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El archivo del dolor: después de cada tiroteo, los museos aprenden a conservar los monumentos improvisados

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Cynthia Sanford se sentó en una sala de almacenamiento del Museo del Condado de Clark y se inquietó por el correo electrónico que estaba a punto de enviarle a Jeff Schwartz, presidente de la Sociedad Histórica de Parkland, en Florida.

“No estoy segura de si debería abrumarlo con consejos”, expuso Sanford.

En silencio, comenzó a escribir: “Trata de alinearte con el departamento de obras públicas, o quien sea el dueño del terreno donde se encuentran los monumentos”. Hizo una pausa, y escribió algo más: “No se puede guardar todo. Las flores, los alimentos y otros materiales orgánicos no se pueden conservar. Los artículos de papel se vuelan, los ítems frágiles se rompen y los más grandes pueden ser un peligro para el público”.

Habían pasado aproximadamente cinco meses desde que Sanford había estado en el lugar de Schwartz. Las Vegas había sido entonces el epicentro de la tragedia cuando un hombre armado mató a 58 personas asistentes al festival de música country Route 91 Harvest. La gente comenzó a dejar velas, inscripciones, flores y cruces en el letrero que reza “Welcome to Fabulous Las Vegas” (Bienvenido a la fabulosa Las Vegas), en el extremo sur del Strip.

El Museo del Condado de Clark es pequeño y, a pesar de que Sanford tiene un título en antropología y un certificado en estudios de museos, la curaduría y el archivo de más de 15,000 artículos era algo desalentador. La mujer sabía que necesitaba ayuda; la obtuvo de un museo en Orlando, Florida, sitio donde ocurrió el tiroteo en el club nocturno Pulse.

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Desde Columbine High School, en 1999, la policía, las escuelas y los hospitales se han ofrecido mutuamente consejos y simpatía después de cada tiroteo de masas. Ahora hay que agregar los museos a la improbable combinación de esos grupos, obligados a forjar un plan sobre cómo lidiar con el aumento de las masacres.

Los museos han creado una red informal de apoyo. Cada sitio donde ocurre un tiroteo transmite las lecciones aprendidas sobre la preservación de los elementos que se dejan en los improvisados sitios conmemorativos. Charleston, en Carolina del Sur, ayudó a Orlando. Orlando acompañó a Las Vegas. Las Vegas ahora está asistiendo a Parkland.

El año pasado, la American Association for State and Local History organizó un panel titulado “Conmemorando la tragedia; sanar heridas: Mother Emanuel, AME Charleston, Carolina del Sur”. El grupo probablemente tendrá un panel similar en una convención en Kansas City, este año.

John Dichtl, presidente de la asociación, consideró que establecer protocolos a seguir es un “área emergente para los museos de historia”, que puede ayudarlos a “hacer un mejor trabajo para enfrentar los desafíos de la recolección de objetos en las tragedias de masas”.

Los museos son planificadores por naturaleza, se mueven lentamente y contemplan el peso de las muestras antes de montar una exhibición que ponga un momento en el contexto histórico. También mantienen la mayoría de sus artefactos almacenados bajo condiciones exigentes, para combatir el deterioro. Cuando los artículos son recibidos por una de estas instituciones, generalmente son unos pocos por vez.

Las balaceras de masas y los monumentos conmemorativos que surgen como consecuencia son exactamente lo opuesto. Se trata de miles de artículos, que están sujetos a la lluvia, el calor y, a veces, la nieve, y se acumulan rápidamente. El consumo, la catalogación y el archivo de todos ellos pueden llevar años.

Jenny Harkinson, curadora de colecciones en el Littleton Museum en Colorado, afirmó que después del tiroteo en Columbine High hubo más de 10,000 ítems en los alrededores de la escuela. Pasaron siete años para clasificar y archivar una gran variedad de artículos, incluidos animales de felpa, cintas de cassette y zapatos de deporte.

Mantenerlo todo presenta desafíos especiales: emoción versus pragmatismo. Normalmente se usan cajas especiales para almacenar artefactos, pero los museos están aprendiendo a comprar cajas más baratas en las primeras etapas de recolección de materiales. A veces, durante el proceso, Harkinson lloraba; el costo del trabajo era abrumador. Pese a todo, tuvo que prepararse para las decisiones difíciles sobre qué conservar y qué descartar.

“Hay mucha presión en los museos para que conserven tantos artículos tanto se pueda, lo cual en nuestra industria es para siempre. Pero las cosas ocupan espacio”, explicó. También hay controles de humedad y temperatura a considerar. “Todo eso cuesta a largo plazo”, aseveró.

Cuando ocurrió el tiroteo en el cine de Aurora, Colorado, en 2012, más de 5,000 objetos quedaron cerca del sitio donde 12 personas murieron durante una proyección de “The Dark Knight Rises”.

Jennifer Kronk, curadora de colecciones en el Museo de Historia de Aurora, afirmó que el personal apenas llegó a clasificar la mitad de los elementos que quedaron en dos sitios conmemorativos. Junto con su equipo, habló con el Museo Littleton sobre cómo preservar, almacenar y archivar los ítems.

“El solo hecho de escuchar que a ellos les tomó siete años ordenar la colección, y que ese plazo estaba bien, ayudó a aliviar la presión un poco”, expresó Kronk. “No es algo en lo que puedas invertir todo tu tiempo, porque es agotador a nivel emocional”.

Los museos han descubierto que los monumentos sirven como cápsulas del tiempo, que reflejan la época o la ubicación de un tiroteo y le dan a cada uno una huella sociológica distintiva.

Columbine ocurrió cuando los muñecos de felpa Beanie Babies eran populares, y cientos de ellos quedaron como muestras de compasión. En Aurora aparecieron artículos de Batman y cómics. Botas de vaquero, sombreros y -debido al matiz internacional de Las Vegas- banderas de Canadá, Nueva Zelanda y Japón quedaron en esa ciudad.

Los monumentos conmemorativos de Pulse tenían banderas LGBTQ con los colores del arco iris, artículos de Disney y velas votivas con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.

Virginia Tech, donde 32 personas murieron en 2007, se inundó con 90,000 ítems, muchos relacionados con la mascota de la escuela, Hokies.

Un lugar que tomó un rumbo diferente en este sentido fue Newtown, Connecticut, sitio del tiroteo de Sandy Hook Elementary School, que dejó un saldo de 26 fallecidos, incluyendo 20 niños de primer grado.

Kyle Lyddy, presidente de la Comisión Permanente del Monumento de Sandy Hook, dijo que el flujo y la cantidad de elementos eran tan abrumadores para la pequeña ciudad, que inicialmente les era difícil ver cómo podían seguir el ejemplo de Littleton y Aurora. Newtown no cuenta con un museo, y con 50,000 osos de felpa que llegaron de todas partes del mundo, honrar la expresión de dolor y solidaridad de la gente se topaba con la realidad de la falta de espacio físico.

“Somos una comunidad pequeña, y conducir por la calle y ver miles de osos de felpa, cruces y mensajes, te deja atónito”, aseguró Lyddy. “Inmediatamente después del año nuevo, tuvimos que reducirlo. Estaba todo empapado y no era atractivo. Pero en su momento, después de la tragedia, fue tan espontáneo y tan increíblemente poderoso… Eso es lo que uno desea conservar”.

Lyddy explicó que la ciudad terminó convirtiendo los recuerdos -incluidos los osos de felpa- en cenizas, que integrará al sitio conmemorativo permanente.

Pero la mayoría de los lugares han dejado que los museos manejen los ítems de los monumentos.

Orlando, que antes de Las Vegas tenía el recuento más alto de víctimas de tiroteos de masas, contó con más de 6,000 artículos en los sitios. Pamela Schwartz, curadora jefa del Centro de Historia Regional del Condado de Orange, habló con George McDaniel inmediatamente después de la masacre del club Pulse.

McDaniel había vivido el tiroteo en Charleston, donde nueve personas habían sido asesinadas en la iglesia Emanuel African Methodist Episcopal Church, un año antes, y dijo que la gente enviaba Biblias, mantas y “una gran cantidad de grullas de origami”. Siete días después del tiroteo, se reunió con otros historiadores para ver qué hacer con todo eso.

“Creo que, en el futuro, los antropólogos observarán los ítems que queden y verán fuertes coincidencias debido a nuestra condición humana”, consideró McDaniel. “Desafortunadamente, esa condición humana muestra que somos defectuosos, y vemos incidentes donde prevalece el odio. Pero la razón por la que esto es tan importante es porque también muestra cómo la gente quiere expresarse solo estando allí. Hay una necesidad humana profundamente arraigada de comunicarse en esos momentos de dolor, y es natural querer dejar algo para expresarlo. Queremos honrar eso”.

Sanford aún se encuentra en las primeras etapas del minucioso proceso de catalogación de artículos de Las Vegas. Sentada, junto a otras dos personas que fotografiaban, etiquetaban y limpiaban elementos en una mañana de enero, la mujer recogió un pequeño adorno que había sido dejado en la cruz para Michelle Vo, una de las 58 personas asesinadas. Era el artículo número 58.84; ella ingresó su descripción en la computadora portátil, y mientras escribía dijo en voz alta: “Estrella pintada de color dorado brillante, con las letras ‘MV’ en negro, en el centro. Condición: buena. Detalle: sucio”.

Cuidadosamente lo dejó sobre la mesa. El ítem fue fotografiado, etiquetado y colocado en una bolsa especial para su preservación. Sanford consiguió voluntarios que los asisten en el proceso, un consejo que tomó de Orlando y que después compartió con Jeff Schwartz, en Parkland.

Para Schwartz, la semana pasada fue abrumadora, y está agradecido por la red de apoyo de los museos que ya han pasado por hechos similares. La Parkland Historical Society aún no tiene su propio edificio. “Nos han encargado archivar todo lo que podamos; es tan morboso. Es parte de nuestra historia ahora”, consideró. “Sin embargo, también es una forma de demostrar que esto sucedió en el pasado, y de tratar de evitar que vuelva a suceder en el futuro”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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