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Para algunos era Cujo, para otros sólo ‘el perro’, pero todos en este pueblo de Utah sabían que era un asesino

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Algunos lo llamaban Cujo. Otros lo apodaban Zorro. Al menos uno lo llamaba Jack. Pero mayormente, en esta zona era conocido simplemente como ‘el perro’.

Su pelaje oscuro estaba, para un mestizo de pastor alemán que no había tenido dueño en dos o tres años, muy bien conservado. Al principio, apenas se notaba su presencia. Corría entre otros perros, incluida una pequeña manada de chihuahuas, que vagaban por las calles y los campos sin correas ni cuidado alguno.

Pero cuando el verano llegó a su punto máximo, algo cambió. Pocos sospechaban de él al principio, cuando se encontraron algunos pollos muertos en el vecindario. Podrían haber sido zorros o incluso un tejón demasiado agresivo, pensaron en la oficina de control animal local. No era la primera vez que los pollos son víctimas de una criatura salvaje, consideraron los residentes.

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Luego, la cabra de Chandler Caldwell, Buddy, fue encontrada muerta en la granja de Roots Charter High School. Y desapareció una cabra de ocho meses, cuyos restos se hallaron más tarde, en un campo. Otra cabra madre que sobrevivió fue encontrada con gran parte de sus cuartos traseros arrancados.

Pronto, aparecieron ovejas muertas. Y más pollos también. Lechones. La carnicería era costosa. Los estudiantes de Roots Charter pedían préstamos para comprar animales y, con aproximadamente 40 de ellos muertos, el salvajismo de ‘el perro’ les había costado más de $7,000.

Pero más preocupante para Tyler Bastian, el director de la escuela, era esto: el can no mataba por comida; parecía hacerlo por diversión.

“Era muy loco”, afirmó Bastian. “Somos una granja urbana en medio de la ciudad; que un perro sea lo suficientemente agresivo como para atacar a una alpaca, es bastante alucinante. No sólo la atacó, sino la despedazó. También era preocupante para los estudiantes”.

Nadie sabía exactamente de dónde venía ‘el perro’, qué edad tenía o cómo había terminado en esta comunidad semirural al oeste de Salt Lake City.

Algunos rumores decían que pertenecía a un hombre sin hogar que había fallecido o desaparecido cuando las autoridades entraron a un campamento cercano. Podría haber sido abandonado, pensaron algunos. La mayoría concordaba en que ‘el perro’ había vagado por el área durante dos años, y que gradualmente se había vuelto más salvaje.

No obstante, ‘el perro’ era inteligente y astuto, afirmó Layne Morris, director de preservación de la comunidad en West Valley City. No sólo había encontrado residentes que lo vigilaban y, ocasionalmente, lo escondían, sino que también aprendía a reconocer a los camiones de control de animales y al personal uniformado. Era cada vez más difícil de atrapar.

Richard Horrocks, un residente de 72 años de edad que vivía en una esquina cerca de donde se podía ver al can trotando por la carretera, se rió entrecortadamente al recordar los intentos de atrapar al animal a medida que pasaban los meses.

“Se veían siete camiones de cazadores de perros en fila, tratando de atraparlo; era como una caricatura”, dijo desde su patio, mientras dos perros corrían alrededor de una parcela de calabacines y tallos de maíz secos. “[Parecían los] Keystone Kops. Ese perro los tenía corriendo en círculos”.

Según Morris, no todos los vecinos ayudaban a refugiar al can. En el área donde se encuentra la escuela también se criaron generaciones de gallos de riña. El perro había tomado algunos de esos preciados ejemplares y algunos de los dueños habían organizado cacerías para rastrearlo.

Otros residentes ofrecían una recompensa por él, y se temía que los grupos de caza pudieran salirse de control.

Los oficiales querían evitar una situación a lo “Jaws”; en el film, una flotilla de desarmados botes de recreo sale al mar para atrapar al tiburón mortal. Según Morris, hubo informes de autos que intentaron atacar al perro mientras corría por las calles. Eventualmente, West Valley Animal Services trajo más personal para ayudar.

Aún así, ‘el perro’ seguía matando.

Los estudiantes trataban de proteger a sus animales, acudían temprano y se quedaban hasta tarde para cuidar del ganado. La granja de la escuela, ubicada en la propiedad de una estación de radio de música country, fue equipada con cámaras de vigilancia.

Sarah Hilton, programadora de la estación que trabajaba durante la noche, recordó haber dejado su edificio a las dos de la madrugada y ver “muchos autos estacionados, con los faros encendidos, apuntando a los animales” de la granja. Los estudiantes se sentaban en el capó de sus autos, vigilando.

Nate, de 17 años, dijo que una noche se encontró con el can por accidente. Estaba oscuro y escuchó un gruñido mientras caminaba hacia su automóvil estacionado.

“Estaba cerca”, relató Nate. “Dejé todo, incluso mi sombrero. Él lo recogió y comenzó a alejarse. Después lo dejó caer y desapareció”.

Un día, el perro mató a la oveja de Olivia Davis.

Olivia, de 17 años, había visto nacer a la oveja ese diciembre y la llamó Demeter, la diosa griega de la agricultura. La chica estudiaba en Roots Charter porque le había costado hacerlo en la escuela pública después de la muerte de su madre, cinco años antes.

Olivia vio la oportunidad de criar ganado y trabajar con animales como una forma de superar su dolor y de encontrar un propósito. Demeter fue su primera oveja, y ella tenía grandes planes para el animal. Habría ferias y espectáculos, y futuro.

“Estaba en casa. Estaba enferma ese día y mi mejor amiga me llamó y me contó que ‘el perro’ había atacado”, narró Olivia. “Ella me dijo: ‘Tienes que venir aquí’”.

Cuando la joven llegó a la granja, Demeter estaba muerta.

“Fue como si mi mundo entero se derrumbara”, recordó.

Ella dijo que odiaba a ‘el perro’, con ese odio que se reserva sólo para un asesino impenitente.

Según Bastian, la escuela reforzó la seguridad y llevó una llama y un burro, ambos conocidos como animales de guardia, que podían matar al perro si entraba en el corral.

El burro, en particular, era muy apreciado; su historial incluía haber matado un coyote en el norte de Utah. Su nombre era Gus, y la reputación de su poderosa patada precedió su arribo. “Una patada, y ese perro estaría muerto”, aseveró Jake Winkler, de 17 años, sobre Gus.

Para Jake, quien era dueño de una vaca lechera llamada Carol, la protección contratada ayudaba. El perro parecía alejarse de la granja.

Pero lejos de esa zona, el can era aún más bravo. Se decía que había perseguido a un niño, quien eludió al animal con su bicicleta. Para Morris, era una señal de que necesitaban redoblar sus esfuerzos, pero la cooperación entre los vecinos no siempre era fácil, remarcó.

“Hay una cierta vena rebelde, de aquellos que están al límite y son independientes, esa característica de ‘no me digas cómo vivir mi vida’ en esta área”, relató Morris. “Lo respeto, y tratamos de respetarlo un poco cuando se trata de ordenanzas, pero había algunas personas que deliberadamente protegían a ese perro a pesar de que sabían muy bien que era un problema que debía resolverse”.

Los funcionarios de la ciudad hicieron su movida oficial en septiembre: tenían la intención de acabar con ‘el perro’.

En una nota que Morris emitió al jefe de la policía de West Valley City, Colleen Jacobs, y al fiscal de la ciudad, la división de servicios para animales solicitaba permiso para la eutanasia del animal, de acuerdo con las pautas de la Asociación Veterinaria de EE.UU. Un disparo está aprobado como un método apropiado, según la organización.

Para Morris no era una tarea fácil, y señaló que West Valley City cuenta con un refugio que no mata animales. “No nos dedicamos a la eutanasia animal”, remarcó. Trabajamos para dar hogar a los animales. Fue difícil para nuestro personal, que se desempeña en servicios para animales porque les encanta trabajar con ellos”.

Pero aunque no había sido verificada, la versión del ataque contra el niño no les dejaba otra opción, remarcó.

El 11 de octubre, contó el funcionario, un exoficial del orden que solía entrenar a pastores alemanes para unidades K-9 informó que había visto a ‘el perro’ por un campo cerca de una iglesia, a cinco minutos de donde estaba la granja escolar. Según las autoridades, el can estaba rastreando ovejas.

El oficial, precisó Morris, usó una escopeta. ‘El perro’ murió al instante. “Fue una manera humana de irse”, dijo. El nombre del oficial no se hizo público. Según el funcionario, el hombre tenía un conflicto interno, “pero sabía que tenía que hacerse”.

Mientras que los estudiantes de Roots Charter se sintieron aliviados, no todos se deleitaron con la noticia.

Si el perro hubiera sido asesinado el día después de que su oveja fuera hallada muerta, ella habría estado “eufórica”, destacó Olivia. Ahora, se sentía desgarrada. “Estaba triste porque habían quitado una vida. El perro estaba viviendo su vida”, expuso. “Pero también estaba contenta porque significaba que ya no mataría”.

Según Bastian, algunos de los animales de la granja siguen un poco nerviosos. Caldwell comentó que la cabra herida recién ahora permite que la gente se acerque a ella. Carol, la vaca lechera, y algunas de las alpacas se están acomodando a las viejas rutinas.

Bandadas de pollos chillaban en el frío de la mañana temprano, y el verano había dado paso al otoño. Cerca de allí, Gus, el burro, masticaba heno y Cuzco, la llama, montaba guardia junto a él, mirando por encima de una valla hacia un campo abierto con hierba silvestre, árboles retorcidos y los escondites donde antes vivía ‘el perro’.

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