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Trump ha exagerado los resultados de su reunión con el líder de Corea del Norte Kim Jong Un

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Al evaluar la dramática reunión del presidente Trump con el dictador norcoreano Kim Jong Un, es importante recordar que hace menos de un año muchos estadounidenses estaban preocupados por la retórica belicosa del presidente podría conducir a la guerra, incluidas las amenazas de hacer llover “fuego y furia” en Corea del Norte si continuaba amenazando a Estados Unidos.

La decisión de Trump de responder a una apertura de Kim, inicialmente transmitida a través de Corea del Sur, redujo drásticamente la retórica. También puede haber comenzado un proceso que tendrá éxito en controlar las ambiciones nucleares de Corea del Norte, un proceso en que todos los esfuerzos anteriores han fracasado.

Por esa razón, la cumbre en Singapur puede justificarse, a pesar del caos y la confusión que la precedieron. Pero Trump exageró cuando se jactó en una conferencia de prensa de que su reunión con Kim demostró que “el cambio real es de hecho posible”. A pesar de todo el espectáculo, la reunión fue, en el mejor de los casos, un anticipo de ese cambio.

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Eso quedó claro en la declaración conjunta vagamente redactada publicada por los dos líderes. Trump prometió proporcionar a Corea del Norte “garantías de seguridad” no especificadas y Kim reafirmó su “firme e inquebrantable compromiso para completar la desnuclearización de la Península Coreana”.

También acordaron mejorar las relaciones entre los dos países, la creación de un régimen de paz y estabilidad en la Península de Corea “y un esfuerzo por recuperar y repatriar los restos de los soldados muertos en la Guerra de Corea. Los detalles, en otras palabras, todo lo que necesitamos saber sobre si este esfuerzo llegará a algún lado o no, se dejaron para futuras negociaciones en las que Estados Unidos estará representado por el Secretario de Estado, Mike Pompeo.

Pompeo ha dicho que el único resultado que Estados Unidos aceptará es la “desnuclearización completa, verificable e irreversible de la Península Coreana”. Eso sugiere cuán difíciles serán las negociaciones, especialmente si Trump insiste en aplicar a Corea del Norte los estándares por los que juzgó -y se encontró que era deficiente-, el acuerdo bajo el cual Irán aceptó limitaciones en su programa nuclear.

Nos gustaría pensar que Trump reconoce la complejidad del camino de las negociaciones, la necesidad de consultar con los aliados de EE.UU. y la importancia de contar con la historia de brutalidad de Corea del Norte hacia su propia gente y la diferencia en el trato con otras naciones. Algunos de sus comentarios no inspiran confianza.

Después de reunirse con Kim, el presidente dijo a los periodistas que había decidido cancelar los “juegos de guerra” -su término para ejercicios militares conjuntos entre Estados Unidos y Corea del Sur- que calificó de “muy provocativos”, lenguaje que el Norte ha utilizado durante mucho tiempo en reclamos sobre los ejercicios. La noticia fue una sorpresa tanto para los militares de EE.UU. como para los oficiales surcoreanos. En una entrevista con la Voz de América, Trump dijo que Kim “ama a su gente” haciéndole un cumplido inquietante e innecesario a un brutal dictador. En la misma entrevista, dijo efusivamente: “Vamos acomenzar a desnuclearizar a Corea del Norte. Va a comenzar de inmediato”.

El optimismo efervescente y los halagos exagerados pueden ser una ventaja en un vendedor, pero un presidente necesita observar sus palabras y sopesar sus acciones.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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