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Reseña: un psicópata arde en el seductor drama criminal argentino ‘El ángel’

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Un adolescente de cabello dorado y labios gruesos se acerca a una casa palaciega de Buenos Aires y salta casualmente la cerca. Entra a través de una puerta corrediza abierta, se sirve una bebida, toca las joyas y deambula por ahí con una especie de indiferencia. Pone un disco y comienza a bailar salvajemente, sus rizos rebotan a tiempo con el ritmo del staccato. Se va en una motocicleta con algunos discos de vinilo escondidos en la parte de atrás, llegando a casa donde saluda a su madre (Cecilia Roth), quien está cocinando su comida favorita.

Esta es nuestra introducción al antihéroe de cara dulce en “El ángel” de Luis Ortega, producido por Pedro Almodóvar y la sumisión de Argentina para los Premios de la Academia. En la narración que acompaña esta secuencia de apertura, el joven, conocido como Carlitos, se pregunta: “¿Nadie considera ser libre?”

Declara: “Nací ladrón”, sin sentimiento de culpa ni de orgullo. Simplemente es quien es: Carlos Eduardo Robledo Puch, un psicópata adolescente que aterrorizó en Argentina a principio de la década de los 70 con una ola de delitos de violación, robo y asesinato. Los periódicos lo apodaron “El ángel de la Muerte” y “El ángel Negro” debido a la yuxtaposición de su apariencia querubín y su comportamiento criminal implacable.

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El director/coautor Ortega ha traído la historia de Robledo Puch a la pantalla con una sensibilidad del período increíblemente genial y una sorprendente presentación debut de un actor de 19 años, Lorenzo Ferro (el hijo del actor Rafael Ferro) en el papel estelar. Es un “Goodfellas” despreocupado y sexy; un “Bonnie & Clyde” con dos jóvenes en una historia de amor, una que desafía la categorización o las etiquetas, y está completamente impulsada por la emoción tabú de la criminalidad.

El ladrón con cara de bebé, Carlitos, ve al ceñudo y macho Ramón (Chino Darín), en su nueva escuela vocacional. Pronto, la pareja, junto con el padre de Ramón, José (Daniel Fanego), se embarcará en una vida de audaces robos, vaciando armerías, joyerías y casas llenas de obras de arte preciosas. Para Ramón y José, el robo es el medio para un fin, pero para Carlitos, es la emoción del acto. Se deleita y perdura durante sus crímenes, disfrutando del proceso. Guarda uno o dos tesoros que llaman su atención, una pintura aquí, una pistola allí, pero parece que no le da importancia a su parte del botín. También tiene una tendencia a disparar siempre primero.

La ambigua sexualidad de Carlitos despierta el deseo en novias, hombres y padres por igual. Hay una gran tensión entre él y Ramón que no va a ninguna parte, porque para Ramón, el sexo es como el crimen, un medio para un fin. Es despiadadamente ambicioso y pragmático, no un hedonista como Carlitos. Pero la energía entre ellos es tan espesa como el puré de papas con mantequilla que la madre de Carlitos sirve junto con bistec frito, salpicado de limón.

La película es un ambiente acogedor para albergar esta dinámica acalorada: color saturado y textura rica, una delicia sensual de lujosas casas de lujo, el rock de los 70 y los cómodos pantalones de campana.

El ritmo metódico y medido, especialmente durante la segunda hora de la película, es algo frustrante. Como público viendo una película de crimen, esperamos una ráfaga de actividad representada en el montaje, pero “El Ángel” niega eso deliberadamente, y como su protagonista, nunca pierde la calma. El ritmo refleja la actitud relajada y compuesta de este joven asesino que asesina con calma y desfigura a quien lo incomoda. Ese ritmo es algo incómodo, pero también lo es confrontar quién y qué es Carlitos. “El Ángel” no ofrece respuestas concretas, y aunque pinta un retrato vívido de este demonio de la vida real, el hecho es que al final, acabamos seducidos por él también.

‘El Ángel’

En español con subtítulos en inglés.

Duración: 1 hora, 58 minutos.

Estreno: comienza el 9 de noviembre, Landmark Nuart, oeste de Los Ángeles.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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