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¿Qué pasa si no soy mujer pero tampoco hombre? ¿Y si soy todo y nada a la vez?

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Llamé a Isaac para averiguar quién le cortaba el cabello en Vinny’s, el lugar moderno de Virgil, en East Hollywood. Me dijo que el nombre del tipo era Ángel, pero que solo podía ir si prometía no decir una palabra acerca de ser su madre.

Me encantó ir al barbero. Me dieron una cerveza cuando entré y Ángel no habló en absoluto durante el corte. Todos los clientes parecían estar sumergidos en una meditación aburrida y flotante, algunos de ellos con los ojos cerrados mientras su barbero cubría la parte posterior de su cuello con espuma caliente. Nadie dijo: “¡Tienes lindos zapatos!”, ni preguntó: “¿Vas a salir esta noche?”.

Vi a mi nuevo yo en el espejo.

Esa tarde, mientras salía con [mi hijo] Félix, de repente me di cuenta de que “prepararme” ya no existía, ni siquiera en lo más mínimo.

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Llevaba pantalones cortos de mezclilla y una camiseta. Con mi pelo corto ya estaba preparado, todo el tiempo. Solo era una cabeza, una cara. No hay mechón lateral de flequillo o pelo para esconderse.

Félix y yo fuimos a la casa de un amigo en esa calle, y él salió a jugar al patio. Los adultos se congregaban en grupos mayormente por género, y me encontré en la cocina con los papás, debatiendo mucho sobre alguna idea política.

Poco a poco me di cuenta de que en el pasado, cuando era heterosexual y femenina, nunca hubiera estado con los papás durante tanto tiempo. No me hubiera insertado en su círculo y mantenido allí. No hubiera querido que ellos -o sus esposas- pensaran que estaba coqueteando.

Soy mucho mejor como padre que como madre. Imaginemos un padre así: todos los días a las 6 p.m. llego a casa después de mi trabajo de gran responsabilidad, donde gano mucho dinero para todos. Me ocupo de la cena al comunicarme con la niñera por teléfono alrededor de las tres y decirle: “¡Sí, las albóndigas de pavo estarán perfectas! ¿Quizás deberíamos preparar un poco de brócoli?”. Luego, cuando llego a casa, la cena está sobre la mesa; le agradezco a la niñera y la despido por esa jornada, mientras me siento con mis hijos y tengo tiempo para preguntarles sobre su día. Después de la comida, paso tiempo con ellos y luego los acuesto.

Si imaginan a un varón haciendo las cosas que acabo de describir, pensarían en él como un hombre excepcionalmente conectado con sus sentimientos, y amable. Un verdadero amo del universo, que hace todo en casa y en el trabajo.

Pero ahora piénsenme como una madre: no recogí a mis hijos después de la escuela. En realidad no cociné la cena. No hicimos manualidades, deportes o tareas juntos. No fui voluntaria en la escuela. No puedo peinarlos sin hacerlos llorar. No fui cálida, suave ni acogedora. No los acuné en mis brazos. No hice sus desayunos. No hice ninguna tarea del hogar. No fui al gimnasio. Y no hice esas cosas que les dicen a las esposas: no tenía relaciones sexuales, quisiera o no; no mantuve el matrimonio en marcha.

Si yo fuera un hombre, estaría en el 1% superior de todos los padres. Como madre, fui un completo y total fracaso.

A veces tropezaba con estas cosas: finalmente lo había logrado, tenía un programa de televisión y mucho poder, y aún así, vivía en el temor constante de que el show dijese demasiado. Luché contra la necesidad de encogerme ante la exposición de todas estas personas que sabían demasiado, que pensaban que yo era demasiado.

Entonces, pensaba en Giancarlo Stanton. Jugaba para los Miami Marlins, acababa de obtener un contrato por $325 millones durante 13 años y es solo un jugador, uno del que nunca había oído hablar, en un equipo del que apenas había escuchado. Utilicé esa idea para recordarme que yo todavía no era ‘tan grande’.

Multiplicaba el alcance de su potencial salarial sobre todos los jugadores de béisbol, al menos 25 en un equipo, ¿y cuántos equipos de béisbol hay, 30? Y no solo está el béisbol, sino también el baloncesto, el fútbol, el hockey y el golf.

Bien, ahora estamos hablando de miles y miles de millones de dólares gastados para ayudar a los hombres a observar cómo los hombres hacen cosas de interés principalmente para los hombres La cultura les ofrece exactamente lo que aman durante todo el fin de semana, en forma de deportes profesionales. Una sección completa solo para ellos sobre estas cosas aparece todos los días en el periódico.

¿Cómo sería que las cuestiones que amas te rodeen por todas partes?

Mi deporte favorito es el argumento feminista. Me encantaría enfrentar a Emily Nussbaum con Lena Dunham; escuchar a Roxane Gay y bell hooks discordar acerca de, por ejemplo, el consentimiento desde una mirada interseccional, y que luego entren en contacto con Patrisse Khan Cullors y Linda Sarsour, y con un par de Glorias -tanto Steinem como Allred-.

¿Qué pasaría si lo que me gusta, la discusión feminista, estuviera en televisión todo el fin de semana? ¿Mujeres con camisetas y llaveros con nombres como Tina Fey, Alicia Garza y Tarana Burke?

¿Qué pasaría si pudiera ver esta mezcla de todas mis personas favoritas, todos los domingos, todo el día en casa, con mis pantalones deportivos y una cerveza, y toda mi familia debiera mirarme y animarme? Imaginemos a Masha Gessen y Jessica Valenti, sentadas una frente a la otra en sillas plegables en un campo de juego enorme, con primeros planos en la pantalla jumbotron.

Y si no quisiera ver el juego de Gessen-Valenti en casa podría entrar a un bar, y habría allí un grupo de mujeres viéndolo. Y luego, cuando los partidos no estuvieran en la televisión, ¿estaría a un clic de distancia, ingresando nombres en una hoja de cálculo de Excel en la cual apostaría por una discusión feminista de fantasía? Eso sí sería un privilegio.

Después del corte de pelo, comencé a preguntarme cómo sería poder interactuar con las personas sin que éstas proyecten identidades sobre mí: mujer lesbiana, chica linda, dama ruidosa, pésima madre, tipo genial, humano masculino.

Comencé a experimentar en mi mente con la idea de identificarme como no binario. ¿Qué pasa si no soy mujer pero tampoco hombre? ¿Qué pasa si no soy cisgénero, pero tampoco trans? ¿Y si yo fuera todo y nada al mismo tiempo? ¿Cómo llamaríamos a eso?

A medida que pasaban las semanas, descubrí que estaba mucho más cómodo en el mundo. Me sentí libre para expresarme más claramente, nuevamente interesado en tener conversaciones reales, en estar presente. ¿Cómo habían surgido un pensamiento tan particular y semejante cambio de humor a partir de un corte de pelo?

Jill Soloway creó la serie de televisión “Transparent” y ganó dos premios Emmy a la Mejor Dirección. Este artículo está adaptado de las memorias de Soloway, “She Wants It: Desire, Power, and Toppling the Patriarchy”. Soloway conversará con Hannah Gadsby en un evento de Live Talks Los Angeles, el 29 de octubre próximo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aqui

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