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Las bandas de agentes sobrevivieron a décadas de juicios e investigaciones, ¿podrá el FBI ponerles fin?

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Durante décadas, el Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles ha estado bajo presión para poner fin a las pandillas de agentes tatuados, acusadas de conducta indebida.

Pero los funcionarios superiores del departamento, los líderes del condado y los fiscales no lograron erradicar una subcultura de bandas tatuadas que invade a la agencia del sheriff más grande del país.

Ahora, el FBI abrió una investigación sobre estas sociedades secretas, que busca lograr lo que sheriffs con alto poder, comisiones de expertos y millones de dólares en demandas no han podido en los últimos 50 años: identificar a los oficiales que se diferencian con esos tatuajes y determinar si los grupos a los que pertenecen alientan o cometen conductas delictivas.

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La investigación del FBI sobre las pandillas de agentes del orden pone en relieve las deficiencias de los esfuerzos locales y en su mayoría fragmentados, algo que a menudo da por resultado investigaciones que se concentran en irregularidades aisladas.

“Creo que esto revela que las diversas agencias del condado no pueden o no quieren realizar una investigación exhaustiva, creíble e independiente”, expuso Sean Kennedy, profesor de la Escuela de Derecho de Loyola y miembro de la Comisión de Supervisión Civil del Sheriff.

“El Departamento del Sheriff no puede investigarse a sí mismo. El fiscal de distrito no parece estar interesado en examinar las pandillas internas. Creo que ser miembro de una camarilla o banda clandestina plantea serios interrogantes sobre el sesgo y la credibilidad de los agentes”, remarcó,

El Departamento del Sheriff no respondió a ese comentario. No obstante, el viernes emitió una declaración del sheriff Alex Villanueva, diciendo que no estaba al tanto de ninguna investigación en curso por parte del FBI pero que cooperaría completamente con ese operativo.

Greg Risling, un portavoz de la oficina del fiscal de distrito, también declinó hacer comentarios.

Expertos legales destacaron que el FBI puede tener los medios para desalentar la participación en las bandas clandestinas que comúnmente llevan tatuadas imágenes de calaveras y armas. El diseño de cada agente a menudo incluye un número único que denota su lugar en el linaje de oficiales elegidos como miembros. Se dice que estos grupos extraen dinero -camuflado como una recaudación de fondos para buenas causas- de otros agentes.

“Los federales son conocidos por ser bastante exitosos donde otros no lo han sido”, expresó Laurie Levenson, ex fiscal federal que enseña derecho penal en la Escuela de Derecho de Loyola.

Para Levenson, las escuchas telefónicas y los oficiales encubiertos son herramientas efectivas que los funcionarios federales podrían usar en un caso como éste. En particular, los grandes jurados federales podrían obligar a los oficiales a revelar sus tatuajes y hablar sobre sus acciones en secreto, sin permitir que otros agentes adapten sus testimonios para cubrirse unos a otros, indicó.

Funcionarios del Departamento del Sheriff remarcaron que la Primera Enmienda les impide ordenar a los oficiales que expongan sus tatuajes, pero ello no aplicaría si tales imágenes son evidencia de su participación en un grupo vinculado con actividades delictivas, explicó Levenson.

Añadió que una investigación federal también podría terminar demostrando, como muchos agentes han argumentado, que no existe un elemento criminal en los grupos tatuados. “Al final de todo esto, un gran jurado puede no tener absolutamente nada que decir”, expuso Levenson. “Convocar a un conjunto de oficiales con tatuajes [y determinar] que no han cometido delitos podría ser lo mejor que les podría pasar a estos policías”.

The Times informó el jueves que los agentes del FBI han indagado a los policías sobre el funcionamiento interno de Banditos, una camarilla de oficiales en la estación del este de L.A del Departamento del Sheriff, que llevan tatuajes de un esqueleto con un sombrero, bandolera y pistola, según tres personas con conocimiento cercano del tema.

Los agentes intentan descifrar si los líderes de Banditos exigen o alientan a sus candidatos a cometer actos ilegales -plantar pruebas, participar en tiroteos ilegales- para ganarse la membresía en el grupo, señalaron las fuentes, quienes hablaron con The Times bajo condición de anonimato debido a la investigación en curso.

Los agentes del FBI también han indagado sobre el comportamiento similar de otros grupos, como Spartans y Regulators, en la estación Century del departamento, y los Reapers, que operan desde una estación en el sur de Los Ángeles, remarcaron las fuentes.

La investigación sigue las acusaciones de hostigamiento y golpizas por parte de miembros de Banditos en una fiesta realizada el otoño pasado, en horario fuera de servicio. Las noticias avivaron la indignación pública sobre los grupos, más recientemente en reuniones comunales, como la semana pasada, que se enfocaron en los problemas en la estación del este de L.A.

“Tenemos un cáncer que se está infiltrando en el Departamento del Sheriff. Ese cáncer son las pandillas… Que son fomentadas y alentadas por el sheriff”, le dijo Gil Botello, un residente nacido en el este de L.A, a la comisión de supervisión en una reunión pública, el jueves último. “Basta de noticias, basta de diálogo. Necesitamos que actúen”.

Los funcionarios y miembros de la comunidad han expresado durante mucho tiempo su preocupación por las sociedades secretas de agentes tatuados, que datan de la década de 1970 con los Little Devils, en la estación del este de L.A. Otros grupos, como Pirates, Jump Out Boys y Cavemen, han surgido a lo largo de los años; las camarillas están tan inmersas en la cultura del departamento que su existencia ya no parece extraña para muchos oficiales.

Cuando surgió la noticia, en 1990, de que un grupo de oficiales de la estación de Lynwood, conocido como Vikings, estaba involucrado en comportamientos de pandillas callejeras, hacían señas de mano y se dirigían unos a otros como “homeboy” o “OG” (siglas en inglés de “gángster original”), el por entonces sheriff, Sherman Block, inició una investigación del departamento sobre posibles irregularidades del grupo, que lucía tatuajes de una cabeza vikinga rubia.

Las noticias se conocieron después de que 81 residentes en el área, mayoritariamente negra y latina, presentaron una demanda colectiva federal acusando a los miembros de la estación de racismo, brutalidad y destrucción de sus hogares. Un juez federal que actuó en el caso llegó a la conclusión, en 1991, de que los Vikings eran una “pandilla neonazi de supremacía blanca”, que operaba bajo líderes que “autorizan tácitamente los comportamientos inconstitucionales de los agentes del orden”.

A pesar de haber prometido una investigación por conducta impropia, Block ignoró las acusaciones de comportamiento mafioso y dijo que “las pandillas se enorgullecen del hecho de que los agentes tengan su propio signo”. Agregó que las cofradías “podrían ser algo muy positivo”, una “insignia de honor “, según informes de noticias de ese momento.

El tratamiento de la conducta indebida de Block como un tema que está separado de la subcultura de pandillas más amplia en el departamento es algo que los sheriff subsiguientes repetirían. Algunos críticos afirman que los sheriffs han enviado mensajes contradictorios sobre estos grupos.

El ex sheriff Lee Baca denunció en repetidas ocasiones a los clubes tatuados, incluso cuando se sabía públicamente que su segundo, Paul Tanaka, llevaba un tatuaje de vikingos durante su servicio como uno de los principales comandantes del departamento. Tanaka está ahora en prisión por conspiración y obstrucción de una investigación del FBI sobre abusos carcelarios, una trama por la cual Baca también fue condenado.

El ex sheriff Jim McDonnell abolió varios logotipos utilizados en el departamento por considerarlos ofensivos, incluida una insignia que se refiere a la estación del este de Los Ángeles como “Fort Apache”. Anunció un “estudio exhaustivo” de las camarillas de agentes, pero se esforzó por decir que no era una investigación formal y que él tenía en cuenta los derechos de la Primera Enmienda de los agentes al hacerse tatuajes.

Poco después de asumir el cargo, Villanueva desempolvó el prohibido logotipo de la estación del este de Los Ángeles, que también presenta una imagen de una bota con un casco antidisturbios, las palabras “Perfil bajo” y una frase en español que reza “Siempre una patada en el trasero”. Los críticos dicen que el símbolo proyecta a la estación como un puesto del Lejano Oeste, con agentes que reprimen a los lugareños. El logo surgió de las confrontaciones entre los agentes del orden y los manifestantes en contra de la guerra de Vietnam, durante el mitin de la Moratoria Chicana de 1970, según KPCC/LAist.

Villanueva, que prestó servicio en la estación del este de L.A durante siete años como un joven agente de patrulla, defendió el logotipo y lo consideró una fuente de orgullo que no tiene nada que ver con Banditos. Recientemente implementó la prohibición específica de que los miembros del departamento participen en cualquier grupo que promueva conductas que violen los derechos de las personas. En junio, su oficina presentó un caso penal contra cuatro presuntos Banditos al fiscal de distrito.

Sin embargo, Villanueva aseveró que no hay nada de malo en la existencia de Banditos u otros clubes de agentes tatuados, siempre y cuando sus miembros no cometan actos indebidos. Según él, gran parte de la conducta de esos grupos son “novatadas intergeneracionales”.

El sheriff adjunto de Villanueva, Timothy Murakami, remarcó en una reunión pública en marzo que el departamento no estaba estudiando a los Banditos u otros grupos exclusivos como un “problema sistémico”. “En este momento sólo estamos observando las acciones de los sujetos individualmente, no del grupo en su conjunto”, dijo, y agregó que la investigación podía ampliarse de ser necesario.

Paneles de expertos emitieron críticas mordaces de las pandillas de agentes internos, con efecto limitado.

La Comisión Kolts, creada en respuesta al alboroto generado por el uso excesivo de la fuerza de los agentes, realizó una investigación exhaustiva en el Departamento del Sheriff y recomendó en 1992 que los funcionarios investiguen y castiguen a los oficiales que actuaban como miembros de pandillas. La agencia desestimó el consejo.

“El departamento confía en que no hay pandillas o camarillas de agentes racistas dentro de la organización y, por lo tanto, no está de acuerdo con que una investigación interna sea apropiada”, remarcó el entonces sheriff, Block.

En respuesta a las recomendaciones de la Comisión de Ciudadanos sobre Violencia Carcelaria, en 2012, el departamento comenzó a capacitar a nuevos agentes sobre las camarillas destructivas y a rotar las tareas en cárceles con más regularidad, para evitar que se formaran estos grupos.

Sin embargo, la evidencia de grupos de agentes con tatuajes de cráneos resurgió en estaciones como Compton y Palmdale.

Los defensores de estos clubes sostienen que aumentan la moral y que están formados por agentes que van más allá de lo que se espera de ellos, que se quedan hasta tarde y muestran valentía y ganas de perseguir a los delincuentes.

El detective Ron Hernández, presidente de la Asociación de Agentes del Sheriff de Los Ángeles, reveló que tiene un tatuaje vinculado con la estación de Firestone, ahora cerrada, y que la imagen apelaba a una idea de arduos trabajadores, no a una camarilla criminal. “Creo que el departamento debería centrarse más en el valor del trabajo de un agente”, le dijo a The Times el año pasado.

Para Michael Gennaco, quien supervisó el Departamento del Sheriff durante más de una década como jefe de la Oficina de Revisión Independiente -que ya no está en funcionamiento- ha sido extremadamente difícil simplemente deshacerse de las pandillas internas.

Los oficiales han luchado para lograr el equilibrio adecuado entre la protección de los derechos individuales de los agentes a la libertad de expresión y asociación, impidiendo a la vez que los grupos se conviertan en vehículos de comportamiento indebido o ilegal, consideró. Algunos oficiales despedidos por mala conducta ligada a pandillas internas presentaron demandas y recuperaron sus empleos, señaló Gennaco.

Las acciones de los agentes que son miembros de grupos clandestinos le han costado a los contribuyentes del condado millones en juicios en las últimas décadas. Para justificar los acuerdos, los abogados del condado a menudo citan el comportamiento específico de los oficiales sin ningún reconocimiento de su presunta afiliación a pandillas.

Los supervisores del condado solicitaron un recuento oficial de cada caso en contra del condado que involucre denuncias de camarillas secretas de agentes desde 1990, y las cantidades que el condado tuvo que pagar en cada oportunidad.

Miriam Krinsky, ex fiscal federal que se desempeñó como directora ejecutiva de la Comisión de Ciudadanos sobre la Violencia Carcelaria, remarcó que las noticias de la investigación del FBI son un recordatorio del “fenómeno del Día de la Marmota”, que ocurre con estos grupos de agentes tatuados. “Las décadas de informes que se apilan sobre las estanterías deberían ser suficientes para convencer a la gente de que hay un problema”, consideró. “Y, ciertamente, los millones de dólares pagados en acuerdos judiciales también deberían reforzar el reconocimiento de que el problema existe”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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