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Una cerca fronteriza podría bloquear el acceso a esta pequeña capilla de Texas, pero los feligreses no se rinden

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Los fieles rezaron en la capilla de La Lomita antes del amanecer del 8 de febrero, y pidieron que una nueva valla fronteriza no bloquee el acceso a la iglesia que data del siglo XIX, en Mission, Texas.

Ese día, docenas de personas se reunieron en la única sala de la capilla para pedir que la misión, conocida como La Lomita —situada en una colina sobre el Río Grande— no quede encerrada detrás de una cerca fronteriza.

Los fieles bajaron sus cabezas durante la vigilia de oración con una novena católica, la última de las nueve misas que el padre Roy Snipes celebró para oponerse al vallado. El alcalde de la ciudad de Mission, su esposa y el administrador de la ciudad estuvieron presentes, entre los bancos rústicos, y varios policías observaban entre la multitud que desbordaba hacia el exterior.

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Sentado en un vehículo SUV identificado, desde un dique cercano donde se construirá la cerca, un agente de la Patrulla Fronteriza observaba la situación.

“Nunca contemplamos [que se alzaría] un muro” cerca, afirmó el religioso.

Snipes —conocido como “el sacerdote vaquero” por su sombrero Stetson y su grupo de perros callejeros adoptados— oró en una mezcla de inglés y español. “Entre la reflexión, la histeria y cualquier otra cosa, Señor, oramos para ser fieles a nosotros mismos”, afirmó Snipes, de 73 años, ante unas 50 personas reunidas en la capilla, antes de rociarlas con el agua bendita que extrae del río.

La modesta capilla de arenisca quedará atrapada entre la cerca (18 pies de altura, hecha de bolardos de acero) y el Río Bravo, la línea divisoria entre EE.UU. y México.

Los propietarios de terrenos de la zona vieron llegar a equipos de limpieza de maleza esta semana, varias millas al oeste de La Lomita, para la construcción de la cerca. El tramo de vallado fronterizo, valuado en $1,400 millones y de 37 millas de largo, fue financiado por el Congreso en 2018. Se espera que se eleve sobre el dique, justo al norte de la capilla, con una “zona de control” de 150 pies hacia el sur, que incluiría el blanquecino puesto misionero.

Snipes, quien fue ordenado en la capilla en 1980, se manifestó en contra de la cerca desde octubre, cuando la Patrulla Fronteriza presentó una demanda federal para incluir las tierras alrededor de la capilla y comenzó a examinar la topografía.

Al religioso le preocupa el futuro de la misión, donde dice que los sacerdotes solían vivir en una barraca con establos y un herrero. Teme que el vallado bloquee el acceso y ahuyente a los fieles, la mayoría de los cuales son latinos.

Construir una cerca, y mucho más un muro, en el Valle del Río Grande es geográficamente difícil. El río se extiende al norte y al sur, al este y al oeste, a través de lo que es esencialmente un delta, cercano a casas, granjas, cementerios, iglesias y otros lugares de interés. Es por eso que gran parte de la nueva cerca se construirá sobre un dique, en algunos casos millas al norte del río.

En el pasado, cuando la Patrulla Fronteriza construía cercas en el valle, al norte de las casas y las empresas, instalaba puertas pero compartía las combinaciones con los propietarios. Algunos se quejaban de que las puertas estaban siempre cerradas y restringían el acceso a sitios públicos, como parques. Otros decían que tenían un efecto atemorizante y que asustaban a la gente, que creía erróneamente que la tierra al sur de la cerca era México.

En los últimos meses, los dueños de propiedades ubicadas a lo largo del camino planeado para la valla han recibido cartas de funcionarios federales, pero poca información sobre los planes de construcción. Primero, las notas pedían permiso para examinar la zona. En algunos casos, notificaban a los residentes que el gobierno los demandaría en un tribunal federal para acceder a las tierras.

Más recientemente, se ofrecieron a comprar algunas parcelas por unos $32,000, una oferta baja considerando lo que está en juego. Durante la última gran iniciativa federal para inspeccionar y construir en el Valle del Río Grande de Texas, en 2006 —luego de la Ley de Cercas Seguras (Secure Fence Act)— los dueños de propiedades que contrataron abogados y vendieron sus tierras por millones.

Esta vez, muchos propietarios ya han dado su consentimiento para que se haga una evaluación de sus tierras. Algunos consideran si vender o contratar abogados para negociar.

Pero vender no fue nunca una opción para La Lomita. El obispo local y la diócesis han luchado contra la cerca y los esfuerzos del gobierno para evaluar los terrenos. Después de que el gobierno federal presentó una demanda para acceder a la tierra, los abogados de la iglesia argumentaron que el vallado bloquearía el acceso a la capilla, infringiría la libertad religiosa y contrarrestaría el mensaje de inclusión de la iglesia.

El juez de distrito Randy Crane, en las cercanías de McAllen, dictaminó el 6 de febrero, que los inspectores del gobierno podrían acceder al sitio de la iglesia en los términos establecidos por la diócesis local. Crane visitó la capilla y afirmó que las evaluaciones no constituirían una “carga sustancial” para la libertad religiosa.

Un abogado del gobierno federal consideró que la zona de imposición de 150 pies podría ajustarse en La Lomita, según un letrado de la diócesis. Snipes, quien había estado en la corte, consideró la noticia como alentadora.

Los oficiales de la Patrulla Fronteriza no se han reunido con el sacerdote ni con muchos otros residentes atrapados en el camino de la cerca para discutir sus planes, a pesar de las repetidas solicitudes de reuniones públicas. Los funcionarios también se han negado a publicar los mapas actualizados del proyecto.

Hasta el viernes último, no estaba claro cuándo comenzaría la inspección en La Lomita, o qué tan intrusiva sería. Carlos Díaz, un portavoz de la Patrulla Fronteriza, se negó a responder preguntas sobre el proyecto —incluso si habría una zona de ejecución en La Lomita o en otro lugar— citando la demanda federal pendiente.

“La única perturbación ocurrirá si irritan a las ancianas”, predijo Snipes mientras se encontraba fuera de La Lomita después de la misa, refiriéndose a las mujeres que asisten regularmente a los servicios. “No sé si alguna vez han sacado de quicio a una viejita, pero podrían hacerles pasar un mal rato a los topógrafos”.

El sacerdote reconoció estar más preocupado por lo que ocurra después de la inspección para la cerca, que calificó de “desagradable y obscena”. El gobierno podría dar pasos en pos de apropiarse de la tierra, como lo ha hecho en otras partes del valle, reclamando el derecho de expropiación.

La ciudad de Mission toma su nombre de la capilla, una antigua misión para sacerdotes oblatos como Snipes. El alcalde, Armando “Mando” O’Cana, de 64 años, un antiguo monaguillo, ha pertenecido a la congregación toda su vida. El exeducador y concejal de la ciudad afirma que apoya la seguridad fronteriza adicional, pero no quiere que la capilla quede bloqueada detrás de una cerca. “No es solo una barrera física, es un símbolo”, aseguró.

O’Cana, quien como muchos en el valle se describe a sí mismo como un “demócrata conservador”, le expresó su sentir al presidente Trump cuando se reunió con él durante su visita a McAllen, en enero. El alcalde también pidió más información sobre el proyecto de la cerca. El mandatario prestó atención y le indicó a un asistente que dé seguimiento al tema, señaló O’Cana.

Hace diez días, el alcalde se reunió con el nuevo jefe de la Patrulla Fronteriza de Río Grande, quien prometió que el vallado no restringiría el acceso a la capilla. “Sonaba muy sincero”, afirmó O’Cana antes de salir de La Lomita para asistir al primer discurso del “Estado de la Frontera” del jefe de la Patrulla Fronteriza, en el centro de convenciones local.

Otros se quedaron allí después de la misa. La temperatura había bajado durante la noche hasta los 40 grados y el sol apenas se veía en un cielo gris lluvioso. Hicieron una fogata en el exterior de la entrada de la iglesia y cantaron un himno mientras el sacerdote los rociaba nuevamente con el agua bendita tomada del Río Grande. Junto a la capilla, la ciudad había erigido una carpa con rayas azules y blancas, donde los voluntarios preparaban chocolate caliente mexicano, café de Shipley, tacos para el desayuno, pan dulce y buñuelos azucarados caseros.

Gracie Ramos y algunos amigos de la infancia juntaron sillas plegables para evocar a “nuestra Lomita”. Les preocupaba encontrar la iglesia cerrada, bloqueada o inaccesible. “No queremos que quede aislada”, expresó Ramos, de 69 años, una trabajadora retirada de AT&T.

Hasta que se resuelva el problema, les dijo Snipes a las personas fuera de la iglesia, planea celebrar misas en la mañana de los viernes en La Lomita, como oposición a la cerca. “Ensillen”, les pidió, “y vengan”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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