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¿Seis mil agentes en la frontera sur de México?

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Independientemente de cómo termine el tema de los aranceles que Donald Trump quiere imponer a las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos, y de la impresionante cantidad de errores de forma y fondo que el gobierno mexicano ha cometido, ya hay algunas cuestiones de las que será muy difícil salir.

Una de ellas es que por la vía de los hechos, México ha permitido la mezcla de temas en donde sus espacios de negociación son muy dispares. Comercio y migración son dos cosas muy diferentes y México no debe aceptar que vayan juntas.

Eso nos puso antes de empezar el partido, con un marcador en contra y de aquí en adelante así será cada que nos sentemos con nuestra contraparte estadounidense a hablar de lo que sea. A eso aumente usted que ellos nos podrán echar en cara otros temas en los que no estamos haciendo la tarea.

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Peor aún (mucho peor), en esa mezcla de temas, hemos asumido totalmente culpas que en el peor de los casos, sólo nos tocan parcialmente. El tema migratorio de los centroamericanos es, estrictamente hablando, un tema entre Centroamérica y Estados Unidos. Está bien, México es el país de tránsito y es socio importante de los países de la región, pero de ahí a asumir la responsabilidad total de la gestión del proceso hay un paso importante. No sólo permitimos que se mezclen temas, que no son nuestros sino que nos sentimos obligados a presentar soluciones y por si fuera poco, malas soluciones.

En las pláticas que se sostuvieron en Washington para tratar estos asuntos, México ofreció -y ahora tendrá que hacerlo pase lo que pase-, el envío de seis mil agentes de la guardia nacional a la frontera sur para evitar que los migrantes centroamericanos entren a México en su paso a Estados Unidos.

¿Seis mil agentes? Sólo para poner esta “propuesta” en perspectiva, la frontera entre México y Estados Unidos tiene 3 mil 200 kilómetros de extensión y el gobierno estadounidense ha tenido ahí, en sus peores momentos, poco más de 16.000 agentes, es decir 5 por kilómetro. La frontera sur de México tiene una extensión de casi mil kilómetros y estaríamos poniendo 6 agentes por kilómetro. Sí, aunque usted lo dude, uno más que Estados Unidos que teme el ingreso de inmigrantes por su frontera, droga y terroristas. ¿Por qué?

Además del número -y de la contradicción flagrante de principios que se presumían hace apenas unas semanas y de la incongruencia con la que muchos mexicanos han sufrido en Estados Unidos-, hay otros cuestionamientos. ¿No podríamos destinar esos agentes a cuidar a los mexicanos? Porque nuevamente, sólo para poner las cosas en perspectiva, en México la tasa de homicidios es de 25 por cada 100 mil habitantes, mientras que en Estados Unidos es de 5.3, ¿por qué nos convertimos en la patrulla fronteriza de Estados Unidos? Nadie dice que no cuidemos nuestra frontera, pero lo que estamos proponiendo responde a la agenda estadounidense, no a la mexicana.

Lo peor es que, como sabemos a partir de la propia experiencia mexicana, esta presencia de la guardia nacional no resolverá el problema, propiciará violencia, abusos, y no impedirá que los centroamericanos intenten ingresar al país. Por el contrario, intentarán ahora rutas en donde no sean descubiertos y que, como nos consta, son más riesgosas -en la frontera sur hay zonas selváticas, ríos, etcétera- y con presencia del crimen organizado. El peor de los mundos.

Todo esto ocurre en medio de una confusión y falta de coordinación en el gobierno mexicano. Aparentemente, la secretaria de Gobernación, de quien depende el Instituto Nacional de Migración, ni siquiera estaba enterada de la oferta que el secretario de Relaciones Exteriores hizo en Estados Unidos, donde por cierto tampoco está presente.

Hay más temas y muy graves. El papel que jugará México en los procesos de asilo y la respuesta que daremos a la petición de la administración estadounidense de convertirnos en el tercer país seguro. Es algo aún no concedido, pero que está en la mesa. Por lo pronto ya recibimos a los solicitantes de asilo como si fuéramos la sala de espera de Estados Unidos.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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