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Calexico, donde un cierre de frontera podría significar un desastre

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Un ‘Baby Trump’ inflable flotó sobre la multitud de manifestantes que se reunieron el pasado viernes por la mañana en Calexico, parte de la frontera con México, junto al nuevo centro comercial que se suponía iba a traer la salvación a esta ciudad económicamente deprimida.

Estaban enojados por la amenaza del presidente Trump de cerrar la frontera, pero el propósito de la marcha era demostrar la unidad con Mexicali, la ciudad hermana de Calexico al otro lado de la frontera.

“Estamos interconectados, somos una comunidad. No estamos separados”, dijo José Luis Olmedo, del Comité Cívico del Valle, un grupo de derechos civiles del Valle Imperial.

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Trump llegó a la ciudad el pasado viernes para vender su inexistente “emergencia” en la frontera en su camino a una recaudación de fondos en Beverly Hills. Los manifestantes esperaban poder ver al hombre que tiene el poder con el uso de un bolígrafo, de arruinar sus trabajos, su salud y sus familias.

Lamentablemente, el globo regordete de pelo naranja fue la única versión de Trump que vieron. Después de un par de horas de discursos, música y cantos, se alinearon en la acera de West 2nd Street esperando en vano la caravana de Trump. El presidente había tomado una ruta diferente.

Nadie sabe si se debe tomar en serio la amenaza de Trump, pero mucha gente cree que él actúa lo suficientemente errático como para hacerlo.

Lo que podría ser un desastre.

“Sin compradores mexicanos”, dijo el supervisor del Condado Imperial, Ray Castillo, quien se dirigió a los manifestantes, “nuestra economía no puede sobrevivir”.

Cuando la llamé por teléfono el día antes de la visita de Trump, la nativa de Calexico, Hildy Carrillo, directora ejecutiva de la cámara de comercio local, fue incluso más contundente. “Si él cierra la frontera”, dijo ella, “mejor que nos dispare”.

El pasado jueves, Trump retiró su amenaza de cerrar la frontera y prometió darle a México un año más para resolver el problema de los refugiados centroamericanos y terminar con el flujo de drogas ilegales.

Para los residentes de Calexico, esos no son los temas apremiantes.

“Nuestra crisis es la pobreza, la falta de vivienda, la contaminación del aire”, dijo Eric Reyes, defensor de los trabajadores agrícolas, cuando los manifestantes irrumpieron con una versión espontánea de “God Bless America”.

Calexico es una ciudad de aproximadamente 39.000 habitantes, ubicada dos horas al este de San Diego. Se encuentra justo al otro lado de la frontera con Mexicali, la capital de Baja California, una megalópolis de casi 700.000 residentes.

El comercio de Calexico depende de los miles de compradores mexicanos, que llegan caminando o en auto. Las aceras de columnas en el viejo centro de la ciudad atraen a los compradores a boutiques de ropa a precios modestos, tiendas económicas y casas de empeño. Aquí hay un campus satelital de San Diego State, un Starbucks y muchos más restaurantes chinos de los que usted esperaría.

Durante el día, la población de Calexico se duplica.

El tráfico va en ambos sentidos; los cultivos agrícolas que rodean Calexico en el fértil Valle Imperial son recolectados por trabajadores agrícolas que cruzan legalmente la frontera de México todos los días durante las temporadas de recolección. Suben a los autobuses y se los llevan a los campos para cosechar lechuga, repollo, zanahorias, remolachas y brócoli.

¿Cómo sería un cierre de frontera en una ciudad como Calexico, que para todos los efectos es parte del área metropolitana de Mexicali?

“¿Recuerdas el 11 de septiembre cuando cerraron la frontera?”, preguntó Carrillo. “Nuestras calles estaban vacías, sin tráfico. Se escuchaban los chirridos de los pájaros, así sería”.

Es difícil describir qué tan unidos están los dos lugares. Incluso los nombres Calexico y Mexicali, la palabra compuesta de California y México, reflejan una profunda relación. “La frontera no existe para esta área”, dijo Carrillo.

Es común que los residentes de Caléxico reciban atención médica y dental en Mexicali, que cuenta con hospitales de primera categoría y una gran cantidad de médicos y dentistas.

Las compañías de seguros envían rutinariamente a sus pacientes estadounidenses a Mexicali para que los atiendan, dijo Esther Bejarano, activista ambiental que participó en la protesta para hablar sobre una verdadera emergencia en la frontera: la calidad del aire.

Esta región tiene una de las peores contaminaciones del aire en el país y la mayor tasa de visitas a la sala de emergencias relacionadas con el asma de niños en California. Debido a eso, dijo Bejarano, no es raro que los estudiantes estadounidenses busquen tratamiento para el asma en Mexicali, lo que los pone en una situación imposible. Sus escuelas estadounidenses requieren que registren sus inhaladores, pero las escuelas no registran medicamentos de México. Los niños se ven obligados a llevar sus inhaladores escondidos, como contrabando.

Rudy Huerta, de 66 años, supervisor de almacén retirado de un distribuidor de cerveza, vive en Calexico, pero obtiene su medicación y servicio dental en Mexicali. Incluso se corta el pelo allí.

Me lo encontré en West 2nd Street, junto a Gran Plaza Outlets, donde cerca de 40 tiendas de renombre atraen compradores de Mexicali. Estaba junto a unas 300 personas que esperaban ver al presidente, o al menos su limusina.

Huerta me dijo que vive con $ 1.800 al mes de su cheque de Seguridad Social, más retiros de su 401 (k).

Su dentista en el lado estadounidense quería extraer sus dientes y cobrar $ 10.000 por implantes. Un dentista del lado mexicano arregló sus dientes por $500. Sus lentes recetados, que habrían costado $500 en los Estados Unidos, le costaron $60 en México, y eso incluía el examen.

“Tengo que ir allá porque es mucho más barato”, dijo. “Pero, ¿qué pasa si cierran la frontera y me enfermo?”.

Trump aterrizó en Calexico a primera hora del pasado viernes para asistir a una mesa redonda con funcionarios de inmigración, oficiales de la ley y políticos, incluido el representante de los EE.UU, Duncan Hunter, quien enfrenta cargos federales de malversación de fondos de la campaña.

En base a las transcripciones, Trump parece haber pasado su tiempo hablando sobre la “emergencia absoluta” del muro y la frontera, culpando a los demócratas de un sistema de inmigración disfuncional y felicitándose a sí mismo por deportar a miembros de pandillas.

“Nadie ha hecho nunca el trabajo que hemos hecho”, dijo.

El presidente luego visitó brevemente la valla fronteriza, afirmando, errónea y repetidamente, que la valla de acero de 2¼ millas que separa Calexico de Mexicali se construyó por iniciativa suya. Su construcción, de hecho, fue planeada durante la administración de Obama como una actualización de una cerca existente.

La actualización fue solicitada por los funcionarios de la frontera porque la cerca anterior era sólida, hecha de esteras de aterrizaje excedentes de la era de Vietnam. “Si alguien arrojaba una botella de cerveza sobre la cerca”, dijo Carrillo, “no podían ver de dónde provenía. Ahora tienen mayor visibilidad y estéticamente, se ve mejor”.

Sin embargo, si te fijas bien, hay una adición inesperada a la valla.

En noviembre pasado, la Guardia Nacional desplegó brillantes espirales plateadas de alambre de púas en la parte superior de la cerca. También se colocaron dos filas de alambre a lo largo de la base. Esto, presumiblemente, mantendrá alejadas a las múltiples hordas de padres e hijos centroamericanos que se entregan a los funcionarios fronterizos para solicitar asilo político en Estados Unidos.

Los ladrones ya han comenzado a robar el cable de concertina, revendiéndolo a las personas que viven en el lado mexicano, especialmente en Tijuana, donde ha aparecido misteriosamente en las cercas y techos de las casas privadas.

No apruebo el robo, pero eso es un buen ingenio transfronterizo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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