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Steve López pide al gobernador que firme la ley de opción de fin de vida

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Querido Gob. Brown:

Hace tres años, mi padre murió de manera típica. Su corazón y su cuerpo se dieron por vencidos, apenas si se podía mover, no podía comer por si solo y usaba pañales.

El tenía un poco de dolor, pero el sufrimiento físico no fue nada en comparación con la parte emocional y psicológica de las cosas. Su vida se había acabado y no había ninguna alegría en su día. No tenía ninguna privacidad y odiaba tener que ser atendido mientras yacía en la cama sin poder hacer nada, fue testigo de su prolongada muerte, que finalmente llegó como lo haría un amigo para entregarle el regalo de la misericordia.

Quizá yo no soy tan valiente como mi padre, pero ya entonces sabía que no quiero morir de esa manera y no quisiera que mis seres queridos sufrieran la desdicha de ver cómo me disuelvo lentamente.

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Así que ¿qué voy a hacer? No sé. Yo no sería capaz de poner una pistola apuntando a mi cabeza, como hacen algunos. Tal vez dejaría comer y de beber agua, pero esa puede ser una forma bastante miserable de morir también.

Gobernador Brown, no sé si usted ha leído sobre esto en mi columna, pero ya una vez morí. Justo después de una operación de rodilla, entré en paro cardíaco y perdí los signos vitales. De hecho, no sería una mala manera de irme. No sería un largo y doloroso asunto. Nada de cosas sucias. Pero fui reanimado y estoy vivo y bien, por el momento, y le estoy pidiendo darle a los californianos el derecho a morir en sus propios términos.

Nadie parece saber lo que usted hará con la Ley de opción de fin de vida que está en sus manos y nos daría la misma libertad que la gente tiene en Oregon, Washington y en otros lugares.

Sé que nuestra democracia se basa en la separación de la iglesia y del estado, y que los líderes como usted tratan de no dejar que los principios de su fe tengan una influencia indebida sobre las decisiones seculares. Sin embargo, sé también que nuestros valores son instalados a una temprana edad y que nuestras creencias religiosas son a menudo la base de quienes somos.

Así que parece razonable tener en cuenta que la iglesia católica se opone a lo que los críticos llaman suicidio asistido y los entusiastas llaman ayuda para morir, pero las encuestas indican que la mayoría de los católicos, así como la mayoría de los californianos, desea tener la opción de pasar por una serie de pasos para obtener una receta de fin de vida de un médico.

Yo sé, gobernador, que usted llegó un poco más lejos que yo en la iglesia católica. Usted fue un seminarista y yo solo llegué a monaguillo.

No sé si usted todavía se identifica como católico, pero para mí, cualquier religión es una búsqueda de significado y todos sabemos que usted es reflexivo — incluso espiritual — un hombre que medita, cita las escrituras y trabaja desde un conjunto básico de principios morales.

Así que quería compartir algunas conversaciones que he tenido con la gente religiosa que vino a apoyar la ayuda para morir en el contexto de su experiencia y formación.

“Como cristiano creo que Dios es amor”, me dijo una vez el reverendo Ignacio Castuera. “... Y el Dios de amor no querría que ninguna de las criaturas de Dios sufriese situaciones indignas, especialmente al final de sus vidas.

Castuera creció como católico y ahora es un ministro de United Methodist en Pomona. Me contó sobre su ministerio en West Hollywood durante la epidemia de SIDA y me habló del honor de estar con aquellos que encontraron una manera de comprar medicamentos de fin de vida para afrontar la muerte con valentía con sus seres queridos presentes.

“La muerte”, Castuera expresó, “no es la etapa final para los seres humanos”. Es, en su mente, una liberación de Dios.

El reverendo Sergio Camacho, un ministro Metodista en Montclair, comparte esa opinión.

“Durante años, he visto tanta gente muriendo, de tumores cerebrales y otras enfermedades”, dijo. “Es increíble cómo sufren ellos... Antes de irse, maldicen a sus familias, se maldicen a sí mismos, maldicen a Dios. Es horrible, y Dios no quiere eso. Él quiere que nos vayamos en paz. Necesitamos pensar en esto con un corazón misericordioso”.

El Dr. Roberto Olvera, un médico católico y ex monaguillo que creció en el este de Los Ángeles, ha apoyado la ayuda para morir desde vio a su hija morir a los 24 años, de lleucemia con la que vivió durante 17 años. Ella quedo ciega por su enfermedad, los analgésicos no ofrecen ningún alivio y sufrió terriblemente.

“Esencialmente ella vivía en un agujero negro”, dijo. “No tenía ninguna calidad de vida”.

Ella se estaba degenerando, su rostro estaba hundido, no quería ser vista por nadie y estuvo en ese estado durante los últimos tres meses de una vida que terminó el año pasado.

“Me rogaba que le diera algunas pastillas para dormir”, dijo Olvera, quien no podía acceder a esa petición porque sabía que él podía ser acusado penalmente y perdería su licencia para practicar la medicina.

Los doctores pueden y ofrecen sedación paliativa, pero Olvera cree que también ellos deberían tener el derecho a conceder el deseo de un paciente terminal a morir en el momento de su elección, siempre que sean de mente sana y hayan satisfecho las salvaguardias contra el abuso o coacción que se describen en la legislación de fin de vida.

Le pregunté a Olvera cómo respondería al argumento de que el momento de la muerte no es algo que los pacientes y los médicos deban decidir; que eso debe dejarse en manos de Dios.

Los doctores, expuso, pueden desconectar los ventiladores y pueden responder al deseo del paciente de ser sacado de la diálisis. Pueden reconocer que la medicina moderna ha avanzado hasta el punto donde gente puede mantenerse viva casi indefinidamente, pero todos deberíamos de preguntarnos si, en algunos casos, estamos ampliando la vida o prolongando la muerte.

Como doctor y como católico, dijo Olvera, el cree que nadie debería tener que experimentar lo que su hija experimentó.

Tengo entendido que su educación fue jesuita, gobernador Brown.

Bueno, Dan Maguire estudió en Roma, se convirtió en sacerdote jesuita y ahora enseña teología moral en la Universidad de Marquette, un colegio jesuita. Esto es lo que me dijo:

“Durante casi 50 años un numero de teólogos católicos han enseñado que para los enfermos terminales, el fin de vida, a veces, puede ser lo mejor que la vida les ofrece. En algunas circunstancias, la muerte puede ser el mejor amigo que les queda y es razonable y moral acelerar el proceso de muerte.

Según las escrituras, Maguire me contó, somos hechos a imagen y semejanza de Dios, y es nuestro derecho dado por Dios, decidir por nosotros mismos en el asuntos tales como el de la ayuda para morir.

“Thomas Aquinas dice con gran sabiduría que las acciones humanas son buenas o malas dependiendo de las circunstancias”, agregó Maguire. “En algunos casos, se podría decir que la vida es buena y siempre para servir como mejor se puede, pero hay veces cuando el fin de la vida es lo mejor que la vida ofrece, y los seres morales pueden tomar esa decisión por sí mismos... Eso es lo que significa la libertad humana”.

Es cierto, señor gobernador Brown, que algunos temen que se abuse de la opción de fin de vida y que quienes están deshabilitados o en un estado de depresión elijan inadecuadamente o de que sean manipulado por los familiares que de seguro se beneficiarían económicamente.

También, es cierto, que tenemos que ser conscientes de la potencialmente peligrosa intersección de opciones de fin de vida y la reducción de los costes para las compañías de seguros de salud que tienen un incentivo financiero en costosos procedimientos de fin de vida que han estado sucediendo por mucho tiempo.

Pero yo creo que la legislación ante usted ofrece garantías contra los abusos.

No sé si mi padre, que se negó a que le colocaran una sonda de alimentación antes de que su vida llegara a su fin, hubiera aprovechado la Ley de opción de fin de vida, si hubiera estado disponible en ese momento.

Estoy seguro que mucha gente — probablemente la mayoría de la gente- no querría tomar parte de ella. Es su elección y deberían tener derecho a los mejores cuidados paliativos.

Pero sé que desde que he escrito sobre su muerte, he escuchado de cientos de californianos que sentirían una medida pequeña de consuelo al saber que si así lo desean, pueden evitar, física o emocional el sufrimiento cuando el final inevitable se acerca. Ellos creen que, al igual que Dan Maguire, que llega un momento en que la muerte es una amiga.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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