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Tijuana, una ciudad de migrantes, se volvió en contra de la caravana de centroamericanos que llegó a la frontera

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Esta ciudad de migrantes se volvió en contra de la caravana de miles de migrantes centroamericanos que ha rodeado la metrópoli fronteriza.

“¡Esto es una invasión!”, gritó Luis Alexis Mendoza, de 30 años, un carpintero con gafas que participó junto con decenas de otros residentes de Tijuana, de una manifestación contra la caravana, el domingo 18 de noviembre.

La protesta culminó en un enfrentamiento con la policía antidisturbios, en la calle donde más de 2,000 centroamericanos recibieron alojamiento, en una instalación deportiva. “¡Exigimos respeto! Exigimos que se sigan nuestras leyes”.

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Él y otros calificaron a los miembros de la caravana, en su mayoría ciudadanos hondureños, como “criminales”, “vagabundos” y “vividores”, entre otras caracterizaciones negativas utilizadas para describir a los centroamericanos.

Los manifestantes cantaron el himno nacional mexicano y agitaron banderas en una fuerte muestra de nacionalismo y sentimiento anticaravana.

La marcha de manifestantes por el centro de la ciudad se convirtió en una turba cuando los manifestantes enojados intentaron atacar las instalaciones deportivas donde se hospedaba la caravana, cuyos miembros comenzaron a llegar a Tijuana a mediados de noviembre, después de un mes en las carreteras.

La noticia de que los enojados manifestantes mexicanos se estaban acercando al complejo deportivo hizo que muchos migrantes regresaran corriendo al interior del lugar. El miedo y la incertidumbre reverberaron en las instalaciones.

“Nos sentimos atrapados”, dijo José Antonio Paz, de 32 años, quien viajó desde la ciudad de El Progreso, Honduras, con su esposa y cuatro hijas. “La gente nos persiguió con piedras. ¿Cómo podemos defendernos?”

Linda de Los Ángeles Morales, de El Salvador, agregó: “Estábamos afuera buscando comida cuando escuchamos que los mexicanos venían a atacarnos... Ahora estamos encerrados adentro y asustados. ¿Y si vienen a buscarnos por la noche?”

El peligro significó que la mayoría de los migrantes no pueda abandonar las instalaciones en pos de alimentos que complementen las escasas comidas provistas ahí. A última hora de la tarde, muchos se alinearon en las puertas buscando salir del complejo en busca de algo para comer.

“Esta es una emergencia de salud pública en potencia, especialmente a medida que más personas llegan de ésta y otras caravanas”, advirtió el doctor Allen Keller, del Hospital Bellevue en Nueva York, uno de varios voluntarios que se acercó para ayudar en el complejo deportivo.

La policía, que llevaba cascos y escudos plásticos, repelió los intentos de los manifestantes para ingresar al sitio deportivo.

No se reportaron heridos en enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, quienes merodearon durante horas fuera de las barricadas de concreto que sellan las entradas al refugio improvisado. Pero el episodio destacó la asombrosa hostilidad que la caravana generó en una ciudad de 1.6 millones de habitantes, que ha sido durante mucho tiempo una estación de paso para los migrantes en camino a Estados Unidos, principalmente desde México pero también de América Central.

Irónicamente, muchos manifestantes se hicieron eco de las quejas del presidente Trump, quien calificó a la caravana como una “invasión” y una amenaza para la seguridad nacional.

“No estamos con Trump; ha hablado horriblemente de los mexicanos, pero tiene razón en que todos los países tienen el derecho de defender sus fronteras”, consideró Alejandra García, de 52 años y con dos hijos, quien se encontraba entre los 150 manifestantes que se reunieron para protestar, sobre un bulevar principal, donde se levanta una estatua de Cuauhtémoc, el último emperador azteca.

“No se trata de xenofobia. No estamos contra los inmigrantes. La mayoría de todos en Tijuana vinieron de algún otro lugar. Pero la gente debe venir aquí de manera ordenada, y no tratar de crear problemas”, reclamó García.

Muchos contrastaron la arrolladora llegada de miembros de caravanas con la afluencia discreta de hasta 2,000 migrantes haitianos en los últimos 18 meses. Muchos haitianos, a quienes se les negó la entrada a Estados Unidos, encontraron trabajo en esta ciudad y se fusionaron con la sociedad tijuanense.

“Los haitianos vinieron a trabajar, respetaron nuestras leyes”, aseguró Rafael de Jesús Franco Armas, de 57 años, un docente de preparatoria quien posee ascendencia guatemalteca. “Los centroamericanos son nuestros hermanos. Pero estos hondureños han llegado a causar un escándalo”.

La Zona Norte de Tijuana, donde culminó la protesta del domingo, fue alguna vez un centro de contrabandistas y hogar de hoteles baratos y casas de seguridad donde se congregaban los migrantes, en su mayoría mexicanos, antes de cruzar la frontera.

Pero, en los últimos años, las autoridades de Estados Unidos bloquearon en gran medida el ingreso ilegal desde Tijuana al erigir varias capas de cercas y otros obstáculos, además de reforzar las filas de la Patrulla Fronteriza.

Se espera que muchos de los miembros de la caravana soliciten asilo político en Estados Unidos, una opción en gran parte no disponible para los ciudadanos mexicanos. Ellos planean intentar cruzar sin autorización y pedir asilo, a pesar de las advertencias del gobierno de Trump de que enfrentarán largas esperas, con pocas posibilidades de éxito.

La afluencia de centroamericanos —varias caravanas más están en camino— ha planteado un dilema humanitario, logístico y de seguridad pública para las autoridades de Tijuana, que fueron sorprendidas por la repentina llegada de la caravana inicial, a mediados de noviembre. Se esperaba que el grupo demore por lo menos una semana más antes de arribar a la frontera, pero muchos viajaron en autobuses y camiones que aceleraron su viaje hacia el norte.

El alcalde de Tijuana tildó a muchos miembros de las caravanas de “vagabundos” y los funcionarios de la ciudad pidieron ayuda a las autoridades federales en la capital mexicana para manejar la ola de migrantes que se dirigen a Estados Unidos.

Los migrantes podrían permanecer atrapados en Tijuana hasta por seis meses, dicen los funcionarios de la ciudad, ya que tienen pocas posibilidades de ingresar a EE.UU. Según las autoridades, en los próximos días y meses podrían arribar hasta 10,000 viajeros más, en caravanas.

“Estamos ayudando tanto como podemos, respetamos sus derechos humanos, pero nos vemos abrumados”, afirmó Genaro López Moreno, delegado local para el centro de Tijuana. “Estamos haciendo todo lo que podemos en este momento”.

Las corresponsales especiales Cecilia Sánchez, en la Ciudad de México, y Liliana Nieto del Río, en Tijuana, contribuyeron con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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