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El resultado de la Cámara fue un referéndum sobre Trump, y el presidente perdió

Los partidarios de la candidata demócrata al Congreso Ilhan Omar, recientemente electa a la Cámara de Representantes de EE.UU. en la boleta demócrata, celebran después de su victoria primaria en el 5to Distrito Congresal en Minneapolis, Minnesota, el 6 de noviembre.

Los partidarios de la candidata demócrata al Congreso Ilhan Omar, recientemente electa a la Cámara de Representantes de EE.UU. en la boleta demócrata, celebran después de su victoria primaria en el 5to Distrito Congresal en Minneapolis, Minnesota, el 6 de noviembre.

(Kerem Yucel / AFP / Getty Images)
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Estaba claro mucho antes de que se emitieran los votos del 6 de onviembre, que las elecciones legislativas de este 2018 serían un referéndum sobre la presidencia disruptiva y, a menudo, vergonzosa de Donald Trump. El propio presidente admitió un día antes que “aunque no estoy en la boleta, de cierta manera lo estoy”. La prensa, señaló, considera que la elección es “un referéndum sobre mí”.

Eso fue, y los resultados en la Cámara de Representantes son un reproche drástico y merecido para el presidente. Aunque los votos todavía se siguen contando, incluso en California, parece que los demócratas recuperarán fácilmente el control de la Cámara en 2019.

Por supuesto, los republicanos agregarán algunos escaños a su estrecha mayoría en el Senado, por lo cual la “ola azul” no llegó a ese recinto. Pero el cambio en la Cámara de Representantes claramente constituye un repudio de las políticas imprudentes de Trump, su violación de las normas éticas y políticas, y sus repetidas falsedades. También es un inconfundible rechazo a la despreciable retórica del miedo y los prejuicios a la que ha recurrido en las últimas semanas para irritar a su base de seguidores, especialmente su afirmación de que la caravana de peligrosos solicitantes de asilo oriundos de América Central se dirigía al norte, hacia la frontera, para “invadir” Estados Unidos.

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El presidente diría casi cualquier cosa, verdadera o falsa, responsable o imprudente, para ganarse a los votantes. Y desalentadoramente, sus palabras parecieron animar a los votantes republicanos y elevar a los candidatos de ese partido en algunas carreras estatales. Pero los resultados del 6 de noviembre demuestran que los ciudadanos pueden ofrecer resistencia a un presidente no apto, movilizando votantes y apoyando a candidatos excepcionales.

Para su desprestigio eterno, los republicanos que controlaron la Cámara de Representantes durante los dos primeros años del mandato de Trump nunca desafiaron seriamente al presidente, y pusieron sus propias carreras por encima de la importancia de responsabilizar a un presidente indisciplinado (y, en ocasiones, inestable).

En lugar de utilizar su autoridad de supervisión para examinar a la administración, los republicanos de la Cámara de Representantes intentaron desacreditar la investigación sobre posibles contactos entre la campaña de Trump y Rusia. En lugar de denunciar, los republicanos se mantuvieron al margen mientras Trump degradaba la democracia estadounidense y socavaba las instituciones que la apoyan.

Los demócratas han dejado claro que, cuando recuperen el control de la Cámara de Representantes, llevarán a cabo el tipo de supervisión activa que los republicanos se negaron a brindar.

El representante Adam B. Schiff, el demócrata de mayor rango en el Comité de Inteligencia, dijo que su partido “verificará la ambición de un presidente imperial y errático”. Sin embargo, al hacerlo, los demócratas deberán evitar copiar el partidismo, la grandiosidad o el obstruccionismo, por su propio bien.

Por ejemplo, deben ser cautelosos al avanzar hacia el juicio político del presidente. Es concebible que la investigación del fiscal especial Robert S. Mueller III pueda producir información que cambie ese cálculo; pero la prisa por emprender el procedimiento en ausencia de tales pruebas podría ser contraproducente a nivel político. Millones de estadounidenses no lo verían como legítimo ni justificado, y además, no recibirían un apoyo significativo en el Senado mientras ese cuerpo esté controlado por los republicanos.

Intentar volver a investigar las denuncias de conducta sexual inapropiada por parte del juez de la Corte Suprema Brett M. Kavanaugh, también podría ser un error político.

Eso aún deja mucho por analizar para los demócratas de la Cámara de Representantes, por ejemplo si los funcionarios de la administración han cometido violaciones de ética o no han cumplido fielmente la ley.

Los demócratas deben estar preparados para analizar no sólo la conducta de la administración y sus funcionarios, sino también las leyes que propone. Y deberían trabajar para derrotar las propuestas regresivas del gobierno, impulsando al tiempo una agenda legislativa propia y responsable, en la medida de lo posible.

Aunque podría parecer poco probable en el clima político actual, los demócratas también deberían estar abiertos a la posibilidad de que, ante una Cámara demócrata, Trump esté dispuesto a negociar entre las líneas partidarias temas como la reforma migratoria, los gastos en infraestructura o incluso la política de salud. Los demócratas hicieron del cuidado sanitario un tema clave de la campaña, por lo cual deberían luchar para preservar las protecciones para aquellos con enfermedades preexistentes, y a la vez trabajar para solucionar algunas de las deficiencias de la ley.

En el pasado, el presidente expresó interés en una cooperación fructífera con la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el líder demócrata del Senado, Charles E. Schumer.

En octubre, tuiteó: “Si los demócratas dejaran de ser obstruccionistas y se unieran, podríamos redactar y aceptar nuevas normas de inmigración en menos de una hora”. Y agregó: “¡Chuck y Nancy, llámenme!”

Tal vez sean promesas vacías, pero los demócratas deberían estar dispuestos a explorar la posibilidad, incluso cuando se oponen enérgicamente a las propuestas de la administración que son regresivas o malintencionadas.

El control democrático de la Cámara dificultará que Trump apruebe propuestas legislativas a las cuales los demócratas se oponen; esa es una buena noticia, sin duda. Pero es sólo un control limitado sobre el presidente.

Él puede, por ejemplo, recurrir a decretos y acciones unilaterales. Ya ha sugerido (erróneamente) que puede emitir una orden ejecutiva que acabe con la “ciudadanía por nacimiento” para los niños nacidos en Estados Unidos de padres que se encuentran en el país sin autorización. Y, por supuesto, los miembros del Congreso no tienen control sobre lo que dice el presidente o sobre sus tuits.

Aún así, los resultados eleccionarios del 6 de noviembre son un poderoso recordatorio de que una gran cantidad de estadounidenses están desencantados, y en algunos casos disgustados, por la forma en que Trump se comporta como presidente. Él debe tomar ese mensaje en serio.

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