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Los cruces fronterizos de migrantes disminuyeron, pero en Texas siguen apareciendo cuerpos

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Los estudiantes universitarios se turnaron para remover esquirlas amarillas de hueso de una zanja abierta entre las lápidas, en el cementerio de esta ciudad ganadera.

Los voluntarios estaban aquí para ayudar a exhumar restos de migrantes no identificados, enterrados cerca del tramo de frontera más cruzado de forma ilícita en los últimos años: el Valle del Río Grande de Texas.

Los estudiantes hallaron 15 cuerpos, pero dijeron que según los registros del sheriff, probablemente habría más entre las parcelas familiares existentes.

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“Los enterraban donde tenían espacio”, afirmó Kate Spradley, docente de antropología en la Universidad Estatal de Texas, que dirigió el equipo formado por unos 35 estudiantes y varios profesores.

Hasta hace poco, los entierros eran manejados por una funeraria local; las tumbas eran desordenadas y aparentemente seleccionadas al azar.

Mientras que el número de familias migrantes que cruzan la frontera para solicitar asilo aumentó en los últimos años, los cruces ilegales disminuyeron significativamente, y hay menos personas que intentan evadir a la Patrulla Fronteriza en esta zona de haciendas. En 2018, la Patrulla Fronteriza atrapó a 396,579 migrantes que cruzaban sin autorización, un 44% menos que hace una década. A raíz de las críticas por conducir a los migrantes hacia rutas más peligrosas, la Patrulla Fronteriza también intensificó las iniciativas de rescate.

Esos factores parecen haber generado una disminución en las muertes de migrantes. En 2018, la Patrulla Fronteriza reportó 281 decesos a lo largo de toda la frontera, en comparación con 451 registrados hace cinco años, y 385 hace una década. Hasta diciembre, se habían informado 32 fallecimientos de migrantes desde el comienzo de este año fiscal, en octubre último.

El número de cuerpos enterrados encontrados aquí también disminuyó constantemente en los últimos tiempos, pasando de 129 en 2012, a 50 el año pasado. Pero debido a que los migrantes a menudo eran enterrados en tumbas sin identificación en los cementerios rurales del sur de Texas, los voluntarios continúan exhumando cuerpos que yacen allí desde hace años.

Falfurrias fue durante mucho tiempo una trampa mortal para los migrantes. Cerca de 70 millas al norte de la frontera, es hogar de uno de los pocos puestos de control de la Patrulla Fronteriza diseñados para confinar a los migrantes al Valle del Río Grande.

Los contrabandistas los dejan sobre la carretera, al sur del punto de control, con la promesa de recogerlos para llevarlos hacia el norte. La Patrulla Fronteriza y los defensores de inmigrantes han intentado ayudar a los que están varados en el campo, agregando balizas de rescate, estaciones de agua y, más recientemente, carteles con coordenadas para quienes llaman al 911 pidiendo auxilio. Pero a lo largo de los años, muchas personas aún así se perdieron, resultaron heridas o sufrieron deshidratación y murieron.

Como muchos de los 254 condados de Texas, el de Brooks, donde se encuentra Falfurrias, no tiene un médico forense. Entonces, durante años, una funeraria local manejó los entierros, hasta que el South Texas Human Rights Center, una organización sin fines de lucro, junto con otros activistas, presionaron al estado para que se hiciera cargo de trasladar los cadáveres al médico forense de Laredo, para una autopsia. El forense envía muestras de huesos a la Universidad del Norte de Texas para realizarles pruebas de ADN, y almacena los restos hasta que se los identifica.

De 200 cuerpos, 31 fueron identificados, la mitad de ellos a través de la base de datos de ADN, el resto mediante el trabajo con los defensores internacionales de las familias de los desaparecidos. Los migrantes eran oriundos de El Salvador, Guatemala, México, Honduras, Ecuador y Nicaragua, precisó Spradley. Los restos son finalmente devueltos a las familias para su debido entierro, con la ayuda de los consulados locales.

La semana pasada, los voluntarios exploraron el cementerio en busca de posibles sitios de entierro, comparando los registros del sheriff, la información de los cuidadores y los residentes. Usaron un radar de penetración de suelo para buscar restos; acordonaron sitios potenciales y excavaron, tamizando cuidadosamente la tierra en busca de pequeños huesos.

“Es enviar a alguien a casa, dar paz a su familia”, afirmó Kim Wile, de 39 años, estudiante de último año de la Universidad Estatal de Texas.

En diciembre, más de 60 personas se contactaron con el South Texas Human Rights Center en busca de familiares desaparecidos, en su mayoría hombres mexicanos pero algunos provenientes de sitios tan lejanos como Nicaragua, informó el fundador del centro, Eddie Canales.

La migración aquí remontó a principios de la década de 2000, y muchos migrantes desaparecidos de esa época aún no han sido encontrados, indicó. Esos son probablemente los restos que el equipo de Spradley ha exhumado ahora, consideró mientras caminaba por el cementerio, encuestando a los estudiantes que trabajaban en media docena de trincheras.

Algunos de los migrantes fallecidos fueron enterrados en bolsas necrológicas con etiquetas de 2005. Otros que hallaron estaban envueltos en plástico desmenuzado, con pistas cercanas, como un envase de fruta con vencimiento en 2001. La docente espera regresar al cementerio para realizar más búsquedas, una tarea que depende de los fondos del estado, la Cruz Roja Estadounidense, la Academia Estadounidense de Ciencias Forenses y fundaciones privadas.

“Incluso si nadie busca a estas personas ahora, creemos que hay una generación de familias que se enterarán acerca de la tecnología del ADN y querrán averiguar más”, concluyó Spradley.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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