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La nostálgica devoción que Vicks VapoRub inspira en los latinos

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Lo llaman Bibaporru, Beep Vaporú, El Bic, El Bix, El Vickisito.

Y muchos piensan que el pegajoso y apestoso ungüento de mentol es cosa de su gente, a pesar de que se usa en todo el mundo.

En la comunidad latina, Vicks VapoRub inspira una curiosa y nostálgica devoción -por sus muchos apodos y su uso mucho más creativo que el alivio para un resfriado común y el dolor muscular.

“Si le digo a alguien: ‘¡Oye, tráeme El Vah-po-ru!’ Sabrán exactamente de lo que estoy hablando”, dijo Luciano Roldan, de 78 años, originario de El Sereno, quien se ha estado frotando VapoRub por todas partes, incluyendo su nariz, desde que era un niño, en el campo de El Salvador.

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Desde que un farmacéutico de Carolina del Norte inventó el ungüento como un alivio para la laringe y la neumonía hace más de un siglo, muchos han confiado en el pequeño frasco azul para resolver todo tipo de problemas: pie de atleta, estrías, dolor de estómago, dolor de oído. Algunos actores de telenovela incluso se frotan los ojos para provocar las lágrimas. Otros lo toman en su café o en su té.

En internet, hay innumerables homenajes a sus múltiples usos. Algunos testimonios son reales, otros son bromas destinadas a imitar a aquellos que le tienen una fe ilimitada.

Los latinos han creado hashtags, memes, emojis, parodias de comedia sobre “vivaporu” y para aquellos que todavía no entienden el amor leal a este producto, hay videos que lo explican. Algunos han escrito sobre su nostalgia en disertaciones, poemas y ensayos.

Otros se han disfrazado como el icónico frasco de Vicks para Halloween o el cumpleaños de una madre con un pastel con su imagen.

Puedes comprar camisetas, cuadros, alfileres, velas y tarjetas de felicitación, todas con el pequeño frasco azul.

¿Erupción extraña? ¡Vivaporu!

¿Brazo quebrado? ¡Vivaporu!

¿Corazón roto? Póngase vivaporu también.

Cuando el creador de “Hamilton”, Lin-Manuel Miranda, tuiteó una selfie desde Puerto Rico en enero pasado, sosteniendo un frasco de Vicks (“Sabía que no sobreviviría a una semana de nueve shows sin los mejores remedios”), la respuesta fue exuberante:

Por todas partes las abuelitas aplaudieron este post.

Esa es la cosa más ‘brownest’ (color marrón, haciendo referencia al color de la piel de los latinos) que te he visto decir.

Nada como Veevapuruuú.

En 2017, un hombre que fue acusado de intentar vender 2.000 contenedores de Vicks VapoRub falsos en Illinois y Wisconsin captó la atención de todos.

Carlos Barraza, de 23 años, fue acusado de violar la Ley de Falsificación de Marcas luego de ser arrestado en una tienda llamada Dos Hermanos en un pequeño pueblo al sur de Chicago.

“¡Blasfemia!”, declaró una revista Latina. “No sabemos cómo Barraza logró esto. ... Tengan cuidado, amigos”.

Por supuesto, no todos son fanáticos.

Algunas personas no pueden soportar el olor o los recuerdos pegajosos al resfriarse.

Daniel Olivas, de 59 años, no recuerda haber protestado cuando era niño.

Cada vez que se resfriaba, su madre le untaba el pecho con el ungüento como si fuera un pastel de cumpleaños, y luego lo acostaba entre una neblina de eucalipto.

“Simplemente sucumbía a eso”, dijo Olivas, ahora abogado y escritor.

Piensa que su madre usaba VapoRub porque era muy accesible.

“Las madres tenían que encontrar la manera de sanar a la familia”, dijo.

Mientras crecía en Connecticut, Michael Díaz recuerda que sus padres dominicanos le pusieron VapoRub a acnés, rasguños, cortes y moretones. Mantenían el frasco en la cómoda en su dormitorio.

Cuando estaba en segundo grado, Díaz llegó a casa en un día nevado. Justo al llegar al porche de su casa, un trozo de hielo rompió la canaleta y aterrizó directamente sobre su cabeza.

Su madre vio la hemorragia y comenzó a llorar. Su papá, José, corrió para agarrar el Vivaporu. Le puso una gran cantidad de sustancia pegajosa en la cabeza a su hijo y le dijo: “Estarás bien”.

Durante tres días, Michael fue a la escuela con la cabeza untada de mentol y eucalipto.

“Tuve ese frío y cremoso pegoste de Vivaporu sobre mi piel”, dijo.

Años después, Díaz, que ahora es un productor independiente en Nueva York, se divirtió al descubrir que muchos otros latinos que conocía (dominicanos, puertorriqueños, colombianos) tenían historias de VapoRub.

En 2012, él y algunos amigos decidieron hacer un video de rap de Vivaporu y subirlo a YouTube.

En él, el alter ego de Díaz, Juan Bago y su compañero O, hacen que los milagros ocurran cuando se lanzan a las calles de la ciudad de Nueva York. Con el frasco azul, ayudan a un ciego a ver, a un niño paralizado a caminar, a un hombre a curarse de una herida de bala.

Propenso a las lesiones

Ponte el vaporu

Hombre, que inmunes estamos ahora.

¡Tenemos vivaporu!

Julia Longoria comenzó a reflexionar sobre el fenómeno Vicks hasta después de haber crecido y comenzó a recordar su infancia. En 2017, la reportera y productora de radio de WNYC decidió profundizar un poco en el tema.

Ella entrevistó a docenas de personas, pero al final encontró la mejor historia en casa: con su abuela cubana.

Malvina Camejo, de 82 años, de Palm Beach Gardens, Florida, ama a Vicks VapoRub tanto que cariñosamente lo llama su Vickisito.

Lo ha usado para hongos en las uñas, para fortalecer sus uñas, acondicionar su cabello e hidratar su piel. A veces ella tiene cinco o seis frascos en su tocador.

“Cada vez que cualquiera de los primos se enfermaba, decían: ‘¡No le digas a la abuela!’ te va a untar de su ungüento”.

Longoria siempre pensó que el uso de VapoRub de su abuela era algo estadounidense.

Pero en las entrevistas, se enteró de que a su abuela le encantaba la pomada porque le recordaban a Cuba, los días felices antes de la revolución, cuando su propia madre solía frotarle el ungüento en la comodidad de su pequeña habitación rosa.

Después de que el embargo cortó la entrada a los productos estadounidenses, la abuela de Longoria no pudo obtener su Vickisito durante años.

En Greensboro, N.C., hay varios homenajes a Lunsford Richardson, el farmacéutico cuyo bálsamo se propagó.

Richardson inventó muchos remedios en la década de 1890, pero el que tuvo éxito fue Vicks Magic Croup Salve, creado para ayudar a las personas a respirar mejor cuando tenían resfriados. (A su hijo más tarde se le ocurrió el nombre de VapoRub.)

La publicidad antigua hablaba del “Romance del Little Blue Jar” con ingredientes de “tierras extrañas y lejanas”: mentol de Japón, alcanfor de la jungla de Formosa, “aún es el lugar predilecto de cazadores de animales salvajes”.

Los vendedores ambulantes de Richardson publicaban anuncios en graneros, árboles y automóviles. En las farmacias rurales, recogían el bálsamo en una cuchara y los farmacéuticos hacían que inhalaran los vapores.

“Quería que Vicks se extendiera por todo el mundo”, dijo Sion Boney, ex vicepresidente de la compañía, sobre su bisabuelo.

En 1918, la gripe española envió las ventas al alza, de $ 900.000 a $2.9 millones en un sólo año. Irónicamente, Richardson fue uno de los miles que murieron en la epidemia.

Su compañía continuó comercializando el ungüento en Inglaterra, México y América Central y del Sur, luego docenas de otros países. En la década de 1920, los vendedores de Vicks iban de puerta en puerta repartiendo cupones en pequeños pueblos de Bolivia.

En el verano, cuando las ventas bajaban porque era un remedio para el resfriado, Vicks colocaba anuncios en los periódicos que promovían usos alternativos: forúnculos, picaduras de abejas, quemaduras por congelación, dolores de cabeza, roble venenoso, incluso moquillo en caballos.

Algunas personas aún sostienen que Vicks VapoRub ayuda en esos casos.

Procter & Gamble, ahora su empresa matriz, no devolvió las solicitudes de comentarios, pero el sitio web de la compañía y la línea directa de Vicks enfatizan que los usuarios deben apegarse a los usos recomendados que figuran en la etiqueta.

Eso significa que no lo caliente, no lo coma, no se lo meta en la nariz, los ojos, el cabello, las orejas u otras áreas íntimas, y no lo use en mascotas o niños más pequeños de 2 años.

Para la tos, simplemente frótela sobre el pecho y la garganta. Para el dolor muscular y articular, frótelo donde le duela tres o cuatro veces al día.

Tal vez fue toda la publicidad, tal vez fue la lealtad al producto, tal vez fue simplemente una tradición que pasaba de una generación a otra.

Cuando Longoria les preguntó a los estudiosos sobre la fascinación por VapoRub, uno sugirió que el tema podría ser una buena tesis doctoral.

Rachel Herz, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Brown, cree que su fuerte aroma podría desempeñar un papel en el éxito del producto. Ella ha incluido el ungüento en varios estudios sobre los poderosos recuerdos que evocan los olores. Ella dijo que VapoRub a menudo mostraba recuerdos que eran positivos, “no de sentirse enfermo, sino de ser atendido y de ser aliviado”.

Daniel Olivas aseguró que cuando iba a la universidad en la década de 1970, se llevó consigo su VapoRub.

Con ella, dijo, siempre había sido “casi un ritual religioso”.

Sin ella, esa magia se había ido.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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