Anuncio

La verdadera razón por la cual Trump no enfrentó a Putin

Share

Anteriormente escribí que la mejor manera de pensar acerca de Donald Trump y su legado, sería describiéndolo como el Trumpismo, y que en el escenario internacional el término no se refiere a un programa ideológico coherente, sino a un fenómeno psicológico en el que se manifiesta con fuerza su carácter.

El 16 de julio vimos al presidente Trump en un escenario internacional, en Helsinki, y parecía empeñado en demostrar que tenía razón.

Durante una conferencia de prensa conjunta con el presidente ruso Vladimir Putin, Trump demostró que, cuando se le somete a prueba, no puede ver ningún problema a través de un prisma que no sean sus quejas y su ego.

Anuncio

En una actuación que debería provocar al menos algunas renuncias en su administración, el presidente se puso del lado de Rusia y no del lado de la comunidad encargada de la seguridad de Estados Unidos, incluido Dan Coats, el director de inteligencia nacional designado por Trump.

Días antes, Coats emitió una alarmante advertencia de que no solo se había inmiscuido Rusia en nuestras elecciones, sino que se estaba preparando para hacerlo nuevamente.

Pero cuando se le preguntó en Helsinki sobre la interferencia rusa, Trump respondió: “Todo lo que puedo hacer es formular la pregunta. Mi gente vino a mí, Dan Coats vino a mí y a algunos otros. Dijeron que piensan que Rusia sí interfirió. He hablado con el presidente Putin. Él acaba de decirme que no, que Rusia no estuvo involucrada. No veo ninguna razón por la que Rusia podría haber interferido... Tengo confianza en ambas partes”.

Por separado, cuando se le preguntó acerca de las frías relaciones entre los dos países, Trump dijo: “Considero responsables a ambos países... Creo que todos tenemos la culpa... Creo que ambos hemos cometido algunos errores”.

En medio de estas y otras declaraciones espantosas, Trump dejó en claro que solo puede entender la investigación sobre la interferencia rusa como un intento de robarle el crédito por su victoria electoral, y así deslegitimar su presidencia.

Para la mayoría de las personas que entienden los hechos (partidarios y críticos por igual), la cuestión de la interferencia rusa y la cuestión de la colusión rusa con la campaña de Trump, están separadas. Rusia sí interfirió en las elecciones, punto. Si hubo colusión todavía es una pregunta abierta. Si la interferencia rusa o la colusión lograron que Trump triunfara, es algo que no sabemos.

Pero para Trump, estas distinciones no tienen sentido. Incluso, cuando su propio Departamento de Justicia acusa a 12 agentes de inteligencia rusos, el argumento principal de Trump, en Helsinki, es que “han admitido que no son personas involucradas en la campaña”. Todo lo que la gente necesita saber es que: hicimos una campaña brillante, y eso es por lo que soy presidente.

El gran juego de salón en Washington (y más allá) es especular por qué Trump es tan incapaz de hablar mal de Putin y por lo tanto prefiere disculparse con Rusia.

Entre la autodenominada “resistencia”, la respuesta toma varias formas a veces superpuestas, a veces contradictorias. Una teoría es que los rusos tienen “kompromat”, es decir, información vergonzosa o incriminatoria sobre Trump. Otra es que es un activo voluntario de los rusos, el “Agente Naranja”, con quien se coludió para ganar la presidencia.

Estas teorías no pueden descartarse por completo, incluso si algunas versiones van mucho más allá de los hechos disponibles. Pero su deficiencia real es que son menos plausibles que la explicación de Aesopian: esto es lo que es Trump. Incluso, si Rusia no se hubiera entrometido en las elecciones, Trump aún admiraría a Putin porque Trump admira a hombres como Putin, razón por la cual elogió a muchos otros dictadores y hombres fuertes.

El firme compromiso del presidente con una serie de políticas: animosidad hacia la OTAN, encaprichamiento con el proteccionismo comercial, una obsesión por eliminar las armas nucleares y su determinación de que una “buena relación” con Rusia, puede tener algún fundamento ideológico. Todas estas políticas parecen estar enraizadas en las modas intelectuales de la década de 1980.

Pero el obstinado rechazo de Trump a escuchar a sus propios asesores en el asunto de la investigación de Rusia, probablemente se deba a su incapacidad para admitir que sus instintos muchas veces están equivocados. Como siempre, el personaje de Trump lo supera a todos.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio