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¿Podría encontrar a mi Príncipe Azul en Hollywood?

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Planeé mi regreso a Australia. Me iba a tomar seis meses para terminar mi contrato de arrendamiento, conseguirles a mis perros sus vacunas de viaje y vender todos mis muebles. A pesar de que a lo largo de los años había llegado a amar a Los Ángeles, parecía que regresar a Australia era la única decisión lógica después del final de mi noviazgo. Por primera vez y con 30 años, estaba aterrorizada de estar soltera, en Hollywood, mientras todas mis amigas llevaban mucho tiempo casadas y tenían hijos.

La separación todavía estaba fresca, pero el duelo había comenzado mucho antes, cuando mi ex y yo nos dimos cuenta de que, a pesar de tener una gran amistad, no estábamos de acuerdo en algunas decisiones de vida realmente importantes.

Había decidido que no iba a pasar los últimos meses de mi tiempo en Los Ángeles revisando una pantalla y conociendo a extraños. Iba a hacer cosas para mí. Libre de la responsabilidad de dar cabida a un compañero, mis noches y fines de semana eran míos para ponerme al día con los programas de la cadena CW, leer libros (realmente emocionantes, lo sé), relajarme en la bañera, tomar cursos en línea y clases de baile, visitar el mundo de Harry Potter en Universal Studios y disfrutar de escapadas de fin de semana y margaritas diurnas con las amigas.

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La presión ya no estaba. Mi futuro inmediato estaba claro, y estaba segura de que tenía una mejor oportunidad de encontrarme con un hombre con espíritu familiar en Melbourne que en Los Ángeles, si iba a encontrar uno. Además, estaba más interesada en una relación que se desarrollara naturalmente que en jugar al “Muestra y Dice” para ver si encajo en la lista preconcebida de la otra persona.

Abrazando mi recién adquirida libertad en la celebración del 4 de julio donde un amigo, me di la vuelta en la mesa de comida con la boca llena de totopos de maíz y miré hacia arriba, hacia dos ojos de color azul oscuro. Dijo que le gustaba mi vestido azul marino con estrellas. Mi primer pensamiento fue “Guau, alto”. El segundo fue: “Dios mío, está coqueteando conmigo y he olvidado cómo hacer esto”. Así que salí corriendo.

El sistema de citas en Los Ángeles me asustaba. Nunca había estado en una aplicación de citas. Más tarde esa noche, después de más conversación, más vino y una sensación de química innegable, defendí defensivamente que no salía en citas. Cedí y le di mi número de teléfono.

Unos días más tarde, Robert me recogió para ir a cenar.

Yo, llevaba puesta una camiseta y pantalones vaqueros en protesta, y noté que estaba un poco desconcertado. A pesar de esto, se comportó como un caballero a la antigua, abriendo la puerta del coche para mí e invitándome a cenar a la luz de las velas. Era lo opuesto a todos los novios que había tenido, en apariencia y comportamiento.

Si hubiéramos establecido una conexión en línea, posiblemente todo habría sido distinto y tal vez no habríamos avanzado más allá de la primera cita.

En cambio, admití por adelantado que me sentía un poco fuera de mi elemento y me sentiría más cómoda con una presión menos romántica y una conversación más informal. No pasó mucho tiempo antes de darme cuenta que él era inteligente, tan inteligente como para ser elegible en la escuela de medicina. Me gusta hacer preguntas y aprender sobre nuevos temas, por lo que nuestra compatibilidad en esta área permitió una fluida conversación.

Sin expectativas ni nada que perder, decidí ser brutalmente honesta. Expresé mi aversión a las citas múltiples y le expliqué que si alguien estaba realmente interesado en mí, y viceversa, merecíamos la atención plena del otro, sin las distracciones de otras opciones. De esta forma nos daríamos una verdadera oportunidad.

A pesar de que era nuestra primera cita, también le dije que quería tener una familia en el futuro cercano... mientras viajaba a lugares exóticos y trabajaba para mí misma.

Esperaba que se riera y saliera del restaurante. Pero no lo hizo, y un par de semanas después me llamó y me dijo que no podía dejar de pensar en mí. Y que quería todas las mismas cosas que yo quería.

También dijo que estaba borrando todos sus perfiles de citas en línea.

Al principio no me dí cuenta pero luego entendí que: detrás de su exterior resguardado y su vestimenta de hipster había un alma vieja y aventurera y un hombre de familia con buenos modales.

Todavía no puedo creer que conocí a mi Príncipe Azul en Hollywood. Incluso me compró un collar con estrellas para que hiciera juego con el vestido que llevaba puesto cuando me vio por primera vez. Las estrellas también me recuerdan a mi amado segundo hogar, Estados Unidos.

Desde entonces, me mudé a Melbourne, y traje a mi Príncipe Azul conmigo. (Como músico, puede trabajar en cualquier lugar, y la escena de la música en vivo está prosperando en Australia.) Hace dos años que estamos juntos, y la semana pasada me propuso matrimonio. Dije que sí.

La lección que aprendí sobre las citas en Los Ángeles es esta: cuanto más compartas tu verdad, más probabilidades tienes de atraer a la persona adecuada.

La autora es actriz (“The Very Excellent Mr. Dundee”) y creadora de The Self Renewal Journal. Está en Instagram @becasha.

L.A. Affairs narra la búsqueda de amor en Los Ángeles y sus alrededores. Si tiene comentarios o una historia real que contar, envíenos un correo electrónico a LAAffairs@latimes.com.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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