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Trump es ‘un narcisista de primera clase’, pero no está mentalmente enfermo, según un renombrado psiquiatra

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Vi la conferencia de prensa del presidente Trump el otro día y pensé: Está un poco loco. No loco del todo, sino raro.

Es egocéntrico, descarado para repetir falsedades, y es grosero. No escucha las preguntas antes de lanzar diatribas equivocadas. Pensó que un reportero de un periódico judío lo había acusado de antisemitismo cuando el pobre hombre hizo todo lo posible por remarcar lo contrario.

Entonces, quizás tenga una discapacidad auditiva, también.

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Como sea, el estado mental de nuestro comandante en jefe fue recientemente objeto de un feroz debate público.

El representante nacional demócrata Ted Lieu propone un proyecto de ley que requiere que la Casa Blanca tenga un psiquiatra entre su personal. Una petición de change.org que acusa a Trump de ser enfermo mental y pide su despido del cargo obtuvo 25,000 firmas de profesionales de la salud.

New Republic publicó un artículo esta semana donde especula que Trump pueda tener una enfermedad de transmisión sexual no tratada, que lo ha llevado a una condición llamada “neurosífilis”, caracterizada por la “irritabilidad, pérdida de la capacidad de concentración, pensamiento delirante y grandiosidad”.

El martes, el New York Times publicó una carta firmada por 35 psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales, donde se acusa al presidente de poseer una “grave inestabilidad emocional” que lo hace “incapaz de funcionar con seguridad como presidente”. Aunque se considera una violación de ética evaluar o diagnosticar a figuras públicas, escribieron, “tememos que haya demasiado en juego para permanecer en silencio por más tiempo”.

Esto fue demasiado para Allen Frances, un renombrado psiquiatra, quien redactó su propia carta en respuesta al New York Times. “La mayoría de los diagnosticadores aficionados han interpretado erróneamente al presidente Trump como poseedor del trastorno narcisista de la personalidad”, escribió Frances.

“Yo escribí los criterios que describen ese trastorno, y el Sr. Trump no los cumple. Puede ser un narcisista de primera clase, pero eso no lo convierte en enfermo mental porque no sufre el estrés y el deterioro necesarios para diagnosticar el trastorno” (Trump no está loco; vuelve locos a los demás).

“Sí puede, y debe, ser denunciado debidamente por su ignorancia, incompetencia, impulsividad y búsqueda de poderes dictatoriales”, continuó Frances. Pero resaltó: “El antídoto contra una edad oscura de Trump es político, no psicológico”.

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El jueves pasado, Frances me recibió en la puerta del condominio que comparte con su esposa, la psiquiatra Donna Manning, y me condujo a su sala con vista al mar, decorada con colores claros y ventanas de piso a techo.

Las palmeras se balanceaban con la brisa de un día absolutamente espectacular. El horizonte de San Diego se veía a la distancia. Frances, de 74 años, está bronceado y en forma. Descalzo, con pantalones cortos caqui y un jersey color azul, el especialista lucía listo para navegar por la bahía.

En lugar de ello, nos sentamos en su mesa de comedor de cristal y dialogamos acerca de por qué es tanto un insulto a las personas con enfermedad mental como un peligro político especular acerca de la salud psiquiátrica de Trump. “La mayoría de las personas con enfermedades mentales son agradables, muy educadas, decentes, desinteresadas; son buena gente”, afirmó Frances. “Trump no es nada de eso. Cuando uno identifica a alguien malo con las personas con enfermedades mentales, eso estigmatiza a la población enferma. Es menos un insulto para él que para ellos”.

Frances es expresidente del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Duke. También presidió el grupo de trabajo que escribió la cuarta edición del “Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales”, o D.S.M-IV, por sus siglas en inglés.

“Cuando escribí los criterios para el narcisismo, no estábamos pensando en su posible uso en una lucha política en el barro”, afirmó. “La idea de convertirlos en un vehículo para expresar desaprobación o para quitar legitimidad a un presidente no se nos había ocurrido hace 40 años. De haber sido así, hubiera sugerido no mencionarlos”.

Poco después de que Trump anunciara su candidatura, Frances fue abordado por la productora de un programa de noticias por TV nacional, quien le pidió salir al aire para analizar las motivaciones del candidato. “Quería que diera un diagnóstico”, contó Frances. El experto se negó, en parte porque no era ético y porque tampoco había visto evidencia de un desorden mental. “Le dije: ‘Iré a su programa si puedo llamarlo un clásico idiota’. Ella respondió: ‘Eso no es relevante. Todo el mundo sabe eso’”.

Personalmente, no tengo problema con los profesionales de la salud mental que hacen juicios sobre un presidente cuyo comportamiento parece errático y que también tiene el poder de hacer explotar el planeta. Desde luego, no podemos olvidarnos de la franja de estadounidenses que están encantados con la imprevisibilidad de Trump y su seguimiento -constitucional o no- de las promesas de mantener a los ‘bad hombres’ fuera del país. Eventualmente entrarán en razones, pero quizás todos hablemos en ruso para entonces.

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Frances no es un partidario típico. Es un demócrata, pero apenas recientemente registrado para votar. “Mi esposa me incitó a ello”, confiesa.

El especialista creció en Nueva York, en una casa donde su familia votaba “por la persona que no estaba en el cargo, con el argumento de que le tomaría tiempo al nuevo candidato meterse en tramas oscuras y de corrupción”.

Hasta hace poco, afirma, “No me hubiera sentido unido a ningún partido, porque mi principio político más alto es la justicia. Los republicanos hacen todo lo posible por saltearla. Por otro lado, no tengo un amor personal por el partido demócrata, pero es la última salvación contra la Edad Oscura”.

Frances cuenta que ha recibido muchos correos electrónicos y tuits de personas que hacen las mismas preguntas sobre Trump: “¿Él sabe que está mintiendo? ¿Lo hace conscientemente, o se cree lo que dice?”. Para el psiquiatra, nada de todo eso importa. “Es irrelevante”, asegura. “No importa lo que pasa por su cabeza; el objetivo es domesticarlo. Y no lo haremos analizando sus motivaciones. Lo que la gente debe hacer es reducir su poder; en 2018, lo cual podría ser una lucha difícil, o en 2020”.

Mientras hablábamos, Manning escribía en una computadora portátil. La pareja colabora en un libro para Harper Collins, tentativamente llamado “Trump no está loco. Nosotros lo estamos”.

Frances y yo reímos ante el título. “Sí, es cierto”, dice, “porque permitimos que esto suceda”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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