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Trump habla de construir un muro; aquí les mostramos cómo es vivir con uno

Agentes de la patrulla fronteriza observan a algunas familias que se reunieron brevemente cuando la Puerta de la Esperanza se abrió por algunos minutos en la frontera entre Tijuana y San Diego.

Agentes de la patrulla fronteriza observan a algunas familias que se reunieron brevemente cuando la Puerta de la Esperanza se abrió por algunos minutos en la frontera entre Tijuana y San Diego.

(Peggy Peattie / San Diego Union-Tribune)
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El sábado Perla Martínez tuvo tres minutos de gran felicidad, que fueron apenas una pausa en su larga y dolorosa separación.

“Me siento muy emocionada”, dijo Martínez, quien vive en Denver, mientras espera del lado americano de la valla que separa a Tijuana de San Diego.

De las 12:20 a las 12:23 de la tarde, tuvo la oportunidad de abrazar a sus papas, María Granadoz y Salvador Martínez, luego de que agentes fronterizos abrieron la puerta que los separaba.

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En ese momento tuvo la oportunidad de presentarles a su nieta de 3 años y medio.

“Han pasado 16 años desde que nos reunimos todos por última vez”, dijo Martínez. “Es la primera vez que mis papás ven a Samantha”.

El muro fronterizo ha estado en los titulares de las noticias, luego de que los tres precandidatos republicanos a la presidencia, Donald J. Trump, Ted Cruz y el gobernador de Ohio, John Kasich han propuesto expandir el muro ya existente entre los dos países. Trump ha dicho incluso que va a construir un “hermoso” muro que separe la frontera de 1952 millas de longitud sin costo para los contribuyentes norteamericanos.

“Le voy a decir a México que esto no puede continuar y que ellos van a pagar por el muro, y lo van a tener que hacer”, dijo Trump el verano pasado.

Entre Baja California y California hay ya un muro que los divide. Y desde 1989, Estados Unidos ha construido más de 650 millas de valla fronteriza.

Una vez al año, la patrulla fronteriza de Estados Unidos abre la puerta de emergencia en una sección de la valla. Y a las familias previamente seleccionadas –este sábado fueron cinco- se les permite reunirse. Los padres pueden abrazar a sus hijos. Las hermanas se abrazan unas a otras y los abuelos susurran palabras en el oído de sus nietos.

“Algunos creen en construir muros”, dijo Enrique Morones, director ejecutivo y director fundador de Ángeles de la Frontera, la organización sin fines de lucro que organiza este evento anual. “Nosotros creemos en las puertas abiertas”.

Esta puerta, sin embargo, solo se abrió 21 minutos. A las 12:31 p.m. fue cerrada de nuevo.

Las emotivas escenas se desarrollaron en un lugar con una hermosa vista al mar, en el extremo occidental de la frontera de 137 millas de longitud entre California y México.

En un mapa, este límite es una sola línea continua, que inicia, en el este, en el río Colorado, y termina en el extremo noroeste, en el Océano Pacífico.

Aunque en el papel la línea parece una línea recta, en la realidad la valla semeja la cola de un dragón, que ondula a través de las montañas y los cañones, para hundirse en las heladas aguas del Pacífico.

La valla es como la vida a lo largo de la frontera misma: todo menos ordenada o recta.

La imagen de la valla depende de qué lado la estés viendo.

En la comunidad de Boulevard, al este del Condado de San Diego, Donna Tisdale señala que carretadas de inmigrantes y traficantes de droga - hasta 100 a la vez - alguna vez corrieron por sus terrenos. Eso ya no ocurre.

“Todavía tenemos gente que cruza a través de nuestro rancho”, dijo, “pero son grupos mucho más pequeños”.

En su nativa Tecate, Sergio Martínez recuerda el día en que vio la instalación de equipos de construcción puestos en Tecate Peak.

“Lo sentí como una invasión”, dijo.

Esta es tierra de contradicciones – Montañas, valles, cañones, extensas áreas metropolitanas, reservas naturales y vertederos de basura, hermosas construcciones a lado de chozas de madera y cartón.

“Creo que la gente tiene una visión algo miope de lo que realmente está pasando y lo que en realidad se necesita hacer para ayudar a los residentes fronterizos”, dijo Tisdale.

“La naturaleza humana es el factor principal en esta región. La gente huye de la opresión y la pobreza y trata de conseguir una vida mejor para su familia. Hasta que esas dinámicas cambian, el tema de la inmigración va a continuar”.

No hay barreras

Durante décadas, la frontera EE.UU.-México se caracterizó por 52 obeliscos colocados en el siglo 19 por los comisarios de ambas naciones. Los cruces de norte a sur y viceversa, eran comunes y sin obstáculos.

En 1911, un grupo revolucionario dirigida por Ricardo y Enrique Flores Magón capturó Mexicali, y luego se dirigió al oeste rumbo a Tijuana. El 9 de mayo, con pancartas que proclamaban “Tierra y Libertad”, los rebeldes derrotaron al ejército mexicano y tomaron el control de la ciudad.

Al informar sobre los magonistas, el periódico San Diego Union-Tribune pronosticaba una batalla, por lo que cientos de residentes del sur de San Diego se acercaron a la frontera para ver el espectáculo.

“Los caminos eran malos entonces, pero la gente podía tomar un tren o un carretón y ver la batalla”, dijo Lawrence Taylor, profesor de historia en el Colegio de la Frontera Norte, en Tijuana. “Desde las colinas de Otay, se tenía una vista completa del valle del río Tijuana y de la ciudad”.

A pesar de las primeras victorias, la revuelta fue rápidamente aplastada. En la década de 1920, sin embargo, la prohibición llevó a Washington a reforzar los controles fronterizos.

“Uno empieza a ver más militares, y el reforzamiento de las leyes fronterizas a partir de los años 1920 y 1930”, dijo Matthew Schiff, director del Centro de Historia de San Diego.

Una foto de este período, que se muestra en la exposición de la frontera en el centro de la ciudad, se observa a un solo estadounidense uniformado a la espera de tráfico hacia el norte. Esta figura solitaria pronto tendría refuerzos. La pequeña estación creció, al igual que el tráfico.

Hacia 1954, los conductores que intentaban entrar a los EE.UU. desde Tijuana, fueron objeto de largas esperas para pasar por los controles de seguridad.

Fuera de las carreteras principales, sin embargo, no había barreras. Cuando Sergio Martínez creció en Tecate, la línea estaba marcada apenas por un cable de acero.

“Solíamos ir hasta allí jugar al futbol”, dice mientras apunta hacia un campo abierto a través de la valla fronteriza.

La frontera abierta también era ideal para los traficantes de migrantes, las drogas y otros tipos de contrabando. En 1986, las aprehensiones de la Patrulla Fronteriza alcanzaron un máximo de 629,656 personas, 1.5 veces la población de Oakland.

Cuando las autoridades trataron de detener esta marea humana en San Diego, los migrantes se trasladaron al este en un terreno más agreste y menos vigilado.

En 1989, comenzó la construcción de 46 millas de cerca fronteriza en el Condado de San Diego. Esta valla primaria es más de 10 pies de altura y hecha de plataformas militares de aterrizaje. En 1996, se construyó otra barrera, esta vez de unos 15 pies de altura, y se añadieron 13 millas más. Una tercera capa de la valla fue agregada en áreas de mucho tráfico de actividades ilegales, como el oeste de Tijuana.

El año pasado, la Patrulla Fronteriza capturó a 26.290 personas - una disminución del 96% con relación a hace 30 años.

Tisdale ha observado disminución del número de extranjeros que cruzan por su terreno. Pero en lugar de construir más muros, ella piensa que una solución más eficaz a los problemas de inmigración del país sería negar beneficios a las personas que no pueden probar su residencia legal.

“Si se construye un muro de 10 pies”, dijo, “la gente se va a construir una escalera de 12 pies.”

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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