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Estudiantes reportan sobre ‘la epidemia’ de adolescentes muertos por la violencia armada

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Fueron asesinados por conocidos, por enemigos, por accidente. Algunos andaban en bicicleta, otros corrieron para cubrirse, otros no vieron venir las balas.

En un año, casi 1.200 estadounidenses de 18 años o menores fueron víctimas de la violencia armada. La carnicería se ha vuelto tan insensiblemente común que la mayoría de las víctimas perecen sin previo aviso y nuestro silencio colectivo se quiebra sólo por la siguiente lluvia de disparos.

En Palisades Charter High School, un pequeño grupo de estudiantes quería hacer algo al respecto. Así que, durante meses, como parte de un equipo nacional de periodistas adolescentes, investigaron las noticias aparecidas en medios de comunicación, revisaron informes de la policía y buscaron información sobre los jóvenes asesinados por armas de fuego en los 365 días después del tiroteo en Parkland, Florida, que dejó 17 muertos entre estudiantes y miembros del personal en San Valentín de 2018.

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Los alumnos de ‘Pali’ contribuyeron con 70 de los 1.200 obituarios en el proyecto.

“El objetivo... era mostrar que el problema no son sólo los tiroteos en las escuelas, es a diario; es constante”, señaló Joe Meyerson, alumno de último año, quien dirigió el equipo de una docena de estudiantes de periodismo de la escuela.

Meyerson, quien acudirá a la Universidad de Boston el próximo otoño para estudiar periodismo, comentó que se propusieron expresar la esencia de las víctimas a través de pequeños perfiles, en lugar de centrarse en sus decesos. Las palabras resultantes fueron a menudo poderosas y empleadas como epitafios en el cementerio nacional de niños perdidos.

Este es el ejemplo de una de sus narraciones, en el que Meyerson comparte autoría con la alumna Samantha Woolley: “Como estudiante de sexto grado en la escuela Keefe Avenue, su ensayo sobre la violencia con armas de fuego en su vecindario ganó el tercer lugar en el concurso Martin Luther King, Jr.

“Ella era ‘todo lo que este mundo no es’”, narró su madre. ‘Mi bebé no era violenta. A mi niña no le gustaba la violencia’.

“Sandra Parks, de 13 años, fue baleada y asesinada por una bala perdida que destrozó la ventana de su habitación, el 19 de noviembre de 2018, en Milwaukee, Wisconsin. Dos hombres fueron acusados por el hecho, uno de ellos por homicidio imprudente de primer grado. La última frase del ensayo de Sandra dice: “Debemos luchar para que nuestras verdades se extiendan hasta el fin del mundo”.

Cuando me reuní en el campus de Pacific Palisades, con Meyerson y sus compañeros Zade Mullin, Ava Kerkorian, Sarah Bentley y Judy Zhang, parecían estar tan afectados por su trabajo como el público al que esperan llegar.

La cantidad de sangre derramada no era una revelación para ellos, pero a medida que sabían más sobre los muertos, las pérdidas se volvían más personales. “Lo que realmente me impactó fue... ver cómo murieron y la cantidad de personas, por ejemplo menores de un año, o niños recién empezando la escuela secundaria o preparatoria”, comentó Bentley. “Eso te hace dar cuenta de que podría pasarle a cualquiera”.

Si bien Pali Charter se encuentra en un vecindario seguro, rico y con poca delincuencia, los reportes vincularon a los estudiantes con personas en lugares donde la violencia es algo de rutina, donde prevalecen las pandillas y las víctimas son, a menudo, niños de color. Zhang escribió acerca de una adolescente de Los Ángeles que quería cenar en un restaurante específico de comida rápida una noche, pero la convencieron de ir a otro. “Ella estaba de pie allí, pasó un coche y la roció de balas”, narró Zhang, quien leyó el informe policial sobre homicidio. “Recuerdo haber pensado que era literalmente un caso donde estás en el sitio equivocado, en el momento equivocado”.

El obituario de Zhang narraba que la víctima tenía aretes dorados y se llevaba bien con sus consejeros escolares en Santee Education Complex, justo al sur de la Autopista 10. El relato necrológico de Zhang finaliza así: “Hannah Ronyae’ Bell, de 15 años, fue baleada en un restaurante de hamburguesas en el sur de Los Ángeles, el 27 de abril de 2018. Según su hermano, sus últimas palabras fueron: “Me dispararon, mamá. Me quema”.

El caso que atormenta particularmente a Mullin involucra un tiroteo en una gasolinera en Filadelfia. Al investigar la muerte, encontró un video de vigilancia con poca definición, de los últimos momentos de Rasul Benson, de 15 años de edad. “Se podía ver el destello de la pistola y a los chicos agitados”, contó Mullin.

En enero pasado, Michael Bardlett, de 17 años, fue asesinado a tiros en Georgia. En Pali Charter, Meyerson y su compañera de clase, Ariana Abtahi, estaban armando el obituario, pero necesitaban más información. Una de las fortalezas de los reporteros estudiantiles, comentó Meyerson, era saber buscar en redes sociales. En Instagram, encontraron el número de teléfono de la madre de Bardlett.

Meyerson marcó y la mujer contestó, “al principio era muy escéptica, su hijo había fallecido hacía sólo tres semanas. Le expliqué quién era y por qué quería hablar con ella; tuvimos una conversación de 20 minutos sobre el chico”, relató Meyerson. “Escuché cosas conmovedoras, que sólo una madre podría saber”.

Para Kerkorian, acercarse tanto a los detalles agudizó su indignación. “Es difícil no estar a favor del control de armas cuando estás informando sobre todos estos jóvenes”, afirmó. “Son niños como mis amigos y yo, que hacían las mismas cosas que nosotros. Podrían haber tenido un futuro brillante y eso hizo que me sintiera enojada contra nuestros legisladores... Sentí ganas de involucrarme aún más”.

Beatrice Motamedi supervisó el trabajo de los estudiantes como directora de Global Student Square, entidad que desarrolló el plan de estudios del proyecto y se asocia con alumnos y organizaciones de noticias para explorar la violencia, el calentamiento global y la difícil situación de los refugiados. El proyecto “Since Parkland” fue creado por Trace, una sala de prensa sin fines de lucro centrada en la violencia con armas de fuego, en asociación con el Miami Herald. “No me alcanzan las palabras para remarcar lo talentosos e inteligentes que son estos chicos”, aseguró Motamedi.

También están decididos a colaborar para abordar un problema social que se ha prolongado por demasiado tiempo. Tal como lo expresó Meyerson, no se puede permitir que los gritos de las diferencias políticas sobre los derechos y el control de las armas ahoguen los llantos de los niños asesinados. “Es una epidemia de destrucción”, destacó.

Como cualquier buen periodista, cree que no hay una forma más poderosa de expresar, ni un llamado más verdadero a tomar conciencia, que contar historias que sacudan nuestras almas.

steve.lopez@latimes.com

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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