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Familias migrantes utilizan rutas cada vez más peligrosas para cruzar a Estados Unidos

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Cada vez más familias guatemaltecas que intentan entrar ilegalmente a Estados Unidos están evitando las rutas más populares a favor de cruces más peligrosos y remotos en el desierto, como las utilizadas por dos niños que murieron en diciembre bajo la custodia de la Patrulla Fronteriza, dicen las autoridades.

La mayoría de las personas que tratan de entrar al país todavía usan rutas establecidas desde hace mucho tiempo en el Valle del Río Grande de Texas. Pero las cifras del gobierno publicadas recientemente muestran un número creciente de familias que cruzan a lo largo del tramo de 268 millas de la frontera conocido como el Sector de El Paso, que incluye el oeste de Texas y todo Nuevo México.

En noviembre, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en ese sector, capturó a 11,617 personas que viajaban en familia; casi 20 veces el total de aprehensiones durante noviembre de 2017 y poco más de una quinta parte de todos los migrantes detenidos en la frontera sur. La mayoría de esas familias eran de Guatemala.

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Kevin McAleenan, comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, dijo el 31 de diciembre a los periodistas que el aumento en el número de familias migrantes estaba creando una “crisis sin precedentes”.

Del 22 al 30 de diciembre a lo largo de toda la frontera con México, la Patrulla Fronteriza había referido a 451 migrantes —incluyendo a 259 niños, la mitad de ellos menores de 5 años— a proveedores de servicios médicos.

“Muchos estaban enfermos antes de salir de sus hogares”, dijo McAleenan, citando casos de gripe, neumonía, tuberculosis y parásitos.

Seis niños y 11 adultos han sido hospitalizados.

Los funcionarios no dijeron cuántas de las referencias médicas fueron en el sector de El Paso.

El área ha sido un punto focal en el debate sobre la inmigración ilegal desde que Jakelin Caal Maquin, de 7 años de edad, murió en un hospital de El Paso el 8 de diciembre, dos días después de cruzar en Nuevo México y ser puesta bajo custodia de la Patrulla Fronteriza junto con su padre, quien permanece en un refugio a la espera de los resultados de la autopsia.

Ha dicho a través de sus abogados que cuidó a su hija durante el viaje y que no estaba enferma antes de que llegar a Estados Unidos.

Dos semanas después, el 24 de diciembre, Felipe Gómez Alonzo, de 8 años de edad, murió en Nuevo México después de haber sido detenido en la frontera con su padre y haber pasado seis días entre por lo menos cuatro centros de detención abarrotados. Una autopsia mostró que tenía gripe.

McAleenan dijo que los dos casos son las únicas muertes de niños en custodia de la Patrulla Fronteriza en más de una década.

Equipos de la Guardia Costera de Estados Unidos y de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades fueron enviados a la frontera esta semana para ayudar en los exámenes médicos y recomendar medidas para limitar las enfermedades en las áreas de espera de la Patrulla Fronteriza en El Paso.

Los defensores de los derechos de los inmigrantes culparon de los nuevos y más peligrosos patrones de cruce, en gran medida, a la intensificación de la aplicación de la ley en las zonas más transitadas y a los esfuerzos de la administración Trump por disuadir a la gente de entrar en los cruces fronterizos oficiales para solicitar asilo.

“Cuando empiezas a interferir con un patrón de migración, es mejor que estés preparado para lidiar con las consecuencias”, dijo Rubén García, director de la Casa de la Anunciación, que ha estado albergando a migrantes en El Paso y coordinando albergues en Nuevo México.

McAleenan rechazó esa explicación. Dijo que los contrabandistas están dirigiendo a las familias hacia “zonas nuevas y remotas” para evitar pagar las tasas de cruce a los cárteles que controlan las rutas más populares.

El viaje en autobús desde Guatemala toma sólo unos pocos días, dejando a los migrantes sintiéndose frescos para la caminata a través del desierto y “proporcionando una mayor confianza para que los padres traigan a sus hijos más pequeños”, dijo.

Guadalupe Correa-Cabrera, profesora de política y gobierno en la Universidad George Mason, dijo que su investigación muestra que el control de los cárteles en el Valle del Río Grande está elevando el precio de cruzar por allí.

“Los niños están muriendo porque ahora las familias están tratando de ingresar por otros puntos”, advirtió.

Y más migrantes viajan con niños porque los traficantes les dicen que las familias tienen más posibilidades de recibir asilo, dijo Correa-Cabrera. “Le prometen a las familias que si traen a los niños consigo, tienen un boleto de entrada a Estados Unidos”.

El 31 de diciembre, en un refugio de El Paso, Roberto Ramírez Díaz, de 32 años, dijo que el mes pasado trajo a su hijo de 17 años, Darinel, al norte de las tierras altas del oeste de Guatemala porque un contrabandista les dijo que sería más fácil cruzar como familia.

Darinel explicó que el precio del cruce era también menor para una familia que para un adulto soltero —4,600 dólares en comparación con 8,000 dólares— porque las familias podían ser abandonadas en la frontera para solicitar asilo, mientras que los individuos debían ser guiados hasta el interior del país.

Dijo que los contrabandistas enviaron a algunos migrantes a través del desierto, pero que terminaron cruzando de Juárez a El Paso, y luego se entregaron a la Patrulla Fronteriza. Fueron liberados cinco días después.

Planeaban tomar un autobús a Immokalee, Florida, donde el hermano de Ramírez gana $80 al día como trabajador agrícola —20 veces más de lo que ganaban trabajando en los campos en Guatemala— y tiene un apartamento que pueden compartir mientras esperan sus procedimientos en la corte de inmigración. Han acordado trabajar con él para pagar su deuda con el contrabandista.

Una vez que lo hagan, planean enviar por el resto de su familia: La esposa de Ramírez y su hija de 6 años.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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