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Mientras crece la guerra comercial, los chinos evocan su pasado de ‘humillación nacional’

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Cuando Li Xuewei cruzó las ruinas del Antiguo Palacio de Verano de Beijing, una frase se repetía en su mente -y en casi todas las señales explicativas-: Wu wang guo chi, o “No se olvide de la humillación nacional”.

La estudiante de medicina, de 24 años de edad, visitaba la capital desde Shandong por primera vez, junto con su novio, Jia Jiyao. La pareja había venido a ver una escena impresa en los libros de texto de todos los estudiantes chinos: un palacio devastado, sus columnas de estilo europeo ahora quebradas, sus remolinos y arcos volcados entre pilas de rocas revueltas.

Li aprendió la historia de este lugar cuando era niña. La Dinastía Qing lo llamaba Yuanmingyuan, el Jardín del Brillo Eterno, un “jardín de jardines”, famoso por su arquitectura, su arte y su paisajismo imperial.

En 1860, las tropas británicas y francesas arrasaron el palacio; lo saquearon y luego lo quemaron hasta convertirlo en cenizas, como parte de la Segunda Guerra del Opio, una lucha por la demanda de las fuerzas occidentales de mejores términos comerciales y acceso a los mercados chinos.

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A medida que se intensifica el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, muchos en esa nación recuerdan una narrativa patrocinada por el estado del “siglo de la humillación”, cuando una China imperial debilitada fue presa del colonialismo occidental y de Japón, durante los siglos XIX y XX.

El pasado viernes, EE.UU aumentó los impuestos a productos chinos valuados en unos $200 mil millones de dólares. Este lunes, como consecuencia, China anunció que elevaría los aranceles de productos estadounidenses por unos $60 mil millones.

Liu He, el viceprimer ministro y negociador jefe de China en las conversaciones comerciales, declaró a los medios de comunicación estatales que China pide la eliminación de las tasas estadounidenses, además de mejores condiciones de adquisición y “un lenguaje equilibrado” en el acuerdo comercial.

“El texto debe ser equilibrado y bajo términos que sean aceptables para el pueblo chino; que no socaven la soberanía y la dignidad del país”, escribió el Diario del Pueblo, un portavoz del estado, durante el fin de semana pasado.

La insistencia en el equilibrio proviene de la idea que cada una de las 1.400 millones de personas de China memoriza en la escuela y luego ingiere de la propaganda estatal un claro mensaje: Wu wang guo chi, especialmente en la forma de “tratados desiguales”.

La historia moderna de China que se enseña en las escuelas comienza con las Guerras del Opio, cuando Gran Bretaña introdujo esa sustancia en China para compensar su déficit comercial.

China se resistió, ello desató una guerra y la nación firmó una serie de infames “tratados desiguales”, cediendo numerosos puertos, acceso al comercio, derechos territoriales y extraterritorialidad legal a los extranjeros.

“Solíamos estar muy atrás de otros países y todo fue destruido por esos invasores”, expuso Li. La visita a las ruinas la hizo agradecer lo fuerte que China se había vuelto desde entonces, dijo. “Creo que ya no tenemos miedo de nada. Pase lo que pase con la guerra comercial, no creo que perdamos”, destacó.

Jia, su novio, remarcó que China tiene confianza para presionar por un trato justo en las negociaciones. “Estados Unidos puede ‘castigar’ a China con aranceles, pero China también puede imponer tasas”, dijo. “Podemos ponernos a la par”.

Muchos de quienes visitaban Yuanmingyuan el pasado lunes no pensaban en la guerra comercial. Los sauces se inclinaban sobre los lagos de un color azul cristalino, que rozaban el agua con sus ramas. Los turistas se tomaban fotos para las redes sociales con marcos tematizados de la dinastía Qing, disfrazándose de emperadores mientras comían helado y jianbing, crepas chinas crujientes.

Un sexagenario abuelo de Wuhan, que se identificó como Li, pero se negó a dar su nombre completo por cuestiones de privacidad, sostenía la mano de su nieto al salir de las ruinas. “¿Ves lo que nos hicieron los extranjeros?”, le dijo al niño. “El país necesita ser fuerte, o de lo contrario será intimidado. Éramos demasiado débiles, por eso sucedió esto”.

La brecha de percepción más grande entre Estados Unidos y China reside en el sentido de derecho de ambas partes, dijo Kerry Brown, director del Instituto Lau China en el King’s College de Londres. “China siente que merece moralmente este momento de renacimiento después de su terrible historia moderna, y no cree que Occidente tenga el derecho de detenerla”, resaltó el experto. “Estados Unidos piensa que ha dado demasiado sin obtener nunca lo que realmente quería”.

Específicamente, Estados Unidos apoyó la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio y permitió el acceso del mercado a China, sin obtener un acceso completo a cambio. Mientras tanto, China tampoco se democratizó ni liberalizó como Estados Unidos esperaba. “EE.UU no ha sido perfecto, pero hizo un esfuerzo considerable durante un tiempo muy largo para hacer la jugada de manera diferente”, expuso Orville Schell, director del Asia Society’s Center, sobre relaciones entre Estados Unidos y China.

“Pero todo exigía de alguna manera tácita y fundamental que China se reformara y cambiara lentamente. No para ser como nosotros, sino para ser más congruente con el sistema global, el orden basado en reglas, con mercados y políticas más abiertos”, destacó Schell.

Dichas reformas no han ocurrido, pero para muchos chinos no importan tanto como el ser una nación rica, fuerte y capaz de resistir las presiones extranjeras.

Yuan Taoguan, de 37 años, se sentó junto con sus padres debajo de un árbol, en las ruinas, el pasado lunes. Ella los había llevado de viaje desde su ciudad natal, en las montañas del suroeste de la provincia de Yunnan. Las ruinas son un sitio triste, dijo, pero son un recordatorio de que debería ser imposible que ese tipo de saqueo extranjero ocurra nuevamente. “Estados Unidos es fuerte, pero ya no puede hacer lo que quiere”, expuso. Aunque no sigue las instancias de la guerra comercial, no cree que las cosas se intensifiquen. “Esta es una era pacífica, ¿no es así?”, se preguntó.

Para Meng Guangchun, un ingeniero retirado de minas de carbón de Shandong, era su primera vez en Yuanmingyuan, aunque había estado en Beijing muchas veces. Los problemas de la dinastía Qing eran un gobierno débil y la pobreza, destacó. “Éramos muy pobres. No teníamos un ejército poderoso, ni dinero para gastar. Ahora no es posible tener tratados desiguales, porque China es rica y fuerte”.

El hombre piensa que Estados Unidos posiblemente le tenga temor a China, porque es una nación muy grande y se está desarrollando muy rápido. “Ahora tienen algo de competencia por el puesto número uno en el mundo”, expuso Meng. “Si nos sancionan, nosotros los sancionaremos a ellos de inmediato. Ahora China tiene poder defensivo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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