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Kirstjen Nielsen continúa al frente en Seguridad Nacional, ¿pero a qué precio?

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La secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, dejó su pluma, se levantó y abrazó a los funcionarios de El Salvador, Guatemala y Honduras para agradecerles por su trabajo en lo que calificó como un pacto “histórico” contra la migración no autorizada.

Pocas horas después, el presidente Trump acusó a los países del Triángulo del Norte de “no hacer nada” y amenazó no sólo con cancelar la asistencia a los tres, sino también con cerrar la frontera estadounidense con México. “Ya no les pagaremos porque no han hecho nada por nosotros”, declaró.

Para Nielsen, el incidente de la semana pasada representó sólo el último ejemplo del menosprecio público que ha sufrido por parte del primer mandatario.

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Con quince meses de mandato como jefa del tercer departamento más grande del gobierno, Nielsen encarna una paradoja: logró conservar su trabajo -desafiando numerosas versiones de que Trump había decidido despedirla- pero lo logró convirtiéndose en la cara pública de políticas controvertidas que no funcionaron según lo planeado, y que en algunos casos incluso fracasaron.

A pesar de haber sido reprendida y rechazada públicamente por Trump, Nielsen, de 46 años de edad -que pronto será una de las apenas cuatro mujeres del gabinete-, es una de las funcionarias con más años de servicio.

También es una de las más asediadas. Se enfrenta a citaciones de la Cámara de Representantes y a unas dos docenas de investigaciones realizadas por la oficina del inspector general de Seguridad Nacional sobre políticas de inmigración y seguridad. Un número récord de solicitantes de asilo y familias centroamericanas han inundado la frontera, y Trump consideró nombrar a un “zar de la inmigración” para coordinar la respuesta, una medida que Nielsen apoya, aunque eso diluiría aún más su autoridad.

En un editorial de Fox News, el pasado lunes, Nielsen culpó a las “leyes desactualizadas, las decisiones judiciales equivocadas y una enorme acumulación de casos” por el aumento de la migración, y aseguró que le dijo a los socios del Triángulo del Norte la semana pasada: “Se acabó el tiempo”, “Se necesita una acción real, ahora”, escribió. “Como nación, no podemos soportar esto”.

En un esfuerzo para evitar que los centroamericanos soliciten asilo en EE.UU, el gobierno de Trump ha tomado una serie de medidas polémicas: separar a los niños de sus padres, enviar aproximadamente a 6.000 soldados a la frontera, detener a los solicitantes de asilo en tiendas de campaña y celdas con alambre de púas, u obligarlos a permanecer en México mientras esperan el fallo de un tribunal estadounidense -que podría ocurrir en dos años-.

Ninguna de las acciones disuasivas fue exitosa.

En lugar de ello, el número de solicitantes de asilo se ha disparado. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estima que las detenciones de personas que cruzan la frontera se aproximarán a las 100.000 en marzo, superando las 66.450 detenciones de febrero pasado, más que en casi cualquier mes de la última década. Es probable que las cifras sigan aumentando a medida que el clima más cálido genere un aumento estacional en la migración.

“Nos enfrentamos a una crisis de todo el sistema”, escribió Nielsen a los legisladores la pasada semana, solicitando acciones de emergencia, como la capacidad de deportar más rápidamente a los menores centroamericanos no acompañados.

Los críticos externos y el inspector general del departamento señalan que las políticas de la administración han empeorado la situación en la frontera.

Una acción para limitar el acceso en los puertos de entrada, por ejemplo, generó en las personas un incentivo para cruzar en otros lugares. La negativa del gobierno a considerar seriamente la cooperación ampliada y la asistencia a los países centroamericanos de donde huyen los migrantes, garantiza que el problema empeorará.

“Con dos años de mandato, Donald Trump falló en alejar a estos migrantes porque están huyendo de circunstancias desesperadas”, señaló León Rodríguez, quien fue director de Servicios de Ciudadanía e Inmigración de EE.UU de 2014 a 2017. “A menos que lo piensen de una manera diferente y dejen de limitarse sólo a los controles, nada va a cambiar”.

La última amenaza de Trump, cerrar la frontera a todo el tráfico, podría causar graves daños a las empresas estadounidenses. Los funcionarios de la administración quieren que México trabaje más activamente para que los migrantes no lleguen a EE.UU, una apuesta arriesgada dada la ambivalencia histórica de ese país sobre las políticas migratorias estadounidenses y sus limitados recursos destinados a los controles.

Nielsen desempeña dos importantes funciones para un presidente que considera que el combate político en las trincheras de Twitter es fundamental para triunfar en 2020: espera que ella convierta en políticas algunas de sus promesas de más alto perfil, pero también que enfrente las críticas cuando estas generan controversia.

Su firme defensa de esas políticas -a costa de su credibilidad ante los miembros del Congreso- complace a un mandatario que valora la lealtad, aún cuando complica el futuro de la secretaria, según funcionarios y ex funcionarios que hablaron con The Times.

El departamento de Seguridad Nacional no puso a disposición a Nielsen u otro funcionario, ni proporcionó comentarios para este artículo.

“Creo que lo que está haciendo es ser una buena soldado”, consideró el representante, Bennie Thompson, un demócrata de Mississippi y presidente del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes. “Ella sólo intenta mantener su trabajo”.

Un alto funcionario de la Casa Blanca admitió que hubo momentos de desconcierto para Nielsen, pero que, especialmente con su defensa de la declaración de emergencia nacional hecha por el presidente en febrero pasado, “su responsabilidad en el gobierno sólo ha aumentado”.

“Ella aún puede defender algunas de las políticas de la administración menos populares”, continuó el funcionario, quien solicitó el anonimato para hablar sobre asuntos internos del personal. “Yo diría que ese será su desafío constantemente; ella será una de las autoridades del gobierno más convocadas al Capitolio en esta era más estricta de supervisión demócrata”.

La política de inmigración fue considerada como una gran victoria para Trump. Al comienzo de su mandato, el número de personas que cruzaban la frontera sin autorización se redujo precipitadamente. Cuando las cifras cayeron a un mínimo de 45, los funcionarios gubernamentales rechazaban que se tratara de una merma temporal y proclamaban que la mera presencia de Trump en la presidencia lo había cambiado todo.

Dos años más tarde, los funcionarios de Estados Unidos detuvieron el fin de semana pasado a cientos de hombres, mujeres y niños debajo del puente internacional en El Paso, detrás de cercas y alambradas.

Como los funcionarios advirtieron hace tiempo, el aumento de las familias centroamericanas que buscan asilo superó un sistema de inmigración diseñado hace décadas en el país para tratar mayormente con hombres mexicanos, solteros y adultos, que podrían regresar rápidamente a través de la frontera.

Las cifras permanecen por debajo de los máximos alcanzados desde la década de 1980 hasta mediados de la década de 2000, cuando los agentes estadounidenses arrestaban rutinariamente a más de un millón de personas al año en la frontera sur. En el año fiscal 2017, las autoridades detuvieron a 303.916; en el año fiscal 2018, que finalizó el 30 de septiembre pasado, los agentes arrestaron a 396.579 personas, un número cercano a los niveles de los últimos años del gobierno de Obama.

Pero estar muy por debajo del auge histórico brinda poco consuelo a Trump y sus asistentes -como el consejero de política nacional Stephen Miller y John Bolton, asesor de seguridad nacional del primer mandatario- que se refieren a los solicitantes de asilo como “invasores”.

“Tengo la sensación de que la mayoría de las personas no están satisfechas con su situación”, afirmó el funcionario de alto rango de la Casa Blanca.

Nielsen entró en este difícil puesto con mucha menos experiencia que su predecesor como secretario de Seguridad Nacional, John F. Kelly, un general de cuatro estrellas retirado del Cuerpo de Marines que encabezó el Comando Sur del ejército antes de unirse a la administración.

Como abogada joven, tres años después del 11 de septiembre de 2001 trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional del presidente George W. Bush y manejó la política legislativa en la Administración de Seguridad del Transporte. Nielsen luego pasó más de una década en consultoría de seguridad en el sector privado, antes de ofrecerse como voluntaria para ser la “guía” de Kelly a través de su confirmación.

Siguió al funcionario al área Seguridad Nacional como su jefe de gabinete a principios de 2017, y luego a la Casa Blanca, cuando Kelly se convirtió en jefe de gabinete, seis meses después.

En octubre de 2017, Trump nominó a Nielsen para reemplazar a Kelly como líder de Seguridad Nacional, un departamento cuyos más de 240.000 empleados manejan no sólo la seguridad fronteriza y de inmigración, sino también la ciberseguridad, salvaguardando las elecciones y la respuesta a los huracanes.

La funcionaria aportó al cargo un profundo conocimiento de las políticas, de acuerdo con quienes la conocen. “Ella es literalmente una enciclopedia”, afirmó Blain Rethmeier, quien trabajó con Nielsen en la Casa Blanca durante el gobierno de Bush, y la ayudó, tanto a ella como a Kelly a transitar las confirmaciones de sus puestos.

Aún así, Trump mira a Nielsen con sospechas debido a su asociación con el comité republicano. Ella ha trabajado duro para mostrarle su dedicación a un presidente que premia la lealtad.

Al igual que Kelly, ha respaldado públicamente -o al menos se negó a condenar- algunas de las declaraciones más extremas de Trump.

Poco después de tomar el timón de Seguridad Nacional, la secretaria esquivó las preguntas de los senadores respecto de la presunta descripción por parte de Trump de Haití y algunos países africanos como “shitholes” (sitios de mier…), y de una preferencia por los inmigrantes de naciones como Noruega.

En julio de 2018, se hizo eco de la afirmación presidencial de que “ambas partes tuvieron la culpa” después del aumento de violencia mortal entre los supremacistas blancos y los contramanifestantes en un acto en Charlottesville, Virginia. “No es que una parte esté en lo cierto y la otra esté equivocada”, dijo.

En repetidas controversias, la funcionaria se aferró a lo dicho por la administración. “Ella es tenaz”, remarcó Rethmeier. “Mucha gente en este ambiente político habría metido la cola entre las patas, habría renunciado y se habría pasado al sector privado”.

El año pasado, furioso por las noticias de un gran grupo de migrantes centroamericanos que viajaban al norte en caravana, Trump reprendió a Nielsen durante más de media hora en una reunión del gabinete.

En junio, la funcionaria se situó en el podio de la Casa Blanca y se responsabilizó por la táctica polémica de dividir a los niños migrantes y sus familiares. Dos días después, el presidente le dio la espalda cuando, en medio de la protesta pública y la presión bipartidista, firmó un decreto para poner fin a la separación familiar.

Tanto el Congreso como el inspector general del Departamento de Seguridad Nacional investigan actualmente cómo se produjo la política de separación familiar, y si Nielsen fue sincera en su testimonio al respecto.

Luego, en octubre -frente a una barrera fronteriza con una placa conmemorativa del presidente- Nielsen promocionó las primeras millas del prometido muro de Trump, aunque la valla de reemplazo recién erigida en Calexico estaba planeada desde 2009.

Semanas más tarde, justo después de desplegar tropas en la frontera antes de las elecciones de mitad de mandato, el 6 de noviembre pasado, Trump canceló un viaje con Nielsen a la frontera de Texas, diciendo que había decidido despedirla.

En una entrevista con The Times, justo antes de marcharse de la Casa Blanca, Kelly -quien se negó a ser entrevistado para este artículo- dijo que había advertido a sus colegas que no reconocieran las caídas de las cifras en los cruces fronterizos, porque inevitablemente volverían a subir.

En cuanto a Nielsen, afirmó: “Ella es una mujer segura de sí misma; no una protegida... Y este es un trabajo muy, muy difícil”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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