctorados.

Muchos solicitantes del sector público recurren a las agencias de contratación, un mercado no regulado lleno de tramposos.

“Tenemos una gran demanda insatisfecha de trabajo, y para empleos de un tipo particular, y los delincuentes se aprovechan de eso”, dijo Amit Basole, profesor asociado de economía en la Universidad Azim Premji.

Una historia reciente en el Economic Times describió los fraudes de trabajo como “una industria en auge” y describía cómo los estafadores creaban sitios web fraudulentos, disimulaban sus direcciones de correo electrónico y se infiltraban en las oficinas de las empresas para engañar a los solicitantes de empleo.

El fraude de Nueva Delhi fue particularmente audaz porque los estafadores atrajeron a los graduados a entrevistas dentro de las oficinas de un Ministerio del gobierno en el centro de la capital. Conspirando con el personal del Ministerio de bajo nivel, crearon cartas de oferta falsas con el logotipo de la compañía petrolera, direcciones de correo electrónico y copias digitalizadas de firmas oficiales.

Los investigadores creen que al menos 20 personas que buscaban trabajo fueron engañadas, y que pagaron cientos de miles de dólares.

“Esta estafa no solo fue audaz sino que también fue ejecutada de manera inteligente”, dijo el comisionado de policía adjunto de Delhi, Bhisham Singh.

Las víctimas dicen que sus vidas han sido arruinadas.

“Mi familia no quiere hablar conmigo”, dijo Sampat, quien perdió más de 1.2 millones de rupias, o alrededor de $17,000, incluyendo todo el dinero que sus padres habían ahorrado para la boda de su hermana.

Su amigo y ex compañero de clase, Jivan, al igual que Sampat, temiendo las represalias de los estafadores por denunciarlos a la policía, habló a condición de que no se publicaran sus nombres completos. Jivan liquidó la cuenta de ahorro a largo plazo de su propia familia, alrededor de $8,000. Habían recibido el dinero en 2010 como un acuerdo cuando el padre de Jivan murió en un accidente de trabajo en una fábrica de arroz.

Jivan, cuando era un estudiante universitario, había trabajado noches en la fábrica para ayudar a su madre y dos hermanos, ganando alrededor de $5 por día. En 2016, obtuvo una maestría en ingeniería civil de una universidad privada localizada a pocas millas de su casa en el estado de Telangana. La escuela es una de las muchas de calidad cuestionable que han surgido en toda la India para satisfacer la creciente demanda de educación superior.

Jivan estaba desempleado cuando un reclutador que se identificó como Ravi Chandra llamó por teléfono en abril de 2017. Juntos, él y Sampat, fueron a visitar a Chandra a una oficina dentro de un edificio de cristal sobre un concesionario de BMW en la ciudad de Hyderabad.

Mientras alrededor de una docena de otros jóvenes aspirantes se reunían, Chandra, muy delgado, bien vestido y agradablemente hablador, mostró copias de las ofertas que dijo que había conseguido para recién graduados.

“Se veía bien”, recordó Jivan, su mandíbula cuadrada temblando. “Tenía otros clientes y dijo que había muchos empleos en el gobierno”.

Chandra finalmente les presentó a otro hombre, identificado como Randhir Singh, quien dijo que estaba reclutando para la compañía petrolera. Singh y Chandra dijeron que sus honorarios totalizarían $20,000 cada uno, más del doble de lo que pagarían los empleos en un año.

Los jóvenes creían que se les ofrecían boletos para la estabilidad de sus familias. La madre de Jivan podría abandonar el trabajo de limpieza que había asumido después de que su padre murió; Sampat, el mayor de tres, pensó que podría financiar los estudios de su hermano.

Después de que cada uno pagó la mitad de lo que pedían los reclutadores, fueron invitados a Nueva Delhi para entrevistas adicionales. Los correos electrónicos provinieron de una dirección de una compañía petrolera y les dijeron que se presentaran en Krishi Bhavan, un extenso complejo de oficinas gubernamentales cerca del Parlamento indio.

En agosto pasado, después de un viaje en tren de 26 horas, Sampat y Jivan se reunieron con un empleado en el exterior de Krishi Bhavan, quien los condujo a través de la seguridad hacia dentro el edificio. Otro los llevó a una oficina en la planta baja donde cinco personas estaban sentadas alrededor de una mesa.

Una placa de metal que decía “ONGC” colgaba de la pared, pero Sampat recordó estar confundido. Los letreros fuera de la puerta indicaban que la oficina pertenecía al Ministerio de Desarrollo Rural.

Los entrevistadores dijeron que un cierto número de puestos de trabajo en la compañía petrolera se reservaban para el Ministerio, que estaría haciendo las selecciones.

Los investigadores luego se enterarían de que los estafadores habían usado tecnología de “suplantación de identidad” que hacía que pareciera que sus llamadas y correos electrónicos provenían de las oficinas de la ONGC. Funcionarios del Ministerio también participaron en la estafa, encargados de encontrar oficinas cuyos ocupantes estaban ausentes.

“En un edificio tan grande, nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando”, dijo Singh, el oficial de policía.

Después de que regresaron a casa, Jivan llevó a su madre a conocer a Randhir Singh. A estas alturas, había gastado todo el pago de la muerte de su padre y tuvieron que pedir prestado más a sus familiares.

Pasarían cinco meses antes de que fueran llamados a Nueva Delhi a principios de febrero. El mismo empleado se reunió con ellos en la entrada, pero los condujo por un camino alternativo hacia otra sala de reuniones.

Solo más tarde, Sampat razonaría que el empleado probablemente estaba tratando de evitar las cámaras de televisión por circuito cerrado.

Los entrevistadores les presentaron fotocopias de cartas de oferta, impresas en papel bond con el logotipo de la compañía petrolera. Viajaron a un famoso templo hindú en Rishikesh, al norte de Nueva Delhi, para recibir bendiciones, y al mes siguiente tomaron un viaje en autobús de ocho horas a la ciudad costera de Kakinada para presentarse al trabajo.

Recordando el momento en que un oficial de recursos humanos de la ONGC les dijo que sus cartas eran falsas, la voz de Jivan se apagó. Las lágrimas brotaron de sus ojos. Se preguntó por qué había caído en la estafa.

“La gente comenzó a interrogarme cuando llegué a casa, diciendo: ‘¿Por qué tuviste que darles tanto dinero?’”, dijo. “Pensé, esto es la India. Esto es lo que tienes que hacer”.

Se encerró en el apartamento de una habitación de la familia durante una semana. Su madre fue hospitalizada por estrés.

Incluso siete meses después, a veces la oye acostada despierta en la noche, llorando.

En septiembre, actuando sobre la información de ambos hombres, la policía de Delhi arrestó a siete sospechosos, incluidos los empleados y el hombre que se llamaba a sí mismo Randhir Singh, un nombre que resultó ser falso. Chandra y otro sospechoso, que participaron en las entrevistas, siguen prófugos.

Para luchar contra los fraudes, algunas compañías han comenzado a publicar muestras de cartas falsas en sus sitios web, sellando su correspondencia con códigos QR digitales y recordando a los solicitantes que no exigen dinero por posibles contrataciones.

Los investigadores aún tienen que rastrear el dinero perdido por Jivan, Sampat y otras víctimas. Los padres de Sampat estaban tan enojados que se mudaron y aún no han regresado, incluso después de que encontró un trabajo.

Jivan también encontró trabajo recientemente a través de un familiar, un trabajo de construcción que paga una cuarta parte de lo que pensaba que ganaría en la compañía petrolera.

“Atrapar a los criminales no hace ninguna diferencia”, dijo, “a menos que recuperemos nuestro dinero”.

Masih es corresponsal especial.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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