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¿Es la masculinidad realmente tóxica, o está injustamente bajo fuego?

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¿Hay una guerra contra los hombres y la masculinidad en EE.UU.?

La semana pasada, un nuevo anuncio de la compañía de afeitar Gillette, inspirado en la campaña #MeToo, fue rápidamente denunciado por supuestamente tratar a los varones de groseros y abusivos.

A principios de enero, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) fue atacada por sus nuevas pautas sobre la salud mental masculina, que según los críticos tenían prejuicios contra la masculinidad.

Ambas controversias, todavía en apogeo, han enfrentado a los “alertas” progresistas contra los defensores de la virilidad tradicional. Pero cada lado está sumido en sus propios estereotipos, mientras se pierden de vista las realidades complejas.

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Tomemos por ejemplo el ahora infame anuncio de Gillette, “We Believe”, que ofrece un desfile de hombres y niños que se comportan mal, mientras una voz en off habla de acoso, hostigamiento sexual y “masculinidad tóxica”. Un coro de papás interviene con “Los muchachos son muchachos”. Luego, después de un montaje de noticias del #MeToo y un llamado al cambio, el anuncio cambia a los “buenos” hombres, representados cuidando de sus hijos, poniendo un alto en peleas, y enfrentándose a matones y patanes.

Los defensores de la publicidad argumentan que el mensaje es inspirador, no insultante. Como dice el lema, se trata de “lo mejor que los hombres pueden ser”.

Algunas de las respuestas enojadas por el anuncio fueron exageradas y, sin embargo, los detractores tienen razón. Pensemos en la forma en que el anuncio exhorta a los hombres a comenzar a hacer y decir “lo correcto”, y luego la frase: “Algunos ya lo son. Pero algo no es suficiente”. Ello sugiere que los hombres decentes son una minoría, mientras que los rudos son la norma. Además, algunos de los comportamientos “tóxicos” que se muestran son bastante inocuos, como varones adolescentes comiéndose con sus ojos a bellezas en bikini por televisión (¿deberíamos culpar a las chicas que se babean por los guapos músicos de pop?). El anuncio también difumina la línea entre pelear y jugar pesado, condenando implícitamente los estilos de juego físicos más comunes entre los varones.

Las pautas de la APA son un tema más complicado. Algunas de las críticas apuntan a las cuestiones que el texto no menciona; como la “masculinidad tóxica”, una frase que nunca aparece en el documento.

Las directrices también fueron atacadas por afirmar que “la masculinidad tradicional —marcada por el estoicismo, la competitividad, el dominio y la agresión— es, en general, perjudicial”. Sin embargo, el postulado no proviene de las directrices en sí, sino de un ensayo sobre ellas, en la página web de la asociación.

Las pautas reales, recomendaciones no vinculantes para los profesionales clínicos, son heterogéneas. Reconocen los problemas que afectan de manera desproporcionada a hombres y niños, desde el bajo rendimiento escolar hasta el suicidio, el abuso de sustancias y la violencia. Una sección discute ampliamente los beneficios de la participación del padre, incluidas las actividades que promueven una competencia saludable.

Si bien las pautas tienen una visión negativa de muchas normas masculinas, también hacen hincapié en ayudar a los pacientes a entender las expresiones de masculinidad “diversas y sanas”. Se insta a los terapeutas a ser sensibles a las actitudes y conductas típicamente masculinas (incluida la forma en que la depresión puede manifestarse en los hombres), pero también se les advierte que no asuman que todos los varones encajan en ese molde.

El texto incluso señala que los hombres pueden ser víctimas de abuso por parte de las mujeres, y que a los hombres maltratados se les puede negar ayuda debido a suposiciones estereotipadas.

Un problema es que, si bien hay contenido útil, a menudo se advierte el dogma de los estudios de género. Se habla mucho de la “ideología de masculinidad tradicional”, definida a veces de manera cuestionable (los tradicionalistas religiosos se sorprenderán de saber que la “masculinidad tradicional” incluye la promiscuidad sexual.)

Las diferencias de comportamiento entre los sexos se tratan como un producto total de la socialización, aunque la cuestión de la naturaleza frente a la educación está lejos de resolverse. Se aconseja a los psicólogos que trabajan con hombres y niños que aborden el “privilegio y poder” de los varones.

Esto es difícil de cuadrar con el consejo empático de otras secciones: intentemos explicarle el privilegio masculino a un hombre víctima de abuso conyugal a quien los policías tratan como un perpetrador, o a un padre divorciado que lucha por mantenerse a flote y seguir involucrado en la crianza de sus hijos.

Claramente, los aspirantes a reformadores de la masculinidad tienen sus anteojeras ideológicas. Pero muchos de los defensores de la virilidad también tienen limitaciones. Críticos conservadores, como el columnista David French, de National Review, argumentan que lo que la APA llama “ideología de masculinidad” es simplemente la naturaleza masculina.

Sin embargo, a pesar de algunas constantes (los varones son más agresivos físicamente que las mujeres en prácticamente todas las sociedades y en la mayoría de las especies de mamíferos), las normas para todo, desde la expresión emocional masculina hasta los niveles de agresión, varían enormemente entre culturas y subculturas, al igual que el comportamiento masculino real varía entre los individuos. Algunos hombres son tomadores de riesgo o triunfadores con gran impulso; muchos no lo son. Incluso si las tendencias promedio para varones y mujeres están vinculadas con la biología, eso no es razón para etiquetar el liderazgo como “masculino” o el cuidado como “femenino”.

Las normas de género han sufrido cambios drásticos en nuestro tiempo. El trabajo y los logros, así como la familia, son objetivos esenciales para ambos sexos ahora, y el matrimonio igualitario y la paternidad involucrada son ideales ampliamente compartidos.

Desafortunadamente, junto con los valores que enfatizan la igualdad, hemos visto el surgimiento de un feminismo polarizador que se centra en la conducta indebida de los hombres —incluidas las transgresiones triviales, como sentarse con las rodillas separadas— mientras se ignora la capacidad de las mujeres para comportarse de forma indebida.

En medio de la agitación cultural, hay una necesidad muy real de tener mensajes constructivos sobre la masculinidad, incluida la crítica de actitudes genuinamente “tóxicas”, que confunden la intimidación con la virilidad, o la búsqueda de ayuda con algo poco varonil.

Pero la palabra clave es “constructivos”. El bien intencionado anuncio de Gillette cae en culpar a los hombres, lo cual socava su punto positivo. Las directrices de la APA se atascan en los tabúes ideológicos que contradicen su propio lenguaje amigable con lo masculino. Si los reclamos tradicionalistas sobre la naturaleza masculina no captan la realidad de las vidas de muchos hombres, tampoco lo hacen los reclamos progresivos sobre el poder masculino. Más allá de los estereotipos, la simple verdad es que los hombres, al igual que las mujeres, son humanos.

Cathy Young es editora colaboradora de la revista Reason y autora de “Ceasefire: Why Women and Men Must Join Forces to Achieve True Equality” (Alto el fuego: por qué mujeres y hombres deben unir fuerzas para lograr la verdadera igualdad”).

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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