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Denuncian que un refugio para menores migrantes no cuenta con el personal para aplicar la política de ‘cero tolerancia’

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Los compañeros de Antar Davidson tenían una petición específica que hacerle cuando llegaron tres niños migrantes brasileños al refugio contratado por el gobierno en Arizona: “Diles que no se pueden abrazar”.

Davidson, de 32 años, es de ascendencia brasileña y habla portugués. Dijo que los hermanos, de 16, 10 y 6 años, se angustiaron después de haber sido separados de sus padres en la frontera. Los niños estaban “acurrucados entre sí. Las lágrimas corrían por sus rostros”.

Las autoridades les habían dicho que sus padres estaban “perdidos”, lo que para ellos significaba que podrían estar muertos. Davidson les dijo que tenían que ser fuertes.

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“El joven de 16 años me miró y dijo: ‘¿Cómo?’”, dijo Davidson. Mientras miraba llorar al joven, pensó: “Esto no es correcto”.

Davidson renunció esta semana después de ser un empleado de cuidado de jóvenes en Estrella del Norte, un refugio ubicado en Tucson. Decidió hablar sobre sus experiencias con la esperanza de mejorar un sistema a menudo oculto del escrutinio público. Sus comentarios ofrecen un panorama diferente sobre el funcionamiento de un refugio para migrantes.

Davidson dijo que se desilusionó después de que la política de “tolerancia cero” de la administración Trump comenzó a enviar no solo a los niños que cruzaron la frontera sin ser acompañados por adultos, sino también a aquellos separados de sus padres.

El número de casos está afectando a un establecimiento que describió como carente de personal y equipo para tratar con niños que sufren un trauma psicológico, como el de los tres menores brasileños.

Durante su tiempo en el refugio, los niños trataban de huir, gritaban, arrojaban muebles e intentaban suicidarse, dijo Davidson. Algunos fueron monitoreados porque corrían riesgo, según los registros.

Una portavoz de Southwest Key, la organización sin fines de lucro con sede en Austin que opera el refugio, impugnó esas acusaciones el 13 de junio y dijo que cumple con los requisitos de licencia del estado, incluidos los índices de personal y capacitación.

“Nuestro personal tiene una gran experiencia en el tratamiento de esta población”, dijo la portavoz Cindy Casares. “Tenemos estándares de desarrollo profesional muy altos”.

Dijo que la cantidad de personal era particularmente importante. “No podemos operar si no tenemos el número de empleados legalmente requerido”, dijo.

En los últimos meses, agregó, la compañía pagó personal para trabajar horas extras y montó “una campaña de contratación muy agresiva”.

Según una declaración que dio a conocer el miércoles, “durante los últimos 20 años hemos contratado personal que tiene experiencia en cuidado infantil o trabajo social para apoyar las necesidades emocionales y de desarrollo de todos los niños que llegan a nuestras instalaciones”.

Según Kenneth Wolfe, vocero del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU, el gobierno contrata 100 refugios en 17 estados. Las instalaciones ahora albergan a 11,313 niños.

27 de esos refugios ubicados en Arizona, California y Texas, están a cargo de Southwest Key, que es uno de los mayores proveedores de refugios de migrantes a nivel nacional. En 2017 atendió a 24,877 niños. Los miembros del personal deben ser bilingües y recibir 80 horas de capacitación antes de poder trabajar con los menores.

Estos lugares tienen licencia estatal, incluida la instalación de casi 300 camas en Tucson, en un antiguo complejo de apartamentos. Esta semana había 287 jóvenes en el refugio, 70 de ellos de 13 años o menos.

Por ley, dentro de las 72 horas siguientes a su detención, la Patrulla Fronteriza debe enviar a los niños no acompañados a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados del Departamento de Salud y Servicios Humanos, conocida como ORR. Se supone que los niños deben ser ubicados con familiares u otros patrocinadores.

Algunos defensores de los inmigrantes dicen que bajo la administración de Trump, la ORR se ha convertido en un brazo de aplicación de la ley de inmigración. Este mes de junio, el senador Jeff Merkley (D-Oregón) cuestionó las condiciones en los refugios después de que fue rechazado cuando intentaba visitar las instalaciones de Casa Padre en Brownsville, Texas, también administradas por Southwest Key.

La compañía emitió un comunicado diciendo en ese momento, “con la aprobación de ORR, los albergues de Southwest Key han dado la bienvenida a políticos electos y otros funcionarios públicos y continuarán haciéndolo, porque estamos orgullosos del ambiente de cuidado que brindamos a estos niños. El reporte señaló que los empleados federales de la ORR visitan nuestros refugios varias veces a la semana”.

El Departamento de Salud y Servicios Humanos dijo que “no permitirán el acceso a nadie que llegue sin avisar a esas instalaciones exigiendo ver a los niños, incluso aquellos que dicen ser senadores de los Estados Unidos”.

El departamento llevó a cabo un recorrido con los medios de comunicación en Brownsville el miércoles y otro tendrá lugar este viernes 15 de junio, en El Cajón, California. No se permitirá a los visitantes hablar con personas dentro de ellas ni fotografiarlas. El presidente ejecutivo de Southwest Key envió un correo electrónico al personal el martes, notificándoles sobre los recorridos y ofreciendo garantías.

“Estamos muy entusiasmados con esta oportunidad de mostrarle al mundo el trabajo increíble que nuestros empleados están haciendo para cuidar a los niños a quienes servimos”, escribió Juan Sánchez, señalando que Southwest Key había contratado a 700 nuevos empleados que completarán pronto la capacitación. “Sé que han estado trabajando horas extras debido a la oleada de niños en nuestros refugios. Esperen un poco más. La ayuda llegará pronto”.

Davidson, quien terminó en el 2017 una licenciatura en Ciencias Políticas en la Universidad de Arizona, dijo que tenía muchas expectativas cuando empezó a trabajar en el refugio de Tucson en febrero.

Los niños recibieron presentaciones para que conocieran sus derechos, impartidas por un grupo local, los trabajadores revisaban sus casos semanalmente y según sus necesidades, los llevaban a ver doctores y dentistas.

Davidson enseñó clases de inglés y de vocacional, y comenzó una clase en capoeira, el arte marcial brasileño. Muchos de los jóvenes guatemaltecos que conoció eran indígenas de áreas rurales.

Bajo la política de tolerancia cero, los casos que se habían manejado administrativamente en un tribunal de inmigración ahora son procesados como delitos menores o graves en un tribunal federal. Los migrantes son acusados de cruzar la frontera de forma ilegal y separados de sus hijos, que son colocados en refugios.

Davidson vio niños cada vez más confundidos y molestos, la mayoría de América Latina. También había más niños menores de 13 años. Algunos apenas tenían 4 años.

“Lo que una vez fue una instalación transitoria con un personal que se esforzaba y trataba de resolver problemas, ahora se está convirtiendo en una instalación más permanente”, y más “parecida a una prisión”, dijo Davidson.

El 27 de mayo, tres jóvenes hondureños y un joven mexicano escalaron la valla que rodea el refugio y huyeron. Solo uno de los hondureños fue atrapado. Los fugas han sido un problema en el refugio durante años, y los funcionarios ya habían instalado puertas de seguridad y cámaras. Varios jóvenes han sido vigilados por riesgo de fuga”, según los registros.

Southwest Key confirmó el incidente en su declaración y dijo que informaron sobre los tres fugitivos a las fuerzas del orden público.
“La ley no nos permite restringir a nadie que intente escalar la cerca para irse. Podemos hablar con ellos e intentar que se queden, pero no podemos detenerlos”, dijo la declaración.

Cuando los hermanos brasileños llegaron el 29 de mayo, fueron llevados a un salón de clases, donde le dijeron a Davidson que permanecerían ahí porque no había otro lugar para que se quedaran, ya que no había suficiente personal para supervisar los dormitorios.

Southwest Key impugnó su relato, diciendo: “La traducción profesional ya estaba arreglada en esta situación. Tenemos administradores de casos que hablan portugués y usamos otros servicios. Ningún menor durmió en el aula. Eso es incorrecto y no está permitido por la ley “.
Pero cuando cinco jóvenes brasileños más, de entre 5 y 17 años, llegaron el 30 de mayo, estaba claro que “los niños no tenían idea de lo que estaba pasando”, dijo Davidson.

“No sabían dónde estaban sus padres. Los administradores de casos dijeron que pasaría una semana hasta que encontraran a sus progenitores y otra semana para poder hablar con ellos. Pude observar que estaban manejando con torpeza estos casos”, relató. “En ese punto, la tolerancia cero estaba en pleno apogeo y se podía ver la desesperación: niños corriendo por el pasillo, llamando a gritos a sus mamás”.

Davidson envió por correo electrónico una queja por escrito a un supervisor regional ese día.

“Quisiera ver que las instalaciones manejen esta situación humanitaria de forma adecuada en lugar de darle la espalda a la difícil situación de estos menores”, escribió. “Con las nuevas leyes y la afluencia de [jóvenes] cada vez más diversos y con más problemas, me preocupa que el personal y la administración aquí en Tucson vayan a batallar aún más”.

Davidson dijo que también contactó a su supervisora por teléfono, y que ella prometió tomar medidas, pero las condiciones no sólo no mejoraron, sino que empeoraron.

“La mayoría de los niños pueden contactar a sus familias en su país de origen, así como a la familia y/o patrocinador potencial en Estados Unidos en las siguientes 24 horas después de su llegada”, dijo Southwest Key. “Cualquier retraso se debe al hecho de que el niño necesita ayuda para obtener el número de teléfono”. Pero “el personal es realmente incapaz de controlar a estos niños”, dijo Davidson.

Los trabajadores han sospechado que algunos de los detenidos son adultos haciéndose pasar por niños, y explicó que algunos de ellos figuran en los registros como “posibles adultos”. Han descubierto hombres de 26 años haciéndose pasar por adolescentes. Pero la forma en que el personal maneja esas sospechas también puede causar problemas, agregó.

Recientemente, el personal interrogó a un migrante guatemalteco que dijo que tenía 13 años y que había venido a los Estados Unidos para reunirse con su padre. Davidson dijo que el chico estaba diciendo la verdad, pero una prueba de ADN demostró que el hombre que creía que era su padre no lo era. Después de que las autoridades le dijeron a esa persona la verdadera paternidad del niño, el hombre dijo que “no quería tener nada que ver con él”, dijo Davidson.

Después de que el niño supo la verdad, comenzó a rascarse e intentó suicidarse, agregó. Las autoridades contactaron al padre biológico del menor pero “tampoco lo quería”.

El niño ha estado en el refugio durante varios meses bajo estrecha observación.

Southwest Key dijo que, legalmente, no podía discutir casos específicos, pero agregó que “el personal está capacitado para trabajar con jóvenes separados de sus padres”. Proporcionamos atención compasiva y sabemos que eso es esencial para lo que hacemos”.

El jueves pasado, el CEO de Southwest Key se reunió con el personal en el refugio de Tucson, incluido Davidson. Dijo que la compañía planeaba reducir la proporción de personal de tres a uno empleados por niño.

Sánchez instó al personal a ayudar a los niños migrantes a través de un “programa de retribución”: una donación única de $ 240 o $ 10 de cada cheque de pago, dijo Davidson.

Southwest Key dijo que las donaciones eran para un programa de becas para jóvenes de refugios que “desean continuar su educación o tienen problemas extremos de salud o de vida”, y que Sánchez nunca prometió disminuir la proporción de personal.

“Estamos contratando personal adicional para cumplir con un aumento en todas nuestras instalaciones debido a la cantidad de niños que ORR nos está pidiendo que cuidemos”, dijo el comunicado.

Davidson se retiró pensando: “No van a conseguir suficientes trabajadores”. Obtuvo un nuevo trabajo y presentó su renuncia el martes.

El ahora ex trabajador no quiere que cierren el refugio, pero dijo que ese empleo ‘afectó su conciencia’. “Ya no puedo trabajar de buena fe en los programas Southwest Key”, escribió. “Me siento incómodo por la moralidad de algunas de las prácticas que ahí se llevan a cabo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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