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Un verano que podría ser infernal para los viajeros en los aeropuertos de EE.UU

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Se supone que la vida en verano es fácil, según George Gershwin, pero millones de pasajeros aéreos durante la temporada alta de viajes de este año podrían discrepar con esa afirmación, gracias a una confluencia de eventos que están poniendo nerviosas a las aerolíneas y terminales aéreas.

El grupo comercial de aerolíneas estadounidenses, Airlines for America, estima que un récord de 257.4 millones de personas volarán desde el 1º de junio hasta finales de agosto, el décimo aumento en temporada de verano consecutivo. Esas multitudes -que suman un promedio de 2.8 millones de personas al día-, enfrentarán dos desafíos únicos: la posible reasignación de una gran cantidad de personal de seguridad de la aviación a la frontera con México y la continua puesta en tierra, en todo el mundo, del Boeing 737 Max.

Se espera que las aerolíneas sean sólidamente rentables durante el verano, un período en el que la gran demanda mantiene las tarifas más altas y los aviones más llenos que en otros meses. Pero este año, todo puede ocurrir.

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Los reguladores aún están investigando la seguridad del 737 Max, luego de dos accidentes en cinco meses que acabaron con la vida de 346 personas. Tres de los cuatro transportistas aéreos más grandes de Estados Unidos están lidiando con la forma de cubrir sus ocupadas agendas de verano con la pérdida de seis docenas de esas aeronaves. La falta de éstas, que muchas aerolíneas compraron como su nuevo caballo de batalla de los cielos, agrega más presión a los transportistas y clientes en un momento en que el sistema aéreo opera tradicionalmente a toda máquina.

American Airlines Group Inc., Southwest Airlines Co. y United Continental Holdings Inc. eliminaron el Max de sus reservas hasta agosto, dejando miles de vuelos de pasajeros por cubrir en una época en la que prácticamente no hay asientos vacíos (las dos aerolíneas más grandes de Canadá también tienen 37 Max entre ambas).

El viernes pasado, United informó que cancelaría 2.410 vuelos en los meses de junio y julio debido a la puesta en tierra que se extenderá hasta el 3 de agosto. Southwest, el mayor operador de Max, con 34 unidades, marcó el 5 de agosto en su calendario como fecha de regreso del Max a la flota; American fijó el 19 de agosto, fecha del cierre no oficial de la temporada alta de la aerolínea.

Según American, la inmovilización de sus Max causa 115 cancelaciones de vuelos diarias; Southwest tiene alrededor de 4.000 vuelos diarios, pero no ha detallado cuántas cancelaciones por día contempla para este verano debido al problemático avión.

Peor aún, no se sabe cuándo el 737 Max estará habilitado para volar de nuevo. La FAA y sus homólogos reguladores de 31 naciones se reunieron en Fort Worth la semana pasada. El consenso fue que es demasiado pronto para establecer un período en el que el avión pueda volver al servicio comercial.

Mientras tanto, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) contempla un plan para transferir docenas de oficiales aéreos y hasta 400 inspectores de aeropuertos de la Administración de Seguridad del Transporte (TSA) para ayudar con las operaciones en curso en la frontera sur. Las propuestas, junto con un plan de la administración para desviar más de $230 millones de la TSA a las funciones fronterizas, generaron consternación entre las aerolíneas, los sindicatos y los aeropuertos por el daño colateral que pueden causar, junto con el debate general sobre las políticas de inmigración del presidente Trump.

“A medida que comienza la ajetreada temporada de verano, no hay un peor momento [para] socavar importantes programas y poner en peligro la seguridad y la comodidad del público que viaja”, aseguró Sara Nelson, presidenta de la Asociación de Asistentes de vuelo-CWA, la semana pasada.

La Asociación de Viajes de Estados Unidos también activó una alarma sobre el potencial del caos en los aeropuertos si hay demasiados empleados de la TSA como voluntarios para realizar trabajos no especificados en la frontera con México.

En una carta enviada este jueves a los funcionarios de la TSA, los miembros de mayor rango del Comité Senatorial de Comercio, Ciencia y Transporte -el republicano Roger Wicker, de Mississippi, y la demócrata Maria Cantwell, de Washington-, expusieron que “les preocupa el posible impacto” que tales movimientos tendrían para la seguridad de la aviación.

El DHS envío por correo electrónico un comunicado afirmando que buscará minimizar el impacto de la iniciativa de voluntarios de la administración, al limitar la participación de personal de aquellos aeropuertos que ya estén escasos de empleados.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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