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Cómo los vegetarianos y otras tribus alimenticias arruinaron mi tradicional ‘barbecue’

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La ‘Barbacoa o el ‘Barbecue’ de Viernes por la noche’, o #FNBBQ (siglas en inglés) -porque todo en Los Ángeles necesita un hashtag-, comenzó como un asunto sencillo. Se adaptaba a mi preferencia por el entretenimiento tranquilo, donde uno limpia con agua el mobiliario plástico antes del evento, y los platos de melamina después. El eslogan -porque en L.A. hasta las barbacoas necesitan uno- era: ‘El fin de semana es más largo si lo empiezas el viernes’.

La filosofía subyacente en FNBBQ era una invitación abierta y sin esfuerzo. Cualquiera que conociera a mi esposa y a mí sabía que los viernes estaríamos en el patio, con el asador encendido. Sólo debía pasar por casa y traer algo como acompañamiento. Los seres humanos nos hemos reunido en torno al fuego para asar carne desde que comenzamos a afilar lanzas para cazar animales. Es la esencia de lo comunitario: si enciendes el asador, ellos vendrán.

Pero creo que fui algo inocente. En 2011, cuando comenzó esta tradición, no había apreciado completamente la proliferación de las tribus de diferentes alimentos, muchas de las cuales hubieran muerto de hambre en los días de la caza con lanzas.

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Lo más sencillo de cocinar al aire libre -hamburguesas y perros calientes- estuvieron fuera de nuestra mesa desde el comienzo. Algunos años antes de conocernos, mi esposa había dejado de comer carne vacuna. Yo abandoné hace mucho tiempo los intentos de explicar sus posturas sociales, políticas o alimentarias a los otros, pero creo que tiene algo que ver con el acuífero de Ogallala. Pese a ello, teníamos muchas opciones.

Nuestros vecinos de al lado, como es lógico, se convirtieron en asistentes habituales de nuestras FNBBQ. Coanfitriones, en verdad. Pero uno de ellos tenía opciones de carne más estrictas: no comía mamíferos. Así que, ese primer verano, asamos toda una variedad de pollos y salchichas de pavo, y las completamos con ensaladas y repollos.

Luego, el círculo se amplió para incluir a la primera semivegetariana. Las grietas comenzaron a hacerse notar. Soy un omnívoro criado en el Medio Oeste, donde las barbacoas exigen, por derecho, ‘trae tu propio tofu’ si lo necesitas. Mi suposición de que esto ocurriría también en California fue reforzada por el comportamiento autosuficiente de los no bebedores de alcohol, quienes siempre llegan con sus refrescos o con té helado.

En lo que consideré como un gesto propicio, agregué salmón al asador, pero la semivegetariana no comía pescado, ni nada parecido, ni nada de nada. Mi esposa me miró como diciendo: “¿Qué es lo que te ocurre?”, y luego agregó en voz alta: “¿No hay nada aquí para que ella coma?”. Aparentemente, mi pensamiento de que los vegetarianos pueden saciarse con pan y queso no era demasiado hospitalaria.

Poco después de mi paso en falso, la vecina ‘no-mamíferos’ desarrolló una misteriosa dolencia estomacal que requería evitar los vegetales fibrosos y difíciles de digerir, como la lechuga, la col rizada, espinacas y prácticamente cualquier otra cosa que se usa como base para una ensalada. Tampoco podía comer maíz en la mazorca.

Pobre mujer. Ella comía muy poco mientras nosotros presionábamos con nuestras FNBBQ en su tercer verano. Su esposo comenzó a contribuir con ensaladas de cebada o trigo bulgur. Casi para el mismo momento, el libro “Grain Brain” ( Cerebro de granos ) se convirtió en un best-seller, culpando a los cereales integrales de casi todo, desde el Trastorno por Déficit de Atención hasta la demencia. El vecino se llevó a casa un montón de sobras.

Mi esposa y yo también tuvimos abundantes sobras. Además de los cereales, un temor general por el gluten y los azúcares se había apoderado de muchos, y en ciertas noches nadie tocaba siquiera el pan rústico de La Brea Bakery, que yo mismo tostaba en el asador, por no hablar de los postres.

Mi barbacoa comunitaria estaba ahora totalmente poblada por personas que no querían o no podían comer la misma comida.

Entonces le dimos un descanso a FNBBQ.

Al comenzar este verano, consideré revivir el asunto. Echo de menos estar de pie junto con amigos, la bonhomía de beber vino rosado bajo las luces colgadas del árbol. Quiero profundamente tener el tipo de hogar donde la gente pueda pasar y sentirse bienvenida, sin importar a qué tribu alimenticia pertenecen.

Y luego pensé en mi cuñado. Él llevó una dieta paleolítica por años, pero ahora ha adoptado una alimentación cetogénica (puede buscar más información en Google). Todo lo que sé es que ahora, para él los vegetales son carbohidratos. Sé que tiene sus propias razones -algo de azúcar en la sangre y mejorar su función cerebral-, pero la conclusión es que prefiere tomar caldo de hueso.

Puedo volver a intentar con las barbacoas. Pero nunca más volverá a ser una cuestión sencilla.

Si desea leer esta nota en inglés haga clic aquí.

Robin Rauzi es un escritor independiente, residente en Los Ángeles.

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