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John McCain, héroe de guerra, inconforme político e ícono del Partido Republicano, muere a los 81 años

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El senador de Arizona, John McCain, que sobrevivió 5½ años como prisionero de guerra en Vietnam para convertirse en una de las personalidades más beligerantes y de más alto perfil en la política estadounidense -un ícono presidencial republicano que alternativamente pisoteó y abrazó la ortodoxia partidista-, ha muerto. Tenía 81 años.

McCain, quien fue diagnosticado con cáncer cerebral en julio de 2017, murió a las 4:28 p.m. este sábado, confirmó su oficina en un comunicado. La muerte de McCain se produjo un día después de que su familia anunció que dejaría de recibir tratamiento médico.

Aunque pasó más de tres décadas en el Congreso representando su estado de residencia, McCain no era un político típico. En un momento en que el país se volvió cada vez más tribal y partidista, atrajo la admiración y el antagonismo de ambas partes.

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“A pesar de todo, fue una figura icónica”, dijo Charlie Cook, un analista de campaña no partidista que siguió la carrera política de McCain desde la llegada del legislador a Washington a principios de los años ochenta. “Tan irascible y cascarrabias como pudo ser, era real. Tenía autenticidad”.

Después de conocerse la noticia, los reconocimientos comenzaron a fluir a través de los diferentes círculos políticos.

El presidente Trump emitió una breve declaración en Twitter. “Mis más sinceras condolencias y respeto a la familia del senador John McCain”, escribió. “¡Nuestros corazones y oraciones están contigo!”

El presidente Obama, quien derrotó a McCain en 2008, le hizo un reconocimiento más amplio. “Pocos de nosotros hemos sido puestos a prueba como alguna vez lo fue John, o requerido demostrar la valentía que tuvo”, afirmó. “Pero todos nosotros podemos aspirar al coraje para poner el bienestar común por encima del nuestro. John nos mostró lo que eso significa”.

Además de su confinamiento como prisionero de guerra, marcado por años de tortura y soledad, McCain sobrevivió casi al destierro de la Academia Naval, tres accidentes aéreos, un divorcio causado por su vida amorosa, un escándalo del Senado que amenazó su carrera, dos intentos fracasados para alcanzar la Casa Blanca y un historial legislativo marcado por tantos reveses como victorias.

Él fue descrito (y se describió a sí mismo) como encantador, un hombre sabio, con un perfil bajo en sus logros, un guerrero, un héroe, un cobarde, un conversador directo y, quizás más que cualquier etiqueta, como un rebelde.

En su ADN era un conservador de cepa y se mantuvo firme en sus creencias, incluso cuando chocaba con la dirigencia de su partido. Luchaba encarnizadamente con algunos elementos de la derecha del Partido Republicano sobre inmigración, derechos de los homosexuales, calentamiento global.

En julio de 2017, emitió el voto decisivo aniquilando la esperanza largamente acariciada de los republicanos de revocar la Ley del Cuidado de Salud Asequible (Obamacare), como la llamaban, caminando en el piso del Senado, bajando el pulgar y emitiendo un rotundo “no” al mismo tiempo que la cámara estallaba en gritos.

Su relación con Trump no fue buena. Trump se burló de su heroísmo durante la guerra durante la campaña de 2016 - “Me gustan las personas que no fueron capturadas” - y McCain no ocultó su malestar.

“La conferencia de prensa de hoy, en Helsinki, fue una de las más vergonzosas de un presidente estadounidense en la historia”, tuiteó McCain sobre el trato que recibió Trump de parte del presidente ruso, Vladimir Putin, en una reunión en julio.

Trump respondió un mes más tarde, no hizo ninguna mención explícita del senador ya enfermo, cuando firmó la ley de apropiación militar de 2019 -la Ley de Autorización de Defensa Nacional John S. McCain.

McCain se expresó ampliamente en “The Restless Wave”, el último de varios libros que escribió, que se publicó en mayo y que sirvió como su último testamento político.

“Parece no estar interesado en el carácter moral de los líderes mundiales y sus regímenes”, dijo sobre Trump. “La apariencia de dureza o un facsímil del reality show de mostrar dureza parece importar más que cualquiera de nuestros valores. La adulación asegura su amistad, el criticismo su enemistad”.

Era un personaje imprescindible de los programas de televisión políticos de Washington y solicitado ansiosamente para entrevistas en los pasillos del Congreso. Su poder se extendió más allá de su papel de presidente de comité e investigador del gasto militar y el tráfico de influencias, siempre listo para ofrecer una observación burlona o sarcástica.

Se convirtió en una voz de liderazgo en el Partido Republicano, especialmente en asuntos militares y de relaciones exteriores. (Durante las vacaciones del Senado, a menudo pasaba el tiempo visitando zonas de guerra y otros puntos en el extranjero).

Y a pesar de que enfrentó una serie de desafíos que terminaron en fracasos, la única vez que perdió una elección fue cuando intentó llegar a la Casa Blanca.

Su primera postulación, en el 2000, fue una juerga alegre e insurgente que casi logra derrotar al favorito republicano, el gobernador de Texas George W. Bush, en las primarias. Su segundo intento como candidato republicano en 2008, fue más de una rutina triste, terminando en una derrota frente al demócrata Barack Obama.

A pesar de sus arrebatos, engendró una profunda lealtad, forjando un cuadro bipartidista de amigos y asesores de confianza que permanecieron cerca de él durante décadas. Uno de ellos fue su compañero veterano de Vietnam, John F. Kerry, el ex senador de Massachusetts y candidato presidencial demócrata en 2004, quien brevemente consideró a McCain como su compañero de fórmula, una táctica poco convencional.

La carrera de McCain reflejaba la noción nietzscheana de que lo que no nos mata nos hace más fuertes.

Atrapado por un escándalo de tráfico de influencias, McCain surgió como un campeón de la reforma por un gobierno abierto y del financiamiento de campañas.

Como candidato presidencial dos veces derrotado, usó su nueva celebridad para aumentar su influencia en el Congreso y emerger como uno de los líderes más prominentes del Partido Republicano.

Aunque deseaba ser conocido por algo más que su servicio en Vietnam y, especialmente, su infernal cautiverio, esa experiencia se convirtió en el lema de su vida pública: un testamento irrefutable de su valentía personal y excusa para sus molestas explosiones.

Atacado como un ‘forastero’ en 1982, cuando buscaba la Cámara de Representantes por Arizona, detuvo a los oponentes con una contundente réplica: “El lugar donde he vivido más tiempo es Hanoi”.

John Sidney McCain III nació el 29 de agosto de 1936, en la Zona del Canal de Panamá, donde su padre, un oficial de la Marina, estaba asignado temporalmente. En ese instante, su futuro se veía aparentemente ordenado.

Como hijo y nieto de almirantes reconocidos, con un linaje militar que data de la Gran Bretaña del siglo XVII, nunca se cuestionó qué haría McCain una vez que creciera, aunque a veces parecía que estaba más inclinado a auto sabotearse que a extender el orgulloso historial militar de la familia.

De baja estatura –apenas medía 5 pies y 7 pulgadas- y con frecuencia siendo el chico nuevo de la clase, lo compensaba con una actitud gruñona y puños veloces. En la escuela secundaria, era conocido como “Punk” y “McNasty”. Cuando se graduó de la Academia Naval en 1958, terminó entre los últimos en aprovechamiento, pero entre los primeros por los problemas en los que se metía. “Yo era un insolente arrogante e indisciplinado”, escribió años después con su típica franqueza. “En resumen, actué como un idiota”.

Se entrenó como aviador naval, sobrevivió a tres accidentes y adquirió una reputación como piloto que tendía a la imprudencia. En julio de 1967, sirviendo en el Golfo Tonkin de Vietnam, vivió otro desastre cuando una carga eléctrica encendió un misil en el portaaviones Forrestal, matando a 134 marineros e hiriendo a 161.

McCain podría haber regresado a casa pero, por desgracia, se negó. Unos meses más tarde, en una misión de bombardeo sobre Hanoi, su A-4E Skyhawk fue alcanzado por un misil que destruyó el ala derecha. McCain fue expulsado de la aeronave y aterrizó, con una pierna rota y dos brazos rotos, en un lago en el centro de la capital norvietnamita.

Sus captores pronto se dieron cuenta de que tenían una gran posesión: el hijo de un famoso almirante estadounidense. Buscando un golpe de relaciones públicas, en un aparente espectáculo de humanitarismo, le ofrecieron a McCain su libertad. Sin embargo, eso habría violado el código de conducta militar estadounidense que requería la liberación de prisioneros de guerra en el orden en que fueron capturados.

Cuando rechazó la oferta, los encargados de su prisión se enfurecieron. Recordó que le dijeron, “McCain, esto va a ser muy malo para ti”.

Y lo fue.

Soportó años de tortura y confinamiento solitario. En un momento dado, después de ser golpeado durante días y atado con cuerdas que le forzaron a mantener la cabeza entre las rodillas, McCain se quebró y firmó una confesión grabada que fue transmitida a otros presos: “Soy un criminal y realicé las hazañas de un pirata aéreo”.

Se tomó años para perdonarse a sí mismo, aunque finalmente su humor negro ganó. Décadas más tarde, un reportero de Esquire estaba con él cuando un miembro del personal buscó el consejo de McCain sobre su hijo, que tenía un problema en la escuela.

“Dile que confiese”, le dijo McCain. “Diga: ‘soy un pirata del aire y cometí crímenes contra las personas amantes de la paz en mi escuela’. Siempre me funcionó”.

Cuando McCain finalmente fue liberado en marzo de 1973, después de la firma del Acuerdo de Paz de París, salió cojeando, una condición que persistió el resto de su vida. También tenía un rango de movimiento limitado en sus brazos; no podía levantarlos lo suficiente como para peinarse; peor, desde la perspectiva de McCain, la desventaja frustró su deseo de regresar a la cabina como piloto de la Marina.

Después de años de recuperación, McCain fue recompensado con una misión como enlace de la Marina con el Senado de EE.UU., donde tuvo su primer contacto con el poder político. Forjó una serie de amistades bipartidistas, incluida una relación padre-hijo con el senador republicano John Tower de Texas, quien lo instó a postularse para el Congreso, diciendo que podía “hacer más bien allí” que en la Marina.

Para entonces, McCain se había divorciado de su primera esposa, Carol, después de haber admitido varios amoríos de su parte, y se casó con Cindy Lou Hensley, la hija de un acaudalado distribuidor de cerveza de Phoenix. Fue allí, en el floreciente desierto del suroeste, donde McCain finalmente fincó sus raíces, trabajando como ejecutivo de relaciones públicas para el negocio de licores de su suegro.

En 1982, cuando se abrió una oportunidad para ocupar un lugar en el Congreso, aprovechó las circunstancias. Tocó unas 15,000 puertas bajo el terrible verano de Arizona y cubrió las ondas de televisión locales con un anuncio que promocionaba su récord militar que lo mostraba cojeando con muletas poco después de su liberación como prisionero de guerra. Ganó estrechamente las primarias republicana y derrotó a su oponente demócrata.

Después de dos mandatos en la Cámara, McCain fue elegido en 1986 para reemplazar al senador Barry Goldwater, otro republicano malhumorado. McCain fue reelegido cinco veces, la última vez en 2016.

Mantuvo un perfil generalmente bajo durante sus primeros años en el Congreso, votando por una línea fielmente conservadora. En la década de 1990 trabajó con Kerry para poner fin al embargo comercial de EE.UU. a Vietnam y renovar las relaciones diplomáticas.

Sin embargo, tal vez su mayor notoriedad la alcanzó como miembro de los “Keating Five”.

A fines de la década de 1980, Charles H. Keating Jr., propietario de Lincoln Savings & Loan, con sede en Irvine, distribuyó donaciones en efectivo a cinco senadores estadounidenses, incluido McCain, con la esperanza de frustrar una investigación federal sobre las cuestionables inversiones y prácticas crediticias de su compañía.

Después de un largo procedimiento judicial, McCain fue declarado culpable por el Comité de Ética del Senado de tomar una “mala decisión” por haberse reunido dos veces con los reguladores a petición de Keating. Aunque no hubo sanción, McCain calificó la experiencia como algo peor que cualquier cosa que haya sufrido como prisionero de guerra.

“Los vietnamitas”, dijo, “no cuestionaron mi honor”.

La experiencia cambió a McCain de dos maneras. Se hizo cada vez más accesible para los periodistas, pensando que el mejor camino para la rehabilitación política era la apertura y la autenticidad sin adornos. También asumió la reforma financiera para las campañas, se opuso a los líderes de su propio partido y trabajó con el senador demócrata de Wisconsin, Russ Feingold, para aprobar una legislación que restringía el flujo de efectivo no regulado y limitaba la publicidad política.

Sin embargo, en enero de 2010, el Tribunal Supremo de EE.UU. anuló aspectos clave del proyecto de ley McCain-Feingold, las restricciones al gasto político fueron consideradas como una infracción inconstitucional de la libertad de expresión. “La peor decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos en el siglo XXI”, lo llamó McCain.

Para entonces, McCain se había establecido como una figura nacional, después de dos intentos de llegar a la Casa Blanca.

Su postulación en el 2000 fue un esfuerzo advenedizo que lo enfrentó contra el gobernador de Texas, George W. Bush, y la mayoría del establishment republicano.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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