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Trump y Xi acuerdan reiniciar las negociaciones comerciales y detener los nuevos aranceles

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El presidente Trump ha acordado reiniciar las conversaciones comerciales con China y mantener a raya nuevos aranceles y ciertas restricciones a la empresa tecnológica china Huawei, lo que marca el último alto al fuego en su batalla comercial con Pekín.

Trump hizo el anuncio el sábado después de reunirse con el presidente chino Xi Jinping en la cumbre económica del Grupo de los 20 en Japón. Trump dijo que los chinos, por su parte, comprarán una “gran cantidad” de productos agrícolas y alimenticios estadounidenses, aunque ni él ni Xi ofrecieron detalles sobre este compromiso.

Tomadas en conjunto, por ahora, las acciones parecen susceptibles de reducir las tensiones comerciales que habían estado amenazando a la economía mundial. Por sí solas, sin embargo, no acercan a ambas partes a reducir las brechas clave que subyacen a su disputa, como las demandas de Estados Unidos de cambios estructurales en la economía controlada por el Estado chino.

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“Las cuestiones fundamentales del conflicto comercial entre Estados Unidos y China siguen sin resolverse, aunque tanto Trump como Xi podrían irse a casa para dar esperanzas a sus electores, asegurando que al final se resolverán”, dijo Ho-fung Hung, profesor de economía política de la Universidad Johns Hopkins.

Pekín había dicho que una condición previa para alcanzar un acuerdo comercial sería la revocación de la lista negra contra Huawei Technologies Co.

Pocos días después de que las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y China se rompieran en mayo, el Departamento de Comercio incluyó a Huawei en su llamada lista negra de entidades, lo que dificultó mucho que las empresas estadounidenses vendieran chips críticos y otros componentes al gigante de las telecomunicaciones.

Huawei es un líder mundial en el desarrollo y fabricación de la próxima generación de equipos de redes móviles 5G, y su estatus se ha convertido en el eje de una disputa cada vez mayor entre los dos países sobre asuntos de comercio, tecnología y seguridad.

Trump no eliminó a Huawei de la lista de entidades del DOC, y la compañía también enfrenta otras restricciones de Estados Unidos. El mandatario estadounidense dijo, sin embargo, que Huawei sería un asunto para ser considerado en la etapa final de las conversaciones comerciales.

Los legisladores de ambas partes habían instado a Trump a que mantuviera separadas las cuestiones de seguridad, como la de Huawei, de las negociaciones comerciales.

El año pasado, el presidente fue duramente criticado después de que, como un favor a Xi, le diera un indulto a otra empresa de telecomunicaciones china más pequeña, ZTE, que había sido penalizada por Estados Unidos al violar las sanciones contra Irán y Corea del Norte.

El sábado, Trump no dejó claro lo que Huawei podría comprar, pero sus declaraciones atrajeron el fuego inmediato de los miembros del Congreso.

“Si el presidente Trump ha negociado las recientes restricciones sobre Huawei, entonces tendremos que volver a poner esas limitaciones en vigor a través de la legislación”, dijo el senador Marco Rubio (republicano de Florida).

Trump defendió su decisión sobre Huawei como algo bueno para los negocios de Estados Unidos.

“Le venderemos a Huawei una gran cantidad de productos que son necesarios en las diversas cosas que fabrican, y acepté seguir vendiéndoles esa producción. Estas son empresas estadounidenses”, dijo Trump durante una conferencia de prensa que duró más de una hora al cierre de la cumbre G-20.

En un intercambio aparente, Trump dijo que China estaría comprando una cantidad grande pero no especificada de productos agrícolas estadounidenses mientras ambos lados negocian.

“Vamos a darles listas de cosas que queremos que compren”, dijo Trump. “Va a ser genial para nuestros granjeros”.

La declaración oficial de China sobre las conversaciones publicada el sábado en la agencia de noticias estatal Xinhua dijo que Trump y Xi acordaron reanudar las conversaciones comerciales “sobre la base de la igualdad y el respeto mutuo”.

Pero no hubo una declaración conjunta de lo que Trump y Xi acordaron, y no está claro cómo interpretarían ambas partes ese lenguaje. Además, hubo preguntas sobre qué promesas hicieron los chinos en las compras agrícolas, que Beijing ha ofrecido repetidamente en el pasado.

“La falta de declaraciones formales y el desacuerdo ya existente sobre los compromisos con la agricultura china no son una buena señal”, dijo David Loevinger, analista de TCW Emerging Markets Group en Los Ángeles y ex funcionario superior del Departamento del Tesoro para asuntos chinos.

Los funcionarios de comercio de Estados Unidos y China han estado negociando durante más de un año, pero las conversaciones se interrumpieron hace unos dos meses después de que funcionarios estadounidenses los acusaran de incumplir los compromisos que habían contraído anteriormente. Trump anunció entonces un aumento de los aranceles sobre las importaciones procedentes de China por valor de 200.000 millones de dólares, que entró en vigor en mayo.

Trump también amenazó con aplicar aranceles a unos 300.000 millones de dólares más de productos chinos, y el representante comercial de Estados Unidos celebró recientemente cinco días de audiencias públicas como parte del proceso formal antes de que se pudieran aplicar las nuevas tarifas.

En total, Trump ha impuesto aranceles del 25% a unos 250.000 millones de dólares de productos chinos, que no se han suprimido. Las tarifas de represalia hacia China sobre unos 110.000 millones de dólares de bienes estadounidenses también siguen vigentes.

No queda claro cuándo se reanudarían las conversaciones comerciales y, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, donde Trump suprimió los aranceles, no se fijó un plazo para llegar a un acuerdo antes de que se restableciera la amenaza de las tarifas.

La reunión del sábado entre Xi y Trump se celebró al margen de la cumbre del G-20 de las principales economías, y fue muy dramática, ya que los líderes mundiales se reunieron en Osaka, Japón, abiertamente preocupados por el aumento de la fricción comercial y los efectos potencialmente devastadores que podría tener en una frágil economía global.

Los líderes de G-20 acogieron con beneplácito la noticia de que Estados Unidos y China reanudarían las conversaciones. También lo hicieron los minoristas estadounidenses y otros grupos empresariales, que habían advertido que una mayor escalada de tarifas perjudicaría a los consumidores estadounidenses con precios más altos y causaría un daño significativo a las empresas y a la economía.

“Esperamos que cada una de las partes esté preparada para lograr un acuerdo de alto nivel, integral y aplicable”, dijo Myron Brilliant, jefe de asuntos internacionales de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. “China debe comprometerse a abordar las prácticas comerciales injustas de larga data y las políticas industriales que impiden la igualdad de condiciones para las empresas estadounidenses”, dijo en una declaración.

Es muy incierto si la reanudación de las negociaciones conducirá a un acuerdo de este tipo.

El principal funcionario comercial de Trump, Robert Lighthizer, ha insistido en que China debe hacer concesiones que protejan la propiedad intelectual y las innovaciones de Estados Unidos, y hacerlo de manera que puedan ser monitoreadas y aplicadas.

Sin embargo, Trump ha tendido a centrarse menos en problemas sistémicos y mucho más en asegurar grandes compras chinas y reducir el déficit comercial de Estados Unidos.

“China está dispuesta a hablar, pero no a cambiar”, dijo Andy Xie, un economista radicado en Shanghai. “China puede vivir con compras de energía y productos agrícolas además de seleccionando aperturas de mercado para empresas estadounidenses, no con cambios estructurales”.

Al margen de la última reunión de G-20 en diciembre, en Buenos Aires, Trump tuvo una cena con Xi y luego retiró su amenaza de aumentar las tasas el 1 de enero. Esa tregua dio a los negociadores otros 90 días, y en febrero, el mandatario estadounidense prorrogó el plazo indefinidamente. Cuando las conversaciones se interrumpieron en mayo, Trump siguió adelante y aumentó los aranceles.

Esta vez, en el último día de la cumbre de G-20 en Osaka, fue después de una reunión a la hora del almuerzo con Xi que Trump cortó el acuerdo para cancelar una nueva ronda de aranceles, sobre 300.000 millones de dólares de productos chinos.

Al comienzo de la reunión, dentro de una sala del centro de exposiciones y convenciones de Osaka, los dos líderes se sentaron en una larga mesa, con Trump y Xi uno frente al otro, los ayudantes estaban flanqueados a la derecha e izquierda.

Xi comenzó refiriéndose a la llamada diplomacia del ping-pong que comenzó en 1971 y que finalmente condujo al establecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China en 1979.

“China y Estados Unidos se benefician de la cooperación y pierden por la confrontación”, dijo Xi.

Trump, en su discurso de apertura, recordó con cariño su visita de estado a Pekín en noviembre de 2017 cuando Xi le extendió la alfombra roja. Trump llamó a la visita “una de las más increíbles de mi vida”.

“Hemos pasado mucho tiempo juntos. Nos hemos hecho amigos”, dijo Trump a Xi, antes de pasar al tema del comercio. “Estamos totalmente abiertos a ello”, dijo sobre un “acuerdo de comercio justo”.

David Lampton, becario del Centro de Investigación de Asia y el Pacífico de la Universidad de Stanford, dijo que lo que sucedió en G-20 en Osaka siguió un patrón ya conocido.

“Las amenazas excesivas, seguidas de fanfarronadas, para luego hacer una retirada y regresar al punto de partida, exceptuando que la credibilidad de Estados Unidos [se] reduce aún más en el proceso”, dijo Lampton. “Xi está perdiendo la paciencia y esperando negociar con una nueva administración de EE.UU”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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