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La prisión toma medidas para evitar ataques contra los celadores

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El bulto maloliente se estrelló en la boca y en los ojos del agente Stephen Vasquez.

Según el informe del incidente, el recluso que se sospechaba que había lanzado el bulto, dijo que la mezcla era solo agua con gelatina de manzana. Pero Vasquez creyó haber olido orines. Y un testigo les dijo a los investigadores que el sospechoso había alardeado de haber hecho una “mezcla espesa”, utilizando desechos humanos.

Ese era el primer día en que Vasquez patrullaba uno de los pabellones de la Cárcel Central para hombres. En lugar de bañarse después de que sucediera el incidente, Vasquez tuvo que posar para sacar unas fotografías que pudieran ser utilizadas como evidencia. Durante una semana, hasta que llegaron los resultados de las pruebas de sangre, durmió en el sofá, lejos de la cama de su prometida.

El prisionero acusado de arrojar los desechos sobre Vasquez, enfrenta una condena de cuatro años de cárcel si se le declara culpable de la agresión.

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El incidente del 5 de marzo es parte de un aumento reciente en los ataques en la Cárcel Central para Hombres del centro de la ciudad, en donde los reclusos arrojan a los oficiales, substancias corporales, normalmente orina o heces.

En ocasiones los prisioneros mezclan desechos humanos con gelatina de fruta para que exista una mejor posibilidad de que la mezcla se quede pegada a su objetivo. Los reclusos también utilizan los cartones de leche como contenedores y en ocasiones como lanzadores para aventar las sustancias a través de rendijas angostas y haciendo uso de otras técnicas, producen un aerosol que cae como un baño no deseado, dicen los oficiales de la prisión.

En ocasiones los reclusos se unen en equipo o compiten contra ellos mismos para ver quien ensucia más a los celadores.

“La mayoría lo hacen porque quieren llamar la atención o están aburridos o porque tienen algún otro problema con respecto a su estado mental”, dijo Eric Parra, jefe de operaciones de custodia, quien supervisa la Cárcel Central para Hombres y varios otros centros de reclusión del condado.

Durante los primeros cuatro meses del 2014, hubo 25 ataques en contra de los empleados de la cárcel central para hombres, comparado con los cinco ocurridos durante el mismo período el año previo, la mayoría en el célebre piso 3000, en donde algunos de los reclusos más peligrosos del condado de Los Ángeles se encuentran alojados.

Ocurrieron nueve ataques en el mes de abril, incluyendo una escena caótica en la cual una fila entera de reclusos lanzó misiles nauseabundos a los guardias.

Algunos oficiales del Departamento del Sheriff atribuyen el aumento en los ataques a un cambio en el ambiente de la cárcel, donde se encuentran alrededor de 4,800 reclusos.

Después de que una comisión emitió un informe en el 2012 y de que cargos de brutalidad fueron presentados en contra de siete oficiales del Departamento del Sheriff, los agentes comenzaron a utilizar menos fuerza física y los reclusos comenzaron a probar los nuevos límites.

“Esto se calmó por un tiempo”, dijo Daniel Dyer, capitán del Departamento del Sheriff, quien dirige la prisión, “y los reclusos se dieron cuenta de esto”.

Jeffrey Steck, el presidente de la Asociación de Agentes del Sheriff de Los Ángeles, dijo que el Departamento sobre reaccionó a las cuestiones de violencia. Según Steck, el resultado fue una “poca voluntad para utilizar el nivel de fuerza requerido dependiendo de la situación” y un incremento en los ataques.

“Estos chicos no lo estaban haciendo por cólera o por enfermedad mental. Solamente lo estaban haciendo porque podían” , dijo Steck respecto a los ataques. “Esto fue divertido para ellos, porque estaban aburridos. Ellos podían hacer esto sin enfrentar ninguna consecuencia” .

Este tipo de ataques son un riesgo de trabajo, pero un riesgo que Steck y algunos otros dentro del sindicato, consideran que han alcanzado niveles inaceptables.

Recientemente los oficiales de la prisión tomaron nuevas medidas, incluyendo la fortificación de las celdas, la compra de trajes de protección contra materiales peligrosos y el negar los privilegios de televisión a los reclusos que realizan ataques de este tipo, que según dijo Steck, parecían estar ayudando a controlar esta situación.

Bajo la ley actual, los reclusos que realizan ataques pueden recibir de dos a cuatro años en la prisión estatal o se les puede sentenciar con un delito menor. El sindicato se está uniendo a los oficiales del departamento para pedir un aumento en la sanción penal.

“Si se corre la voz de que te van a sentenciar con, por lo menos, un año, esto ayudará”, dijo Dyer.

Los reclusos que realizan ataques más peligrosos son separados en una hilera de celdas en donde no hay televisiones. Sus comidas consisten en la llamada “pelota de yute” o “pan”, que es un bloque de nutrientes sin sabor, proporcionados en lugar de la comida regular.

Durante un tiempo, los oficiales de la prisión y los reclusos en el “pabellón de los gaseros” participaron en un juego de superioridad. Después de que las puertas de las celdas fueron reforzadas en las esquinas con tiras de metal, los prisioneros empezaron a lanzar los cocteles llenos de desechos humanos por otras ranuras.

El mayor punto de vulnerabilidad era la tapa que se bajaba para poder pasar la bandeja de la comida a la hora de comer. Los trabajadores de la prisión han colocado candados y paneles extras, mientras esperan un envío de emergencia de rendijas para comida contra ataques.

Las nuevas medidas aparentemente han traído una tregua temporal.

Según las estadísticas de la prisión, desde la situación ocurrida en el mes de abril, solamente han ocurrido tres ataques. Solamente tres prisioneros del grupo original de nueve o más, permanecen en el pabellón de los ‘gaseros’, después de que el resto se han ganado su regreso a la población general de la prisión.

Hasta el momento, los reclusos que han participado en estos ataques no han vuelto a delinquir, dicen los oficiales.

Los supervisores en la cárcel central para hombres están tratando de mejorar la situación utilizando premios y castigos y haciendo un esfuerzo por escuchar las quejas de los reclusos. Parra dijo que estaba trabajando junto con el Departamento de Salud Mental para traer a consejeros o asesores religiosos a los reclusos de máxima seguridad, que por lo general no son seleccionados para los programas educativos.

Patrisse Cullors, la fundadora de la Coalición para Terminar con la Violencia de los Funcionarios del Sheriff en las Cárceles de Los Ángeles, dijo que los oficiales deberían analizar las causas fundamentales de la epidemia de ataques para ver si las necesidades de los reclusos se están satisfaciendo y para ver si algunos guardias en particulares están provocando estos ataques.

“Yo soy de la creencia de que si creas un entorno más punitivo solamente crearas más violencia”, dijo Cullors. “Quizá puedas detener los ataques por el momento, ¿pero cuál es la solución a largo plazo?”.

Gabriel Wilcox, de 37 años de edad, el prisionero acusado de realizar el ataque en contra de Vasquez, fue recientemente sentenciado a más de dos años sobre una acusación de robo. Ahora él se enfrenta con hasta cuatro años adicionales debido al cargo por el ataque, el cual se está juzgando como un delito grave. Un análisis de laboratorio detectó la presencia de orina dentro de la sustancia que lanzó contra el oficial, dijo un funcionario del departamento del sheriff.

Mahin Salehi, el defensor público de Wilcox, se negó a dar algún comentario.

“Para nosotros, esto es uno de los crímenes más serios en nuestra prisión, porque afecta potencialmente la salud de nuestros empleados” dijo Parra. “Nuestro objetivo es tener cero ataques”.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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