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Luchan por conservar su jardín comunitario en Boyle Heights

Irene Peña, directora ejecutiva de Proyecto Jardín, y Monica Okita, del sur de Pasadena, retiran la maleza alrededor de un árbol frutal en el jardín comunitario de Boyle Heights.

Irene Peña, directora ejecutiva de Proyecto Jardín, y Monica Okita, del sur de Pasadena, retiran la maleza alrededor de un árbol frutal en el jardín comunitario de Boyle Heights.

(Katie Falkenberg / Los Angeles Times)
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Como cada sábado, Consuelo Velasco Montoya y su hijo de 5 años de edad, Mountain, bajan una acera de Boyle Heights hasta llegar a una pared de azulejos donde se lee un mensaje de bienvenida al Proyecto Jardín: “Este es un jardín para todos”.

Ambos se toman de la mano mientras pasan junto a la colmena que pintaron juntos y a los árboles de granadas que plantaron con el padre de Consuelo, y llegan hasta una parcela de tierra donde estaba prevista la plantación de un árbol de mango, algo que ahora podría no ocurrir. Es que el futuro de este espacio es incierto luego de que Proyecto Jardín y el propietario de la tierra, White Memorial Medical Center, no lograran ponerse de acuerdo para firmar un nuevo contrato de arrendamiento.

El pasado sábado, un día antes de que debieran entregar el control del jardín a su propietario, los partidarios de Proyecto Jardín se reunieron para manifestar e implorar a las autoridades del hospital hallar conjuntamente la manera de permanecer en el lugar.

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Las autoridades del centro médico expresaron su preocupación de que los voluntarios de Proyecto Jardín no hubieran mantenido bien el espacio, especialmente luego de realizar un recorrido, en junio pasado, en el cual hallaron malezas que les llegaban hasta la cintura, dijeron.

“El estado del jardín era preocupante, pero nunca hubo ninguna intención de echar a Proyecto Jardín”, aseguró César Armendáriz, vicepresidente del hospital.

Después de eso, el hospital ofreció –y luego revocó- una extensión del contrato por seis meses, para evaluar si el grupo podía mantener el sitio en condiciones, explicó Armendáriz.

Pero Irene Peña, directora ejecutiva del jardín, aclaró que el aspecto descuidado de la vegetación fue resultado del cierre temporario del sitio durante el invierno, y que éste se encontraba en perfectas condiciones durante el verano. “No había nada mal”, dijo.

La directora también aseguró que los términos del contrato de arrendamiento, que le habrían dado a Proyecto Jardín acceso sólo a un tercio del espacio, eran demasiado costosos, y se negaron a firmarlo. El arrendamiento anterior expiró el 31 de diciembre pasado.

Fuentes del hospital confirmaron que planean mantener el espacio abierto a los jardineros y que han hecho acuerdos preliminares con otros dos grupos no lucrativos para mantener el sitio en marcha.

Pero a los residentes les preocupa que la salida de Proyecto Jardín represente para ellos la pérdida de un valioso espacio de la comunidad, en el cual no sólo plantan comida sino también celebran importantes eventos culturales.

“Sería una pérdida devastadora”, dijo Peter Reich, miembro de IKAR, una congregación judía que celebra festividades conjuntas en el jardín con miembros de Proyecto Jardín.

El sitio, ubicado en Bridge Street, al lado del hospital, fue durante años un terreno baldío, producto de la demolición de cuatro casas que habían estado en él, dicen los residentes. El jardín fue fundado en 1999 por el Dr. Robert Krochmal, un médico del White Memorial.

En los últimos años, Proyecto Jardín ha construido 43 parcelas individuales, una dependencia externa, una pequeña cocina y también emplazó una obra artística de azulejos. Bajo los términos de su contrato con el patrocinador del grupo, la organización no lucrativa Community Partners, la renta en 2011 era de $1 al año.

Monica Okita, quien creció al lado del jardín, comenzó a trabajar el año pasado en él, ya que su hijo quería celebrar allí su boda. Junto con otros miembros de su familia, Okita reemplazó el lienzo de una cubierta de sombra e hizo otras reparaciones para preparar el evento. Ahora, pese a ser residente del sur de Pasadena, todavía concurre regularmente para atender algunos de los 63 árboles del lugar. “Es agradable trabajar con mis manos y ver algo tangible al final”, expresó Okita una mañana reciente, mientras trabajaba retirando malezas de la base de un árbol de melocotón.

Sarah Jo Portnoy, profesora de USC, lleva a sus estudiantes al jardín desde 2011, como parte del curso de cultura de la comida latina que enseña. “Es un pequeño ejemplo que muestra cómo una comunidad puede ser independiente y proveerse sus propios alimentos”, afirmó.

Portnoy también trabajó con miembros de Proyecto Jardín para obtener una subvención de $50,000 por parte de USC para entregar productos a residentes de la zona, entre ellos quienes viven en el complejo de viviendas Ramona Gardens, cercano al lugar. Peña explicó que ahora el grupo podría perder la subvención en caso de no tener acceso a la tierra.

Miembros del jardín han intentado negociar un nuevo contrato desde el verano último. Armendáriz afirmó que las autoridades del hospital están ultimando acuerdos con dos agrupaciones no lucrativas para continuar con el trabajo agrícola, aunque se negó a identificar a los potenciales nuevos inquilinos. También afirmó que el hospital no desplazará a nadie que esté cultivando esa tierra.

“Más gente tendrá acceso al espacio si el hospital se asocia con dos organizaciones lucrativas, en lugar de sólo Proyecto Jardín”, sostuvo Armendáriz. “Creo que aumentará la participación”.

Pero para Montoya, eso alejaría a la comunidad que hace tanto tiempo se ha unido en torno al jardín, y limitaría las oportunidades para que los niños, entre ellos su hijo, puedan contribuir en él. “No puedo permitir que esto suceda”, aseguró.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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