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Tres años después del Acuerdo de París, las conversaciones sobre el clima se reanudan bajo nuevas realidades políticas y científicas

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Tres años después de forjar un histórico acuerdo sobre el clima en París, los líderes mundiales se reunirán nuevamente para decidir cómo convertir en acción las promesas de reducir las emisiones.

Pero, al iniciarse las conversaciones, en Katowice, Polonia, una desconexión entre la ciencia del clima y la política global amenaza la posibilidad de que casi 200 países se unan para reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

Al tiempo que los científicos emiten advertencias cada vez más graves sobre la intensificación del cambio climático y los peligros de la inacción, el presidente Trump y otros líderes mundiales clave aplican políticas nacionalistas y amigables con los combustibles fósiles, que empeoran el calentamiento global.

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“Es un momento extraño, en el que la ciencia y la experiencia cotidiana de las personas muestran cuán importante es este problema. Sin embargo, la política, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo, está socavando los esfuerzos internacionales”, expuso Michael Wara, director del Programa de Políticas de Clima y Energía de la Universidad de Stanford.

La dinámica no solo es evidente en las acciones de Trump, quien ha atacado a la ciencia del clima y se comprometió a retirarse del Acuerdo de París como parte de su agenda de “EE.UU. primero”. Líderes de otros países que previamente apoyaron el trato, desde Australia hasta Brasil, parecen estar siguiendo sus pasos y alejándose de sus compromisos.

“Será interesante ver cómo este disgusto local por el multilateralismo juega en contra de una comprensión cada vez mayor de la urgencia del problema”, afirmó Samantha Gross, experta en energía y clima de Brookings Institution.

El Acuerdo de París, de 2015, fue un gran avance, ya que las naciones de todo el mundo se comprometieron por primera vez a mantener el calentamiento global “muy por debajo” de los dos grados centígrados y a trabajar en iniciativas para limitar el aumento a 1.5 grados. Esos compromisos internacionales para reducir drásticamente las emisiones del calentamiento del planeta fueron un primer paso vital para evitar los efectos más devastadores del cambio climático, pero el pacto dejó muchos detalles por confirmar en el futuro.

Las negociaciones que comienzan esta semana en la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP24), se centran en esos asuntos técnicos, incluidas las reglas según las cuales los países rastrean sus emisiones de gases de efecto invernadero e informan de su progreso al resto de mundo.

La elaboración de un llamado ‘reglamento’ es una misión central de las conversaciones, “que esencialmente se necesitan para convertir [el Acuerdo de] París de un trato en papel a un régimen operativo, funcional y efectivo”, aseveró Todd Stern, quien dirigió la iniciativa de EE.UU. para negociar el pacto durante la presidencia de Obama y ahora es miembro principal de Brookings Institution.

Los expertos que siguieron la conferencia afirmaron que su importancia creció a la luz de las amenazas geopolíticas al Acuerdo de París y una serie de informes recientes que advierten que el tiempo se está acabando.

El planeta ya se ha calentado alrededor de un grado Celsius desde tiempos preindustriales como resultado de la acumulación de gases de efecto invernadero causados por el hombre, y según los científicos ya estamos experimentando las consecuencias en forma de niveles crecientes del mar, huracanes más intensos e incendios forestales, y otros varios problemas.

Un informe de octubre del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático advirtió que algunos de los efectos más devastadores del calentamiento global afectarán más y más rápido de lo que se esperaba anteriormente, y es probable que alcancen un punto de inflexión si no hay “cambios de gran alcance y sin precedentes” para reducir las emisiones dentro de los próximos 12 años.

Un informe de la ONU publicado el 27 de noviembre, descubrió que pocas naciones están en vías de cumplir los objetivos de París, que a su vez no logran los recortes de emisiones necesarios para mantener el calentamiento en niveles tolerables para la humanidad. Sin una acción drástica a gran escala, según la evaluación, es probable que el planeta sufra un calentamiento de tres grados centígrados para finales de siglo.

Aunque la administración Trump aún tiene la intención de retirarse del Acuerdo de París tan pronto como sea elegible para ello, en 2020, envió una delegación para participar en las negociaciones de la COP24 “con el fin de garantizar una igualdad de condiciones que beneficie y proteja los intereses de EE.UU.”, indicó el Departamento de Estado en un comunicado, el 29 de noviembre.

La negación de Trump del Acuerdo de París, junto con la disputa comercial en curso con China —la otra parte más importante en las negociaciones— debilita la posición de Estados Unidos en la conferencia, advirtió Wara. Otro obstáculo, dijo, es el impulso del gobierno de deshacer las regulaciones para combatir el cambio climático mientras que, al mismo tiempo, expresa una falta de voluntad para ayudar a los países pobres a reducir sus emisiones.

“Ese es un mensaje muy tóxico de parte de EE.UU. para esta reunión, pero sospecho que es lo que articularemos como nuestro punto de vista”, expresó Wara. Aunque es posible que los países finalicen la conferencia, de dos semanas, con un pacto significativo que promueva el Acuerdo de París, Wara agregó que “el peor de los escenarios sería que nadie esté de acuerdo en nada y tengamos una verdadera ruptura en la conversación”.

Recientemente, Trump descartó las terribles conclusiones de un informe realizado por 13 agencias federales en su propia administración, que descubrió que el cambio climático está causando daños generalizados al medio ambiente, la salud y la economía de la nación, que se intensificarán a lo largo del siglo a falta de una acción rápida.

La última entrega de la Evaluación Nacional del Clima ordenada por el Congreso determinó que, de no controlarse, el calentamiento global reducirá la economía en cientos de miles de millones de dólares anuales para fines de siglo.

“No lo creo”, respondió Trump, sin ofrecer pruebas para contrarrestar los hallazgos de cientos de los principales científicos expertos en clima.

Los comentarios del presidente fueron seguidos por un impulso de su administración para atacar el consenso científico sobre el cambio climático, y un movimiento para permitir una mayor contaminación de automóviles, camiones y centrales eléctricas de carbón al desintegrar las regulaciones ambientales de la era Obama.

No obstante, algunos son optimistas de que la nueva ronda de conversaciones sobre el clima puede generar un progreso significativo.

Helen Mountford, vicepresidenta de clima y economía de World Resources Institute, una organización de investigación con sede en Washington, afirmó que otro factor motivador podría ser una mayor presión por parte de personas ajenas al gobierno, en los negocios y las finanzas, que ven oportunidades económicas en la transición de combustibles fósiles a fuentes de energía renovables, como la eólica y la solar.

“En el terreno, hay buenas razones para creer que los países pueden y deben intensificar la acción”, señaló Mountford, “porque estamos empezando a ver cambios en los mercados y las tecnologías se vuelven más baratas”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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