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Sus padres huyeron de Venezuela, sus hijos nacieron en Colombia. Son ciudadanos de ninguna parte

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En el otoño de 2017, mientras las condiciones en Venezuela se deterioraban, agentes de la inteligencia estatal fueron en busca de Belys Torrealba Tovar, quien había ayudado a reclutar jóvenes para protestar contra el gobierno de Nicolás Maduro. Se escondió durante dos semanas y luego huyó a la vecina Colombia.

Un año y medio después, dio a luz a un niño en un hospital del sur de Bogotá.

Con 5 libras, 8 onzas, el bebé era pequeño pero saludable, con una cara redonda y una abundante cabellera negra. Lo llamó Ángel.

Ahora, con poco más de un mes de nacido, es apátrida, un ciudadano de ninguna parte.

A diferencia de Estados Unidos y la mayoría de los países de América Latina, Colombia no concede automáticamente la ciudadanía aunque la persona haya nacido allí. Y aunque sí califica para la nacionalidad venezolana, requeriría que su madre regresara al país o hiciera una visita a una de sus embajadas o consulados que no hay en Colombia.

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“Quisiera que tuviera una nacionalidad para que no quede como que si no existe en el mundo”, dijo Torrealba, de 24 años.

Miles de niños y niñas se encuentran en la misma situación en medio de uno de los mayores desplazamientos forzados de la historia moderna, ya que se calcula que 5.000 personas huyen de Venezuela cada día. Casi 4 millones ya se han ido, más de un cuarto de ellos a Colombia, que les ofrece visas temporales.

La agencia de registro civil de Colombia cuenta con casi 3.400 niños nacidos de padres venezolanos desde octubre de 2017, cuando el gobierno comenzó a llevar la contabilidad. Los defensores de los inmigrantes dicen que el total podría ser de hasta 25.000.

Los niños nacidos sin ciudadanía colombiana pueden matricularse en la escuela y en el sistema público de salud. Aunque muchos de los beneficios de la ciudadanía -votar, poseer propiedades o casarse- no serán consideraciones importantes durante años, la condición de ‘apátrida’ aumenta la angustia de las familias desarraigadas.

“Son niños que no tienen un estado que los proteja. Practicamente huerfanos”, dijo la abogada venezolana Xiomara Rauseo.

No es ninguna sorpresa qué tanta gente esté dejando Venezuela.

Los ciudadanos de este país, considerado en algún momento como el más rico de América Latina, han visto su economía colapsar con la caída de los precios del petróleo y una galopante hiperinflación que dejó sin valor a la moneda. La escasez de alimentos y de medicinas llevó a una hambruna y a enfermedades desenfrenadas.

Un estudio mostró que para el 2017 casi el 90% de los venezolanos vivían en la pobreza y que el ciudadano promedio había perdido 24 libras, cifras que seguramente son más altas ahora.

En Colombia, Torrealba luchó por reconstruir su vida. Después de un mes de compartir un apartamento lleno de gente con otros migrantes de Venezuela, encontró un trabajo como camarera de hotel y se mudó a su propia habitación en un apartamento al otro lado de la ciudad.

Empezó a salir con un hombre de Venezuela y en septiembre se enteró de que estaba embarazada. Al principio parecía enamorado y feliz por la noticia, pero luego el hombre consiguió un trabajo a casi 300 millas de Bogotá y dejó de responder a sus mensajes.

Torrealba soportaría el resto del embarazo sola.

Ella sabía que los niños nacidos en Colombia sólo tienen derecho a la ciudadanía si al menos uno de los padres es colombiano o si tiene residencia permanente legal. Otras madres habían publicado advertencias en Facebook al respecto.

Por ello pensó en regresar a Venezuela para dar a luz.

Pero en febrero, el gobierno venezolano cortó las relaciones diplomáticas con Colombia y cerró los cruces fronterizos en medio de un esfuerzo apoyado por Estados Unidos para ingresar ayuda humanitaria, que Maduro calificó como pretexto para una invasión estadounidense. Cuando el país fue golpeado por una serie de apagones masivos, Torrealba decidió quedarse en Colombia.

Se alegró porque desarrolló presión arterial alta y una condición llamada preclamsia, que puede llevar a complicaciones fatales, y tuvo que ser hospitalizada. Se había enterado de que madres y bebés estaban muriendo en las salas de maternidad de su país y le preocupaba cómo les habría ido a ella y a Ángel.

A principios del mes pasado, cuatro días después del parto, Torrealba se estaba recuperando en el Hospital Materno Infantil, una clínica pública donde las mujeres que van a dar a luz duermen hasta seis noches en viejas camas con marcos metálicos, con sus nombres escritos en pizarras sobre sus almohadas.

Una enfermera vino a tomarle la presión arterial y se quedó boquiabierta ante los resultados. “Ay niña, ahora ¿qué vamos hacer?”, le dijo cariñosamente.

Alrededor de 15 bebés nacen en el hospital cada día, aproximadamente un tercio de ellos de madres venezolanas, muchas de las cuales se enteran del problema de la ciudadanía sólo después de dar a luz.

Juberkis Álvarez Guanipa dijo que una trabajadora social le había informado esa mañana que su hija recién nacida no era colombiana. Pero a la joven de 19 años no le habían informado sobre los impedimentos para obtener la ciudadanía.

“No sabía”, dijo en un susurro. “No lo quiero ni imaginar”.

Las autoridades colombianas dicen que están haciendo todo lo posible para ayudar a los venezolanos.

“No somos conscientes de la apatridia. Es Venezuela quien no les quiso dar los documentos”, dijo Felipe Muñoz, asesor del presidente colombiano. “Colombia ha venido haciendo de manera consistente un ejercicio generoso y de responsabilidad histórica de ayudar a los venezolanos. Aquí la discusión no es qué hacer pero cómo hacerlo mejor”.

Los funcionarios de migración anunciaron a principios de mayo que están estudiando si la Constitución les permitiría otorgar la ciudadanía a los hijos de padres venezolanos.

También se han presentado múltiples propuestas de ciudadanía a nivel del Congreso. El mes pasado, una comisión aprobó un proyecto de ley para su debate inicial ante el Senado.

El senador Andrés García Zuccardi, autor de otros dos proyectos de ley destinados a proporcionar a los venezolanos la ciudadanía colombiana, dijo que su mayor preocupación es que miles de niños puedan crecer sin acceso a la educación superior, la atención de la salud o el trabajo formal.

“Esta situación no sólo significa la violación de derechos fundamentales, sino que afecta las dinámicas sociales, económicas y el futuro de un país que podría construirse con un número significativo de personas sin registro y sin oportunidades”, dijo.

Incluso antes de que las relaciones diplomáticas entre los dos países se desplomaran y los consulados cerraran, era difícil para los padres venezolanos obtener la ciudadanía de sus hijos nacidos en Colombia.

“El bebé es un extranjero”, dijo una enfermera en Bogotá a Kimberlyn Suárez Villegas, de 23 años, después de que su hijo Estheban naciera en noviembre de 2017.

En el consulado venezolano, las autoridades la dejaron esperando indefinidamente.

Consiguió un certificado de nacimiento de la oficina del registro civil colombiano. A un lado están sus pequeñas huellas en tinta negra.

En el otro lado hay una nota que dice: “No válido para la ciudadanía”.

Suárez, que estaba a punto de terminar su licenciatura en derecho cuando ella y su esposo dejaron Venezuela hace casi cuatro años, dijo que tiene poca fe en que el presidente colombiano, Iván Duque, o su gobierno, concedan la ciudadanía a niños como su hijo.

“La gente nos ve como que si estamos invadiendo a un país”, dijo, rompiendo a llorar. “Mi hijo es un bebé apátrida para el gobierno de Maduro porque yo traicioné mi patria al momento de venirme. Y para el gobierno de Duque también es un bebé apátrida porque su mamá se vino”.

Los sueños de Suárez para su hijo son simples: “Lo que me interesa es que mi hijo tenga un documento y él no salga perjudicado en el futuro. De que tenga un bienestar, que pueda hacer sus cosas normal como una persona normal. Es todo”.

En cuanto a Torrealba, se ha establecido en su nuevo hogar. Su madre dejó Venezuela y se mudó a Bogotá justo antes del nacimiento del bebé. Ambas encontraron nuevos trabajos, Torrealba en una empresa de relaciones públicas de diseño gráfico y su madre como costurera.

Torrealba recientemente ideó un plan para darle la ciudadanía a Ángel. En Navidad, regresará a Venezuela con su madre y su hijo para registrarlo. Lo hará en otro lugar que no sea Lara, donde vive su familia, y se quedarán no más de dos semanas.

“Si entro en Venezuela y se enteran de que estoy allí, pueden meterme en la cárcel, matarme o hacerme desaparecer”, dijo.

Pero si el plan funciona, su bebé será ciudadano venezolano el próximo año.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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