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Si a Trump le preocupa la violencia política, debe empezar a tener cuidado con sus palabras

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Todavía no sabemos quién es el responsable de los aparatos explosivos y paquetes sospechosos que fueron enviados al ex presidente Obama, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, al filántropo y donante liberal George Soros, a CNN, a la representante Maxine Waters (D-Los Ángeles) y a otras personas. Es concebible que la motivación más obvia haya sido causar lesiones y posiblemente la muerte de las personas que han criticado al presidente Trump y a sus simpatizantes.

Parece muy probable que se trata de una mente inestable que se ha marinado en el frecuentemente violento discurso del actual momento político y que por algún motivo desconocido, haya decidido actuar para defender sus creencias.

Trump dijo lo correcto el 24 de octubre, cuando afirmó que “en estos tiempos tenemos que unirnos, tenemos que transmitir el mensaje inequívoco de que los actos o amenazas de violencia política de cualquier tipo, no tienen cabida en Estados Unidos de América”.

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El problema es que es el mismo presidente quien ha calificado a las principales organizaciones de noticias como “el enemigo del pueblo estadounidense”, quien se negó a responder una pregunta de la cadena CNN porque “CNN solo hace noticias falsas”, quien le puso un sobrenombre a Hillary Clinton mientras sus simpatizantes coreaban enardecidos que debían “encerrarla”, y quien hace solo unos días atrás dijo que “cualquier persona que pueda golpear al cuerpo de otro, es mi candidato”.

Los destinatarios de los explosivos son precisamente las mismas personas a las que Trump ha escogido como blancos de sus ataques retóricos: Soros, el fantasma de los teóricos de la conspiración de la extrema derecha; John Brennan, director de la CIA durante la administración Obama, a quien Trump ha calificado como “un pirata, a quien no se le puede confiar los secretos de nuestro país”; Waters, a quien Trump ha ridiculizado como “loca” y de “bajo coeficiente intelectual”.

Si resulta que los dispositivos, que afortunadamente no dañaron a nadie, fueron enviados por un partidario del presidente, Trump podrá argumentar, por supuesto, que nunca ha alentado la violencia o la criminalidad.

Pero sin duda este tipo de violencia es el resultado de un ambiente político cada vez más tóxico, en el que las diferencias sobre algunos temas, han crecido como verdaderas murallas, donde la ira ha reemplazado a la conciliación, en el que la líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi y el líder de la mayoría en el Senado Mitch McConnell (R-Kentucky) han sido perseguidos en las calles por opositores enfurecidos; en el que el presidente de Estados Unidos, lejos de promover la unidad del país, se ha encargado de polarizarlo promoviendo el miedo, la división y la desconfianza a través de una retórica de intolerancia y rabia.

El hecho de que un discurso político hostil, provocativo y desagradable no llegue a la definición legal de incitación a la violencia, no significa que sea correcto. Siempre es posible que alguien se inspire en su retórica para cometer actos violentos. El presidente necesita darse cuenta de eso.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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