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Trabajadores de Poplar Bluff podrían ser víctimas de la guerra comercial de Trump, pero lo respaldan ‘pase lo que pase’

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Jimmie Coffer, un programador de máquinas en la planta de fabricación de clavos más grande del país, votó por Donald Trump, en parte porque confiaba en que generaría empleos de manufactura en Estados Unidos.

Así, este operario de 39 años, quedó conmocionado en junio, cuando 60 de sus compañeros de trabajo fueron despedidos después de que la administración Trump impusiera un arancel del 25% sobre el acero que su empresa importa desde México. Ahora, mientras sus patrones recortan horas y advierten que tendrán que dejar ir a otros 200 empleados en las próximas semanas, le preocupa que pueda perder su puesto como resultado de las políticas del presidente.

Pero Coffer todavía está entusiasmado con Trump. “Lo apoyo al 100%”, aseguró a finales junio. “De hecho, me gustaría estrechar su mano. Está haciendo un gran trabajo”.

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En todo Poplar Bluff, una ciudad de 17,000 habitantes ubicada en un remoto lugar del sudeste de Missouri, muchos residentes son reacios a criticar a Trump mientras lidian con la perspectiva de que su comunidad pueda ser una de las primeras víctimas de la guerra comercial.

“La mayoría de los trabajadores respaldan a Trump, pase lo que pase”, aseveró Diane Brogdon, de 54 años, operadora de maquinaria que se desempeñó para la empresa durante 12 años.

El actual presidente ganó el 79% de los votos aquí en el condado de Butler y, aunque muchos se sorprendieron al descubrir que los gravámenes perjudican a su ciudad, aún creen que el mandatario está en el camino correcto y respaldan firmemente su objetivo de devolver la vida a comunidades de manufactura dilapidadas, incluso si terminan perdiendo.

“Es un gran desastre”, expresó Brogdon, quien teme tener dificultades para quedarse con la gran casa de ladrillos que compró hace unos meses. “Él está viendo el panorama general, y lo entiendo. Pero tiene que detenerse y mirar las pequeñas ciudades que están por aquí, que realmente van a sufrir mucho”.

Para Mid Continent Steel and Wire, que maneja Mid Continent Nail Corp., la crisis comenzó el 1 de junio, cuando la administración Trump impuso aranceles a las importaciones de acero y aluminio de Canadá, México y la Unión Europea, como parte de su estrategia de impulsar a los fabricantes estadounidenses.

Fundada en 1987 por dos hermanos lugareños y adquirida en 2012 por una empresa mexicana, Mid Continent importa el 70% de su acero de ese país vecino. Cuando los gravámenes obligaron a la compañía a subir los precios un 19% para cubrir los costos más altos, los pedidos se desplomaron. En dos semanas, una de sus plantas de producción quedó inactiva y la empresa despidió a docenas de trabajadores contratados.

“Se podría pensar que mientras se construyan casas y se fabriquen palets, estaríamos seguros”, expuso Sean Hughey, de 51 años, un supervisor de taller de máquinas que trabajó para la empresa durante ocho años. “De repente, se detuvo por completo”.

Hughey sigue respaldando a Trump, incluso cuando le preocupa que, si la compañía se cierra, no podrá afrontar su hipoteca mensual de $800, ni tendrá los $700 por mes para los pagos de su camioneta Dodge, su sedán Chrysler y su Harley-Davidson Street Fighter. “Siento que tal vez la política de aranceles es un poco equivocada”, reflexionó. “Tal vez no lo pensaron bien”.

A finales de junio, los directivos de Mid Continent se esforzaron por elogiar a Trump y publicaron un anuncio de página completa en el periódico local, advirtiendo al presidente en una carta abierta que 500 empleos estaban en peligro; en ella, lo instaron a salvar la compañía.

“Más que cualquier presidente en nuestro tiempo, usted ha mostrado compasión por los trabajadores manufactureros de EE.UU.”, comienza la nota. “Está en su poder mantener nuestras plantas en funcionamiento y salvar nuestros empleos”.

Si bien la compañía solicitó exclusiones de los gravámenes, el Departamento de Comercio tiene un retraso de más de 20,000 solicitudes. Hasta el momento, ha emitido 42 exclusiones.

Mientras Mid Continent pide alivio, los funcionarios locales en Poplar Bluff han guardado un silencio llamativo sobre el destino de cientos de trabajadores de la línea de ensamblaje.

El alcalde, el administrador de la ciudad y los miembros del concejo municipal no respondieron a llamadas telefónicas o correos electrónicos sobre el posible cierre del segundo empleador más grande de la ciudad.

“No hay mucha gente hablando por aquí”, advirtió Steve Halter, presidente de la cámara de comercio local, negándose a comentar más.

Un flujo constante de trabajadores que pasaba por la gasolinera Munch-N-Pump, cerca de la planta de clavos, para recoger refrescos, cigarrillos y galletas de salchichas y queso, indicaron que los supervisores les habían pedido que no hablaran con los medios.

Sin embargo, existe el temor de que cientos de empleados puedan ser despedidos, un golpe potencialmente asombroso en una ciudad donde un cuarto de la población vive en la pobreza y el ingreso familiar promedio es de solo $31,675.

“Realmente va a golpear muy fuerte a la comunidad”, consideró RayAnna Krogstad, una empleada de supermercado de 28 años, mientras tomaba un refresco Mountain Dew. “Ya hay problemas laborales y mucha gente inunda el mercado... Algunos podrían estar sin hogar en octubre “.

Otros acusaron a la empresa de exagerar los riesgos para los trabajadores y la culparon de importar acero de México.

“¿Despidos en masa? No creo que vaya a suceder”, consideró Randy Wade, de 42 años, supervisor de una compañía de venta local, poniendo los ojos en blanco mientras llenaba un vaso con Coca-Cola en la fuente de soda. “Si van a hacer negocios en México, se lo merecen”, agregó. “Necesitan manejarse con los estadounidenses”.

Algunos se mostraron reacios a cuestionar públicamente las políticas de Trump, temerosos de que los acosaran en las redes sociales. Otros sospechaban que los medios de comunicación -y que su senadora demócrata de Estados Unidos, Claire McCaskill- hubieran llegado a la ciudad solo para ganar puntos a expensas del primer mandatario.

McCaskill, quien se enfrenta a una difícil contienda para la reelección este 2018, fue mordaz sobre el manejo de aranceles de la administración Trump cuando realizó una gira por la planta.

“Es caótico, y hay incompetencia involucrada”, le dijo McCaskill a los funcionarios de la compañía. “Están llevando a sus clientes a los brazos de China... Simplemente no tiene ningún sentido en absoluto”.

Algunas compañías en todo el país celebraron la imposición de aranceles: U.S. Steel anunció planes para reabrir dos altos hornos en Illinois, que agregarán aproximadamente 800 empleos, pero los expertos en comercio remarcan que, en general, las medidas probablemente generarán más pérdidas de empleos que ganancias.

The Tax Foundation, un grupo independiente de políticas impositivas sin fines de lucro, estima que se perderán unos 48,500 empleos como resultado de los gravámenes impuestos a las importaciones de acero, aluminio, lavadoras, paneles solares y $50 mil millones en productos chinos. Si Trump sigue adelante con aranceles adicionales y otras naciones toman represalias, predice que se podrían perder 342,000 empleos.

Ya otras empresas en Missouri están sintiendo los efectos dominantes de la desaceleración del Continente Medio. Una empresa local de envasado que produce cajas para la planta de clavos anunció el despido de cuatro empleados temporales.

Las teorías de la conspiración y los rumores también se han propagado. Algunos lugareños teorizan que los propietarios mexicanos de la compañía planearon durante mucho tiempo mudarse al sur de la frontera, y están utilizando los gravámenes como una excusa para marcharse (los ejecutivos no descartan trasladarse a México, donde podrían comprar acero y exportar los clavos terminados a Estados Unidos sin aranceles, pero insisten en su compromiso de permanecer en Poplar Bluff).

“Esto no tiene nada que ver con los aranceles, ni con Trump”, afirmó Mark Orton, propietario de Bluff Barber Shop, mientras untaba el rostro de un cliente con espuma de afeitar. “Es una cortina de humo”. Esta empresa mexicana solo intenta culpar a Trump”.

Su cliente, un obrero pelirrojo que no quiso dar su nombre, culpó a los políticos y a los periódicos por “castigar” a Trump. “No pueden decir nada bueno de él”, se quejó. “Si ingresara a un edificio en llamas para evacuar niños, dirían que está perjudicando a los bomberos”.

Al preguntársele si reconsideraría su apoyo a Trump al perder su trabajo en la planta de clavos, Brogdon respondió que probablemente no. En última instancia, los aranceles serán buenos para la nación, incluso si la dejara desempleada. “En general, ha trabajado bien”, reflexionó. “No voy a ser egoísta solo por mi situación”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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