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Condenan a Trump por sus abusos de poder los abogados conservadores

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Washington parece ir en camino hacia una crisis constitucional.

Los demócratas están acosando al presidente Trump con pedidos de testigos y documentos. Trump ha respondido con bloqueos, prometiendo luchar contra “todas las citaciones”.

Como advirtió la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el mandatario parece estar incitando a la Cámara -controlada por los demócratas- al juicio político, quizás porque es una batalla que él cree poder ganar.

Los políticos de ambos lados están preparando sus posiciones. ¿Hay alguien que pueda servir como árbitro honesto en este enfrentamiento partidista?

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Una respuesta -no se ría- serían los abogados. En concreto, los abogados republicanos.

Aún cuando los republicanos en el Congreso se alinearon para defender a Trump a cada paso, un sorprendente número de abogados conservadores rompieron filas, condenan al presidente por los abusos de poder y denuncian sus abiertas reclamaciones de privilegios ejecutivos.

La semana pasada, John Yoo, el ex funcionario del Departamento de Justicia que redactó un memo tristemente célebre para justificar la tortura de los detenidos bajo el mandato del presidente George W. Bush, advirtió que Trump había ido demasiado lejos al afirmar el poder presidencial desenfrenado.

“Eso es lo que hizo Nixon”, declaró Yoo a NPR. “Eso es lo que han hecho otros presidentes que fracasaron”.

En un intercambio por correo electrónico, Yoo indicó que respalda la comparación y agregó que las acciones de Trump son motivos suficientes para que la Cámara de Representantes considere una destitución. “El juicio político es la única solución al desafío por parte de Trump al orden constitucional”, escribió.

Yoo no está solo. George Conway, un destacado abogado conservador (y esposo disidente de una asesora del mandatario, Kellyanne Conway), declaró que Trump es “un cáncer en la presidencia”, haciéndose eco de la famosa advertencia de un abogado de la Casa Blanca, John Dean, a Nixon durante el Watergate. Conway instó al Congreso a destituirlo del cargo. “Los intentos presidenciales de abusar del poder al poner los intereses personales por encima de los de la nación seguramente pueden ser imputables”, escribió Conway en el Washington Post. El año pasado, el abogado cambió su registro de votantes de republicano a “no afiliado”, alegando que el partido republicano se había convertido en un “culto a la personalidad”.

Otros abogados se han contenido más, aunque sólo un poco. “La conducta del presidente demuestra un desprecio flagrante por el estado de derecho, un desprecio que está en conflicto directo con sus responsabilidades constitucionales”, escribieron el mes pasado 11 abogados conservadores, que instaron a la Cámara a continuar sus investigaciones, aunque no aprobaron el juicio político.

“Este presidente está socavando el principio básico de los controles y balances”, dijo uno de los 11, el ex procurador general Donald B. Ayer. “Es realmente un poco tiránico, va en contra del ser estadounidense. Es una de esas expansiones del poder gubernamental por la cual uno esperaría que los republicanos se preocuparan”.

Además, más de 800 ex fiscales federales, muchos de ellos republicanos, firmaron un documento donde declararon que el informe del fiscal especial Robert S. Mueller III, lejos de exonerar a Trump, muestra que merecía ser acusado de obstrucción de la justicia.

“Me parece importante, especialmente hoy, que los abogados hablen con coherencia sobre el estado de derecho y lo apliquen sin consideración partidista”, afirmó Paul Rosenzweig, ex asistente del abogado independiente, Kenneth Starr, en la investigación del presidente Clinton que llevó a su juicio político por la Cámara de Representantes, en 1998. El Senado no lo condenó, y Clinton finalmente pudo terminar su mandato.

La existencia de voces republicanas disidentes no debería ser digna de atención, pero lo es. No hay muchas instituciones en Washington que hayan resistido el descenso al tribalismo.

Como un claro ejemplo, el caucus republicano en el Senado -hogar de Lindsey Graham, de Carolina del Sur, quien alguna vez llamó a Trump “un completo idiota” y “un fanático racista”, y de Ted Cruz, de Texas, quien lo consideró un “mentiroso patológico”- es ahora, en la mayoría de los días laborables, un coro de Trumpolatría.

¿Por qué hay tantos abogados republicanos en contra de la corriente dominante de su partido? tal vez sólo están tomando sus cánones profesionales en serio.

“Ustedes son los guardianes del imperio de la ley”, aseveró Rod Rosenstein, ex fiscal general adjunto de Trump, en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Abogados, el año pasado. “Los abogados honorables defienden el estado de derecho, incluso cuando es difícil, para que esté allí cuando lo necesitemos”.

En un nivel más visceral, algunos se sienten ofendidos por el desdén de Trump hacia los abogados. Después de todo, dos que lo defendieron, Roy Cohn y Michael Cohen, terminaron inhabilitados para ejercer.

“Hay un punto en el informe de Mueller donde Trump se queja de que [el entonces abogado de la Casa Blanca] Don McGahn siempre prestaba atención a todo, y McGahn explica que los verdaderos abogados hacen eso”, indicó Ayer. “Si quieres ser un autócrata, no te agrada que las personas que se preocupan por la legalidad miren por encima de tu hombro. A esos individuos no les gustan los abogados”.

También saben que esta crisis constitucional, como la mayoría, probablemente terminará en los tribunales.

En su reciente libro “How democracies Die” (cómo mueren las democracias), dos politólogos de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, señalan que una forma en que los regímenes autocráticos suben al poder es socavando los medios de comunicación, la profesión jurídica y el poder judicial. Todos son potenciales controles independientes sobre el gobierno. “La democracia ya no termina con una explosión, sino con un gemido: el debilitamiento lento y constante de las instituciones críticas”, escribieron.

Trump, a menudo ha descrito a los tribunales en términos partidistas. Ha criticado a los jueces designados por presidentes demócratas por su parcialidad en su contra, al tiempo que elogia al Tribunal Supremo como un refugio dirigido por los republicanos. “Si los demócratas partidistas alguna vez trataran de iniciar un juicio político, lo primero que haría es dirigirme a la Corte Suprema de Estados Unidos”, tuiteó recientemente.

El presidente parece pensar que los abogados del gobierno tienen el deber de defender todos sus caprichos, y que los jueces republicanos deben decidir los casos a su favor.

Estos abogados del partido republicano les están recordando a sus colegas, tanto a los jueces como a los abogados, que su verdadero deber está en otra parte.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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