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La extraña historia del padre que reveló el escándalo de las admisiones universitarias

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Morrie Tobin estaba en Boston para concretar el trato de su vida. Era principios de abril del año pasado. Unas semanas antes, agentes federales habían acudido a la casa multimillonaria que Tobin compartía con su esposa y algunos de sus seis hijos en Hancock Park, un enclave adinerado de Los Ángeles.

Con una orden judicial en mano, los agentes comenzaron a buscar registros financieros en la mansión -similar a un castillo francés- y otras pruebas para incriminar a Tobin, el presunto líder de una estafa de acciones que había perjudicado a inversionistas por millones de dólares.

La redada derrumbó la muy cómoda vida del empresario. Ante la perspectiva de años en prisión y una multa de siete cifras, Tobin voló a Boston para reunirse con los fiscales federales encargados del caso; quería pedir indulgencia.

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Así que le ofrecieron un trato estándar: reconocer la estafa que había hecho a los inversores para, después, recibir cierta indulgencia.

Pero Tobin, de 55 años, tenía algo más que ofrecer: información valiosa que no tenía nada que ver con los mercados de valores. Sin embargo, esperaba que el tema fuese de interés para los fiscales y que inclinara un poco más la balanza a su favor.

Cuando Andrew Lelling, el procurador federal de Massachusetts, reveló una investigación exhaustiva sobre los engaños en las admisiones universitarias, a principios de marzo, hizo una referencia insinuante a cómo sus investigadores habían descubierto la presunta conspiración. “Nuestra primera idea de esto surgió durante las entrevistas con el sujeto de una investigación completamente diferente, que nos dio una pista sobre esa actividad”, afirmó.

Esa información llevó a los investigadores hasta un entrenador de fútbol en la Universidad de Yale, quien, a su vez, señaló a William “Rick” Singer, el consultor de admisiones universitarias que confesaría ser el cerebro del fraude.

Con la cooperación de Singer, los agentes del FBI se aprestaron a construir casos contra docenas de padres adinerados que aparecían en su lista de clientes, así como contra personas en universidades de todo el país a las cuales Singer supuestamente pagaba para ayudar a los estudiantes a ingresar. Los fiscales necesitaron menos de un año desde esa primera pista para presentar cargos penales, un proceder notablemente rápido para un caso tan grande y de tanta importancia.

En total, acusaron a 50 personas, incluidos 33 padres, varios entrenadores universitarios, un hombre al cual Singer le pagaba por tomar los exámenes de admisión para los estudiantes y el propio Singer, quien se declaró culpable de varios delitos graves en un acuerdo con los fiscales. La investigación está en curso y los procuradores indicaron en el tribunal, la semana pasada, que es probable que haya más incriminados.

Sin embargo, no incluido en el grupo de acusados está Tobin, a quien varios funcionarios del orden y una fuente cercana a él señalaron como el ‘informante no identificado’ a quien Lelling le atribuyó la puesta en marcha de la investigación.

En una audiencia judicial, la semana pasada, un fiscal alegó que Tobin, a quien se refirió por un apodo, no era inocente en los fraudes de admisión. El “individuo A”, dijo, pagó sobornos para que una de sus hijas entrara en Yale.

Tobin, un ejecutivo financiero con raíces en el suburbio de Montreal llamado Côte-Saint-Luc, acudió a las redes sociales en los últimos meses para crear un perfil que contrasta con el comportamiento que lo puso en la mira del gobierno. En videos publicados en Twitter, hablaba sobre el voluntariado para Los Angeles Mission, un refugio para personas sin hogar. Se describía a sí mismo como un “emprendedor social” y un “#OrgullosoVoluntario” en un tuit del 5 de febrero.

El rol de Tobin al inicio de la investigación, que fue reportada por primera vez por el Wall Street Journal, fue uno de los detalles atractivos revelados en audiencias judiciales, documentos y entrevistas que explican cómo un equipo de fiscales que trabajan con agentes del FBI y el IRS se unieron a una investigación que sacudió el enrarecido mundo de los ricos y poderosos en Los Ángeles, el Área de la Bahía y la costa este, zonas en las que Singer ofrecía sus servicios. El caso también demostró cómo Singer y sus colaboradores explotaban las debilidades operativas de algunas de las universidades más competitivas del país en sus procesos de admisión.

Para cuando Tobin se cruzó con Rudy Meredith, el entrenador de fútbol femenino de Yale, en el verano de 2017, ambos ya estaban en sus propios caminos delictivos.

El fraude de Tobin había comenzado unos años antes, cuando junto con algunos socios comerciales organizó una estafa clásica de valores, en la que engañaron a los inversores para que pagaran precios inflados por acciones de dos compañías controladas en secreto por él, según una demanda de la Comisión de Bolsa y Valores.

El grupo realizó una campaña promocional falsa para avivar el interés de los inversionistas y luego orquestó la venta de millones de dólares en acciones de Tobin para que se parecieran a las operaciones normales en las bolsas de valores, según la demanda.

Las autoridades federales de Massachusetts se enteraron de la maniobra y abrieron una investigación, alegando jurisdicción porque algunos de los inversionistas vivían en el estado.

Meredith, mientras tanto, se reunió con Singer en 2015 y se unió a su red ilícita de entrenadores y administradores universitarios, muestran las presentaciones judiciales hechas por el gobierno en el caso penal de Meredith. Singer confiaba en este grupo que creaba una “puerta lateral”, según les decía a las familias acaudaladas, para ingresar a algunas de las universidades más buscadas del país.

Para entrar por esa puerta lateral, los padres recibían instrucciones de hacer una donación de seis cifras a una organización benéfica que Singer manejaba, de acuerdo con una declaración jurada presentada por un agente del FBI en el caso. Singer luego usaba parte del dinero para sobornar a un entrenador en la institución elegida, quien le daría al estudiante una de las vacantes reservadas para los atletas que el entrenador quería reclutar para su equipo. Para hacer convincente la artimaña, Singer pedía a un cómplice que compilara expedientes deportivos falsos, llenos de logros inventados y fotos elaboradas que pretendían mostrar al adolescente compitiendo en el deporte del entrenador.

Meredith, quien fue un entrenador exitoso y respetado durante más de dos décadas en Yale, está acusado de recibir al menos $860.000 en sobornos de Singer entre 2015 y el año pasado. Los fiscales no detallaron a cuántos estudiantes colocó en Yale a instancias de Singer, pero en una audiencia judicial realizada el pasado jueves, en la que Meredith se declaró culpable de fraude y cargos de conspiración, los fiscales afirmaron que el dinero se atribuía “a varios estudiantes”.

Tobin vio en Meredith una manera segura de llevar a su hija de la preparatoria a Yale, cuando terminó su curso en Marlborough School, una escuela privada para niñas en Hancock Park. La institución de la Ivy League era importante en su familia: dos hermanas mayores estaban inscritas en el momento en que Tobin hizo su pacto con Meredith, y una tercera ya se había graduado. El propio Tobin había jugado hockey en Yale a principios de la década de 1980, pero la dejó antes de graduarse y se transfirió para jugar en la Universidad de Vermont.

Ninguno de los hombres, ni sus abogados, respondieron a las reiteradas solicitudes de comentarios. Nadie respondió a la puerta en la casa de Tobin en Los Ángeles, en una visita reciente.

Se acordó que Tobin pagaría una suma “de alrededor de seis cifras” para que Meredith designara a la joven como la jugadora que quería en su equipo de fútbol, así que el empresario comenzó a pagar cuotas mensuales al entrenador, según una declaración jurada que un agente presentó en el caso y comentarios de un fiscal en la audiencia, la semana pasada.

Pudieran haberse concretado unos siete u ocho de los pagos, sin embargo, en marzo del año pasado, los agentes allanaron la casa de Tobin.

El empresario contó lo que sabía sobre su plan de acciones y su acuerdo con Meredith durante una “sesión de varios días”, le dijo un fiscal al magistrado en la audiencia de Meredith. En esas sesiones, al objetivo de una investigación criminal se le otorga una cantidad limitada de inmunidad o un acuerdo de culpabilidad a cambio de información. Cuando terminaron, los fiscales tramaron un plan.

Tobin se contactó con Meredith y acordaron reunirse en un hotel en Boston para discutir su acuerdo. Antes de que el entrenador se presentara para la reunión del 12 de abril, los agentes del FBI instalaron en la sala cámaras de video ocultas.

Durante la reunión, los hombres valuaron el soborno en $450.000, según los registros judiciales. Tobin le dio a Meredith $2.000 en efectivo para su saldo y el entrenador le informó sobre una cuenta bancaria donde quería que se enviara el dinero restante, según los registros. Días después, los agentes le transfirieron a Meredith $4.000 desde una cuenta bancaria de Massachusetts controlada por el FBI.

Pero, durante el encuentro, Meredith también habló sobre otro hombre, era un nombre que los agentes no habían escuchado antes.

Él “mencionó a un individuo llamado Rick Singer”, relató un fiscal en el tribunal la semana pasada, y agregó que el gobierno ignoraba completamente al hombre y la conspiración que llevaba adelante. “No sabíamos nada de él. Lo supimos a través del señor Meredith”.

Tres semanas después de transferir los $4.000 a Meredith, los agentes del FBI escucharon por primera vez cuando Meredith hablaba por teléfono con Singer. Este último presionaba al entrenador para que lo ayudara a reclutar a otros entrenadores universitarios en la trama de los fraudes escolares. También le dijo cómo apaciguar las preocupaciones de los entrenadores, según una declaración jurada del FBI.

“Puedes decir que lo estoy haciendo; en este año lo hice [en siete escuelas de élite]”, le dijo Singer, según una transcripción de la llamada presentada ante el tribunal por el FBI. “Lo hemos hecho en todas partes”.

Más adelante en la llamada, Singer agrega: “Puedes decirles que hice 760 de estos movimientos este año, 96 el año anterior”, en una referencia aparente a la cantidad de estudiantes que había logrado colocar en las instituciones educativas a través de su puerta lateral. No hay evidencia conocida que apoye estas afirmaciones.

En pocas semanas, los fiscales habían recibido permiso de un juez para escuchar las conversaciones telefónicas de Singer.

Las llamadas interesantes abundaron. En una de los primeras, los agentes escucharon a Singer explicarle a Gordon Caplan, un abogado de capital privado de Nueva York, cómo podía, por $75.000, hacer arreglos para que un experto examinador tomara el examen de ingreso a la universidad de su hija.

“Lo que hacemos es ayudar a las familias más ricas de EE.UU a que sus hijos vayan a la universidad”, afirmó Singer, según la declaración jurada. “Quieren garantías, quieren seguridad. No quieren estar jugando con este tema. Quieren el ingreso a escuelas específicas”.

Los agentes seguían escuchando unos meses más tarde, en agosto, cuando Singer le detalló a Bill McGlashan, fundador de una firma de inversión y figura importante en Silicon Valley, su presunto plan para que su hijo ingresara en la Universidad del Sur de California simulando que era un experto pateador de fútbol. “Así que, lo convertiré en un pateador”, Singer aseguró, según muestran las transcripciones de la declaración jurada.

“Él sí tiene piernas muy fuertes”, le respondió McGlashan. “Tal vez se convierta en un pateador. Nunca se sabe… podría servirle de inspiración. Realmente se le puede convertir en uno. Me encanta”. La declaración jurada señala que McGlashan reía.

Los abogados del inversionista disputaron esos dichos en la corte, el pasado viernes.

A fines de septiembre pasado, los agentes habían escuchado lo suficiente y estaban listos para confrontar a Singer. Cuando lo hicieron, él aceptó cooperar con la investigación, según la declaración jurada.

Pero pronto dio marcha atrás y se acercó en secreto a varios padres, incluido McGlashan, para advertirles que había sido capturado.

De acuerdo con la declaración jurada, Singer finalmente fue honesto con los agentes, y luego de recibir un cargo adicional por obstrucción de la justicia, volvió a trabajar para el gobierno. En octubre pasado, los agentes lo llevaron a Boston para que los ayudara a resolver los casos contra los padres.

Uno tras otro, Singer llamó a los padres que supuestamente lo habían contratado. Bajo la atenta mirada de los agentes, que grababan las llamadas, el hombre mintió, diciendo que el IRS estaba auditando su fundación. Llamaba, les decía a los padres, para asegurarse de que tuvieran claro lo que debían decir en caso de que el IRS preguntara por los pagos que habían hecho. En las llamadas, Singer se aseguraba de decir explícitamente qué tratos habían hecho él y los padres, para que los fiscales pudieran usar los intercambios en la corte.

“Sólo quiero asegurarme de que estamos de acuerdo”, le dijo a una madre, según las transcripciones. “‘Porque, por supuesto, no le voy a decir al IRS que pagaste $15.000... para que le tomen el examen [a tu hijo], obviamente. Así que sólo quería asegurarme de que estemos en sintonía, en caso de que recibas una llamada”.

“Está bien, así que si recibo una llamada…”, preguntó la madre.

“Dices que los $15.000 que pagaste a nuestra fundación fueron para ayudar a niños marginados”, respondió Singer.

En un día de noviembre, Meredith, quien también había cooperado con el gobierno, renunció abruptamente a su puesto de entrenador en Yale y afirmó en un comunicado: “Es hora de explorar nuevas posibilidades y comenzar un capítulo diferente en mi vida”.

Al día siguiente, la universidad recibió una citación del gran jurado federal para presentar los registros del entrenador. Junto con la citación había una orden de un juez que instruía a los funcionarios universitarios a guardar silencio sobre el caso.

En febrero, Tobin se declaró culpable silenciosamente en un tribunal de Boston, por fraude de valores y un cargo de conspiración derivado de la estafa con acciones. Las pautas de sentencias que los jueces emplean al decidir los castigos indican que se enfrenta a entre ocho y 10 años tras las rejas, según registros judiciales.

Por su cooperación, los fiscales acordaron pedirle al magistrado que atiende el caso, que condene a Tobin al límite inferior de ese rango. Su acuerdo de culpabilidad también le exige pagar $4 millones al gobierno, como multa.

En tanto, en el escándalo de admisiones universitarias que Tobin reveló, Singer, Meredith y un ex entrenador de navegación en Stanford se declararon culpables, mientras que quien tomaba los exámenes anunció que hará lo mismo.

Hasta ahora, todos los demás han sostenido su inocencia.

Del Quentin Wilber, reportero de planta, colaboró con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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