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Esto se necesitó para reunir a una familia inmigrante separada por la política de ‘tolerancia cero’ de EE.UU.

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No había sombra, no había escapatoria del calor para la madre inmigrante que esperó horas para recuperar a su hija de 17 años, el 11 de julio, en el exterior de un refugio en el sur de Texas, ciudad fronteriza.

Su experiencia muestra cuán difícil será reunir a miles de niños, en su mayoría centroamericanos, separados de sus padres bajo la política de “tolerancia cero” de la administración Trump.

Reina Isabella, quien pidió ser identificada solo por su primer y segundo nombre, no había visto a su hija Diana en 40 días.

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Las dos huyeron de la violencia al salir de San Salvador, donde Reina, quien había trabajado en imprentas, tampoco podía encontrar empleo, comentó. Poco después de cruzar el Río Grande, en el pueblo de Hidalgo en Texas, fueron capturadas por la Patrulla Fronteriza.

Reina, de 40 años, fue llevada al tribunal penal federal en la cercana McAllen, a las 3 a.m., y acusada de cruzar la frontera sin autorización.

Cuando regresó al centro de procesamiento de la Patrulla Fronteriza, las autoridades le dijeron que se habían llevado a Diana. No le informaron dónde, ni dejaron que llamara a su hija, relató ella, quien fue trasladada al centro de detención T. Don Hutto, a más de 300 millas al norte cerca de Austin.

Allí conoció al personal de Grassroots Leadership, una organización sin fines de lucro con sede en Austin, que la ayudó a solicitar asilo con base en su temor de regresar a El Salvador.

La mujer fue liberada el lunes 9 de julio, después de que un juez de inmigración dictaminó para ella una fianza de $1,500, que la organización sin fines de lucro pagó. Al día siguiente, el personal la llevó a Brownsville con la esperanza de que vea a Diana, quien -según se había enterado- estaba detenida allí en el refugio federal Nueva Esperanza.

A ambas se les permitió una visita de unas horas.

Diana, la menor de sus hijos, parecía estar bien físicamente, comentó Reina. Ella siempre fue una niña fuerte y atlética, aunque su madre notó que la separación la estaba desgastando psicológicamente.

Reina completó una gran cantidad de formularios necesarios para reclamar a su hija de la custodia del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), y debió presentar su identificación, tomar sus huellas dactilares y mostrar pruebas de que tenía un lugar donde quedarse -con un amigo en Maryland-.

Pero eso no fue suficiente para recuperar a su hija el martes. El personal de Grassrots Leadership la invitó a esperar en un motel. Los trabajadores sociales en el refugio le advirtieron que el proceso podría demorar días.

Sin embargo, a la mañana siguiente supieron que Diana sería liberada pronto y corrieron al refugio a las 10:30 a.m., junto con un miembro de la oficina del representante local demócrata de Estados Unidos Filemon Vela, quien se ha pronunciado en contra de las separaciones familiares.

Allí, esperaron bajo un calor de 95 grados mientras pasaban las horas, y los funcionarios de Seguridad Nacional conferenciaban con sus contrapartes del HHS. En el interior, Diana también esperaba, con su bolso listo.

Los trabajadores iban y venían mientras los turnos cambiaban. Llegaron furgonetas blancas llenas de niños. Ningún otro padre apareció para reclamarlos.

A las 6:20 p.m., Diana salió del refugio vestida con pantalones vaqueros, una camiseta azul y brazaletes brillantes, subió al vehículo de Grassroots Leadership y se abalanzó hacia los brazos de su madre. Ambas lloraron cuando la chica aplastó su cara contra el brazo Reina, cerca de un tatuaje que lee “Bendecida”.

“Es realmente difícil para los padres, porque vinimos a este país para darle un mejor futuro a nuestros hijos”, expuso Reina, quien calificó las separaciones como “una gran injusticia no solo para nosotros, los adultos, sino también para los pequeños”.

Los defensores que la acompañaban cuestionaron cómo el gobierno puede esperar que los inmigrantes se manejen por el proceso de reunificación, sin ayuda. “Ella tuvo mucho apoyo, y se trata solo de un menor [a recuperar]”, expresó Claudia Muñoz, directora de programas de inmigración de Grassroots Leadership. “Todavía hay más de 2,000 en custodia”.

Reina y su hija planeaban partir al día siguiente para Maryland. Es posible que deba regresar para asistir a la corte de inmigración cerca de Austin, el 26 de julio, a menos que su caso sea transferido.

Los empleados de Grassroots Leadership permanecieron en Brownsville. Cinco madres más, a las cuales la organización sin fines de lucro les pagó la fianza, todavía intentaban recuperar a sus hijos, y se esperaban más casos en los próximos días.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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