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¿Qué sigue para los Lakers tras la salida de Magic Johnson?

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Comenzó con una encestada, un clásico lanzamiento estilo tomahawk slam, con una mano, de LeBron James.

Hace ochenta y dos juegos, James comenzaba su era en los Lakers con el juego perfecto, un dunk, los dos puntos más fáciles del baloncesto. Después con una posesión, lo hizo de nuevo; otro ataque con la mano derecha que entusiasmó a sus compañeros de equipo en el banquillo y llevó a los fanáticos de los Lakers que habían viajado a Portland directamente hacia la euforia.

Parecía muy fácil, la receta más sencilla del deporte: tomar un equipo de la NBA, agregar al mejor jugador del deporte y esperar a que se acumularan las victorias. Sólo que los Lakers no ganaron esa noche en Portland. Las cosas nunca fueron tan simples como esos lanzamientos del primer juego.

Todo terminó el pasado martes, con James en el banquillo, vestido de traje, viendo a los Lakers perder por 104-101 ante Portland, el presidente del equipo, Magic Johnson, anunciaba su salida, mientras el entrenador Lucas Walton quedaba pendiendo de un delgado hilo; la propietaria, Jeanie Buss, fuera de su sitio habitual y el gerente general, Rob Pelinka, sufriendo el escrutinio público de su tirante relación con Johnson.

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Al tratar de explicar su relación laboral con Pelinka, quien fue contratado por Buss en 2017, Johnson dijo que no tenía ningún problema con el ex agente de Kobe Bryant. También remarcó que aceptó el puesto sin conocerlo demasiado, “la relación con Rob está bien”, aseguró. “Simplemente no lo conocía y él no me conocía a mí. Y nos pusieron [a trabajar] juntos. Teníamos que conocernos y aprender a trabajar uno con el otro, y lo hicimos. Eso no tiene nada que ver con mi renuncia”.

Cuando se le preguntó si Pelinka era el hombre adecuado para continuar como gerente general, Johnson no respaldó la idea. “Esa es una decisión que Jeanie debe tomar”, expuso. “Trabajé bien con él, no tuve problemas con él”.

Pero, tan pronto como lo dijo, mencionó que Pelinka podría tener algo de “rencor” con la liga, al menos de acuerdo con sus “amigos agentes” que le habían comentado.

Ese bagaje -rencor por la época en la cual competía con otros agentes y las percepciones de su mala comunicación con otros gerentes generales de la liga- fue algo que Johnson no se llevó consigo al salir del Staples Center.

También quedó claro que Johnson tenía la intención de despedir a Walton, pero aparentemente renunció, en parte, porque sintió que la decisión afectaría a Buss. “Me divertí más del otro lado que de este, porque ahora o mañana, iba a terminar afectando el sustento y la vida de alguien”, declaró Johnson, al parecer refiriéndose al estado laboral de Walton. “Y pensé en eso; no es algo divertido para mí, no es lo que soy. Y tampoco quiero ponerla en medio de nosotros, a pesar de que ella me dijo: ‘Oye, haz lo que quieras’. Sé que ella siente un gran amor por él y un gran amor por mí”.

Así que ahora, Buss deberá averiguar qué hacer con una vacante inesperadamente disponible al frente de sus operaciones de baloncesto. Tiene que sopesar si Pelinka, a quien aparentemente contrató sin la aprobación de Johnson, en realidad tiene demasiado ‘rencor’ para ser ‘impuesto’ a otro presidente de operaciones de baloncesto. Y también deberá averiguar si Walton, a quien le quedan dos años (uno garantizado) por contrato, merece formar equipo con un presidente de operaciones de baloncesto que no lo contrató.

La enormidad de todo se evidenció en las dispersas palabras finales de Johnson como empleado de los Lakers.

Lamentó no poder tuitear cuando jugadores como Russell Westbrook, Dwyane Wade y D’Angelo Russell tenían éxito en la cancha. Expuso que había sido injustamente señalado como el ‘chico malo’ cuando expresó su deseo de trabajar con Ben Simmons, de Filadelfia, sólo si los Lakers, los 76ers y la NBA estaban de acuerdo. También afirmó que no se arrepentía y que no hubiera hecho nada de manera diferente.

Destacó que los Lakers estaban lejos de pasar a las Finales de la Conferencia Oeste, en la noche en la que perdieron por 45ª vez -la sexta temporada consecutiva de derrotas del grupo-. “¿Alguien vio a este equipo?”, preguntó Johnson. “Todo está como debería estar”, dijo, y se refirió al pasado martes como “un gran momento para la reorganización”.

Y tal vez si sea tiempo de reorganizar. La partida de Johnson le permite a Buss comenzar de nuevo con directivos más experimentados. Tal vez eso lleve al equipo a reforzar su infraestructura, sumado a sus departamentos de búsqueda y análisis. Tal vez, al igual que los Clippers, Buss reúna a un equipo de asistentes gerentes generales y asesores para ayudar a quien esté en el puesto.

Todas esas esperanzas hacen que algunos en el mundo de los Lakers concuerden con Johnson en que este es un gran momento.

Pero también es un recordatorio de la inestabilidad que afecta al equipo desde la muerte de Jerry Buss. Los Lakers se enfrentan a un verano crucial sin su reclutador principal, posiblemente sin entrenador y con un gerente general magullado por su ex compañero. Su estrella ya no es invencible, una lesión en la ingle lo dejó fuera por el periodo más largo en su carrera de 16 temporadas.

El pasado martes por la noche, en los últimos segundos de la temporada, el delantero de Portland, Maurice Harkless, flotó sin marca hacia la esquina derecha e hizo una canasta de tres puntos para enfatizar el comienzo de la primera noche en Portland.

Las primeras dos canastas de James, en octubre pasado, hicieron pensar que todo sería fácil. Ahora, terminada la temporada tras una noche perturbadora nos hace pensar que corregir todo esto podría ser muy difícil.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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